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1 noviembre 2023 • Rito Romano Tradicional

Marcial Flavius - presbyter

Fiesta de Todos los Santos: 1-noviembre-2023

Ap 7, 2-12

2Vi después a otro ángel que subía del oriente llevando el sello del Dios vivo. Gritó con voz potente a los cuatro ángeles encargados de dañar a la tierra y al mar, 3diciéndoles: «No dañéis a la tierra ni al mar ni a los árboles hasta que sellemos en la frente a los siervos de nuestro Dios». 4Oí también el número de los sellados, ciento cuarenta y cuatro mil, de todas las tribus de Israel. 5De la tribu de Judá, doce mil sellados; de la tribu de Rubén, doce mil; de la tribu de Gad, doce mil; 6de la tribu de Aser, doce mil; de la tribu de Neftalí, doce mil; de la tribu de Manasés, doce mil; 7de la tribu de Simeón, doce mil; de la tribu de Leví, doce mil; de la tribu de Isacar, doce mil; 8de la tribu de Zabulón, doce mil; de la tribu de José, doce mil; de la tribu de Benjamín, doce mil sellados. 9Después de esto vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. 10Y gritan con voz potente: «¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!». 11Y todos los ángeles que estaban de pie alrededor del trono y de los ancianos y de los cuatro vivientes cayeron rostro a tierra ante el trono, y adoraron a Dios, 12diciendo: «Amén. La alabanza y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y el honor y el poder y la fuerza son de nuestro Dios, por los siglos de los siglos. Amén». 

Evangelio (Mt 5, 1-12)

1Al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; 2y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo: 3Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. 4Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra. 5Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. 6Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. 7Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. 8Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. 9Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. 10Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. 11Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. 12Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.

Durero: retablo de Todos los Santos (1511)

Reflexión

I. Todas las Fiestas del Año Litúrgico tienen como finalidad primaria la gloria de Dios y como fin secundario la santidad de los fieles. Y esta de “Todos los Santos” es una de las que nos mueve más eficazmente en este sentido al proponer a nuestra consideración a todos los Santos que están en el Cielo, conocidos o desconocidos, también a aquellos de los que no se hace fiesta particular durante el año.

El fundamento de esta Fiesta es el dogma de la comunión de los santos que profesamos en el Credo Apostólico y que «designa la comunión entre las «personas santas» en Cristo que ha «muerto por todos», de modo que lo que cada uno hace o sufre en y por Cristo da fruto para todos.

«Creemos en la comunión de todos los fieles cristianos, es decir, de los que peregrinan en la tierra, de los que se purifican después de muertos y de los que gozan de la bienaventuranza celeste, y que todos se unen en una sola Iglesia; y creemos igualmente que en esa comunión está a nuestra disposición el amor misericordioso de Dios y de sus santos, que siempre ofrecen oídos atentos a nuestras oraciones» (SPF 30)» (CATIC 961-962).

La Iglesia estableció esta celebración en honor de todos los santos por tres fines principales

  • Para dar gracias a Dios por todas las gracias que concedió a estos bienaventurados para santificarles mientras estaban en la tierra, y por la gloria con que les recompensó en el Cielo.
  • Para pedir a todos los Santos del Cielo su intercesión en defensa y protección nuestra… Esta es la razón por la que, en la oración colecta, la Iglesia pide a Dios “la abundancia de su propiciación”, es decir, de su misericordia, por “el gran número de intercesores” al cual recurre hoy… [«concédenos, por esta multitud de intercesores, la deseada abundancia de tu misericordia»].
  • Para movernos aún más a la práctica de la virtud, presentándonos tantos modelos perfectos que debemos imitar; ya que hay Santos de todas las condiciones de vida… Así encontramos en ellos, según la frase de San León, “una ayuda y un ejemplo”. Además, la misma recompensa de la que gozan se nos promete y está garantizada, a condición de que trabajemos en santificarnos como ellos.

II. Dos errores tenemos que evitar al considerar nuestra llamada a la santidad:

  • Unos creen que se puede llegar a ella sin tomarse mucha molestia; que basta para ello no ofender a nadie, evitar algunos defectos graves y practicar algunas virtudes morales… Esto conduce a la relajación y a una falsa seguridad.
  • Otros, al contrario, exagerando las dificultades, se imaginan que no podrán nunca superar los escollos… Pensar así conduce al desaliento y a la desesperación.

Para preservarnos de este doble peligro, observemos a los Santos: lo que pudieron y supieron hacer ellos con la ayuda de la gracia de Dios nos demuestra que también podemos hacerlo como ellos, con la misma asistencia…

  • En primer lugar, es necesario superar y dominar la naturaleza, por medio de la gracia; resistir nuestras pasiones y todas las tentaciones, evitar todo pecado, hacer la guerra a nuestros defectos.
  • Debemos, además, estar dispuestos a llevar nuestra Cruz cada día, tras Jesús y los Santos. Aceptar nuestras pruebas tal como Dios las permite, en vez de pretender vanamente huirlas.
  • A ejemplo de los Santos, imitemos a Jesucristo y practiquemos todas las virtudes cristianas: la humildad, la mansedumbre, la paciencia, la caridad, la pureza, la modestia: esas virtudes, en una palabra, que nos presenta el Evangelio de este día (Mt 5, 1-12a). Los diversos premios que promete Jesucristo en las Bienaventuranzas significan todos, con diversos nombres, la gloria eterna del cielo. Ponerlas en práctica no sólo nos procura la gloria eterna del paraíso, sino que también son medios de llevar una vida feliz, cuanto es posible en este mundo, porque quienes las siguen gozan de una paz y contentamiento interior, que es principio aunque imperfecto de la eterna felicidad (cfr. Catecismo Mayor V, 3).
  • En fin, rezar bien, solicitando sin cesar a Dios las gracias que necesitamos. Sin la gracia, no podemos nada; con ella, podemos todo…

III. La fiesta de Todos los Santos es para nosotros una invitación apremiante, a la santidad. También nosotros somos hijos de la Iglesia que ha de manifestarse fecunda en nuestra vida. Pidamos, pues, a la santísima Virgen, a san José, a todos los santos la gracia de aspirar generosamente a la santidad para que un día podamos recibir como ellos la recompensa que Dios reserva a sus fieles servidores.