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9 octubre 2022 • Rito Romano Tradicional

Marcial Flavius - presbyter

XVIII Domingo después de Pentecostés: 9-octubre-2022

Epístola (1Cor 1, 4-8)

4Doy gracias a mi Dios continuamente por vosotros, por la gracia de Dios que se os ha dado en Cristo Jesús; 5pues en él habéis sido enriquecidos en todo: en toda palabra y en toda ciencia; 6porque en vosotros se ha probado el testimonio de Cristo, 7de modo que no carecéis de ningún don gratuito, mientras aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. 8Él os mantendrá firmes hasta el final, para que seáis irreprensibles el día de nuestro Señor Jesucristo.

Evangelio (Mt 9, 1-8)

1Subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad. 2En esto le presentaron un paralítico, acostado en una camilla. Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico: «¡Ánimo, hijo!, tus pecados te son perdonados». 3Algunos de los escribas se dijeron: «Este blasfema». 4Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo: «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? 5¿Qué es más fácil, decir: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate y echa a andar”? 6Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados —entonces dice al paralítico—: “Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa”». 7Se puso en pie y se fue a su casa. 8Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad.

Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. Editorial BAC

Curación del Paralítico, óleo sobre cobre de Pieter van Lint (Siglo XVII), Iglesia de la Compañía. Morón (Sevilla)

Reflexión

I. El episodio que narra el Evangelio de este Domingo ocurre en Cafarnaúm, ciudad que en ese momento -al final del primer año de la vida pública de Jesús- se había convertido en su morada habitual y en el centro de sus viajes apostólicos en Galilea. El hecho está relatado por los tres Sinópticos. La narración de san Mateo es la más breve; y es la que trae la Misa de hoy. Los otros dos Evangelistas añaden detalles muy precisos.

San Marcos que precisa la forma en que presentaron aquel paralítico a Jesús: «Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Y les proponía la palabra. Y vinieron trayéndole un paralítico llevado entre cuatro y, como no podían presentárselo por el gentío, levantaron la techumbre encima de donde él estaba, abrieron un boquete y descolgaron la camilla donde yacía el paralítico» (Mc 2, 2-4). Jesús se quedó admirado de la fe y de la audacia de estos hombres. Y por ellos, y por la humildad del paralítico que se ha dejado ayudar, realizó la curación de su enfermedad y le otorgó el perdón de los pecados.

II. El paralítico representa, de algún modo, a todo hombre al que sus pecados o su ignorancia impiden llegar hasta Dios. En los amigos que le llevan hasta el Señor al incapacitado vemos un ejemplo vivo de que el Señor está siempre dispuesto a escucharnos y a darnos en cada situación aquello que necesitamos. Su bondad supera siempre nuestros cálculos; pero quiere nuestra correspondencia personal, nuestro deseo de salir de aquella situación, que no pactemos con los defectos o los errores, y que pongamos esfuerzo para superarlos.

Tenemos por tanto que hacer un continuo ejercicio para mejorar en nuestras disposiciones interiores mediante la conversión del corazón a Dios y las obras de penitencia, que preparan nuestra alma para recibir las gracias que el Señor quiere darnos.

  • Nuestro amor a Cristo se manifestará en la decisión y en el esfuerzo por arrancar lo antes posible nuestros defectos o por alcanzar aquella virtud que se presenta difícil de conseguir.
  • Pero también se manifiesta en la paciencia que hemos de tener en la lucha interior: es posible que nos pida el Señor un período largo de lucha para crecer en determinada virtud o para superar aquel aspecto negativo de nuestra vida anterior. No debemos «acostumbrarnos», pero podemos aprovechar las faltas para crecer en humildad verdadera, en experiencia, en madurez de juicio… «Esperemos con paciencia, y en vez de inquietarnos por haber hecho tan poco en el pasado, procuremos con diligencia hacer más en lo porvenir» (san Francisco de Sales).
  • Incluso en las derrotas que sufrimos en nuestro caminar hacia el Señor, el desagravio y la contrición nos acercarán todavía más a Dios.

III. Además de ser pacientes con nosotros mismos hemos de ejercitar esta virtud con quienes tratamos con mayor frecuencia, sobre todo si tenemos más obligación de ayudarles en su formación, en una enfermedad, etcétera. Hemos de contar con los defectos de quienes nos rodean. El esperar un poco de tiempo para corregir, dar una buena contestación, sonreír…, puede hacer que nuestras palabras lleguen al corazón de esas personas, que de otra forma permanecería cerrado, y les podremos ayudar mucho más, con mayor eficacia. La impaciencia hace difícil la convivencia y también vuelve ineficaz la posible ayuda y la corrección. Dios tiene paciencia: en todo momento da su gracia, perdona y anima a seguir adelante. Con nosotros tuvo y tiene esta paciencia sin límites, y nosotros debemos tenerla con los demás, intensificando la oración y la mortificación por ellos, y también nuestra caridad.

Examinemos hoy si nos preocupan las personas que nos acompañan en el camino de la vida y al mismo tiempo si somos pacientes. Y no olvidemos lo que dice san Ambrosio, comentando este pasaje: «¡Qué grande es el Señor, que por los méritos de algunos perdona a los otros!» (Tratado sobre el Evangelio de san Lucas); es decir que podemos expiar también por los pecados de los demás y merecer de algún modo, para ellos, la gracia de la fe, de la conversión, de una mayor entrega a Dios.

Cfr. http://www.homiletica.org/francisfernandez/franciscofernandez0295.pdf