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«La teología, por lo mismo que es la ciencia de Dios, es el océano que contiene y abarca todas las ciencias, así como Dios es el océano que contiene y abarca todas las cosas»
Epístola (Ef 5, 15-21)
15Fijaos bien cómo andáis; no seáis insensatos, sino sensatos, 16aprovechando la ocasión, porque vienen días malos. 17Por eso, no estéis aturdidos, daos cuenta de lo que el Señor quiere. 18No os emborrachéis con vino, que lleva al libertinaje, sino dejaos llenar del Espíritu. 19Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y tocad con toda el alma para el Señor. 20Dad siempre gracias a Dios Padre por todo, en nombre de nuestro Señor Jesucristo. 21Sed sumisos unos a otros en el temor de Cristo.
Evangelio (Jn 4, 46-53)
46Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. 47Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verlo, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose. 48Jesús le dijo: «Si no veis signos y prodigios, no creéis». 49El funcionario insiste: «Señor, baja antes de que se muera mi niño». 50Jesús le contesta: «Anda, tu hijo vive». El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. 51Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo vivía. 52Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron: «Ayer a la hora séptima lo dejó la fiebre». 53El padre cayó en la cuenta de que esa era la hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vive». Y creyó él con toda su familia.
James Tissot: La curación del hijo del oficial (c.1884-96): Brooklyn Museum
Reflexión
El Evangelio de este Domingo (Jn 4, 46-53) nos presenta a un «régulo» -un funcionario, o empleado civil o militar al servicio del rey Herodes- cuyo hijo estaba enfermo. La fama de Jesús era ya grande tanto por sus palabras como por sus acciones; y aquel padre, sabiendo que regresa desde Judea a Galilea, corre personalmente a su encuentro. Estando Jesús en Caná, se presenta ante Él «y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose» (v. 47).
I. Dos detalles podemos subrayar situando este hecho en el contexto de los primeros capítulos del Evangelio de san Juan:
I.1. La fe de aquel hombre en un principio era muy imperfecta:
I.2. Pero en este oficial del rey se aprecia un progreso en la fe. Fiel a la gracia divina que obraba en él, su fe se hizo plena y entera, fuerte y práctica. Cuando fue al encuentro del Señor, su fe era inicial; creyó cuando oyó sus palabras y fue perfecta cuando supo que su hijo se había curado: «Y creyó él con toda su familia» (v. 53).
II. Recordemos a este propósito que en la fe caben varios grados. Para entender esto podemos considerar que la fe «es una virtud sobrenatural, infundida por Dios en nuestra alma, y por la cual, apoyados en la autoridad del mismo Dios, creemos ser verdad cuanto Él ha revelado y por medio de la Iglesia nos propone para creerlo» (Catecismo Mayor). Por tanto esa gradación no puede ser en en cuanto a su objeto formal o su motivo que es la autoridad de Dios que revela. En cambio, puede ser mayor o menor en cuanto al conocimiento, en cuanto a la adhesión de la inteligencia y por parte de la voluntad.
La aplicación práctica que podemos hacer de toda esta enseñanza es la necesidad de también nosotros crecer en la fe
III. Pongamos nuestra mirada confiada en María Santísima, quien vivió toda su existencia en la tierra movida por la fe y perseverando hasta el fin junto a la Cruz de su Hijo, mereció el título de virgen fiel. Que ella nos alcance la gracia de conservar y crecer en la fe recibida para que un día podamos contemplar por toda la eternidad en el Cielo lo que hemos aceptado, por la fe, mientras vivimos en la tierra.