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15 octubre 2023 • Rito Romano Tradicional

Marcial Flavius - presbyter

XX Domingo después de Pentecostés: 15-octubre-2023

Epístola (Ef 5, 15-21)

15Fijaos bien cómo andáis; no seáis insensatos, sino sensatos, 16aprovechando la ocasión, porque vienen días malos. 17Por eso, no estéis aturdidos, daos cuenta de lo que el Señor quiere. 18No os emborrachéis con vino, que lleva al libertinaje, sino dejaos llenar del Espíritu. 19Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y tocad con toda el alma para el Señor. 20Dad siempre gracias a Dios Padre por todo, en nombre de nuestro Señor Jesucristo. 21Sed sumisos unos a otros en el temor de Cristo.

Evangelio (Jn 4, 46-53)

46Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. 47Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verlo, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose. 48Jesús le dijo: «Si no veis signos y prodigios, no creéis». 49El funcionario insiste: «Señor, baja antes de que se muera mi niño». 50Jesús le contesta: «Anda, tu hijo vive». El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. 51Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo vivía. 52Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron: «Ayer a la hora séptima lo dejó la fiebre». 53El padre cayó en la cuenta de que esa era la hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vive». Y creyó él con toda su familia.

James Tissot: La curación del hijo del oficial (c.1884-96): Brooklyn Museum

Reflexión

El Evangelio de este Domingo (Jn 4, 46-53) nos presenta a un «régulo» -un funcionario, o empleado civil o militar al servicio del rey Herodes- cuyo hijo estaba enfermo. La fama de Jesús era ya grande tanto por sus palabras como por sus acciones; y aquel padre, sabiendo que regresa desde Judea a Galilea, corre personalmente a su encuentro. Estando Jesús en Caná, se presenta ante Él «y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose» (v. 47).

I. Dos detalles podemos subrayar situando este hecho en el contexto de los primeros capítulos del Evangelio de san Juan:

  • Para san Juan, los «milagros» de Jesús, son «signos» que manifiestan su poder y su grandeza y que piden una respuesta.
  • Por tanto hay una vinculación entre los milagros de Jesús y la fe en Él. Así, tras el milagro de las bodas de Cana, afirma el evangelista: «Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él» (Jn 2, 11).

I.1. La fe de aquel hombre en un principio era muy imperfecta:

  • No fue a buscarlo a distancia, sino que se aprovechó de su proximidad a Cafarnaúm. «El funcionario insiste: “Señor, baja antes de que se muera mi niño”» (v.49). Creía que Cristo era un gran profeta, pero no sabía el pleno alcance de su poder milagroso, que no necesitaba «bajar» para curar a su hijo; ni tenía por qué temer a la urgencia de la muerte, ya que podía resucitarle.
  • Cristo mismo le reprochó desde el primer momento la imperfección de su fe: «Si no veis signos y prodigios, no creéis». Esta frase que no se dirige solamente a él por la forma plural en que está expresada. Tiene una perspectiva mucho mayor. Cristo no censura el valor apologético del milagro, que Él utiliza en ocasiones precisamente para probar su misión. Lo que censura Cristo aquí es la avidez de los milagros propia de los galileos y su fe débil y flaca, la cual recusa recibir el Evangelio si no ve de continuo nuevos signos.: «Y no hizo allí [Nazaret] muchos milagros, por su falta de fe» (Mt 13, 58).

I.2. Pero en este oficial del rey se aprecia un progreso en la fe. Fiel a la gracia divina que obraba en él, su fe se hizo plena y entera, fuerte y práctica. Cuando fue al encuentro del Señor, su fe era inicial; creyó cuando oyó sus palabras y fue perfecta cuando supo que su hijo se había curado: «Y creyó él con toda su familia» (v. 53).

II. Recordemos a este propósito que en la fe caben varios grados. Para entender esto podemos considerar que la fe «es una virtud sobrenatural, infundida por Dios en nuestra alma, y por la cual, apoyados en la autoridad del mismo Dios, creemos ser verdad cuanto Él ha revelado y por medio de la Iglesia nos propone para creerlo» (Catecismo Mayor). Por tanto esa gradación no puede ser en en cuanto a su objeto formal o su motivo que es la autoridad de Dios que revela. En cambio, puede ser mayor o menor en cuanto al conocimiento, en cuanto a la adhesión de la inteligencia y por parte de la voluntad.

  1. En cuanto al conocimiento de las verdades de fe. Un sujeto puede conocer más que otro. Y puede conocer las verdades de modo más o menos explícito y, por consiguiente, caben en cuanto a las cosas que se proponen al hombre para que las crea, diversidad de grados, según la diversidad de participación que se tenga en aquello que es objeto de fe. No olvidemos que la fe deber ser íntegra, creyendo todos los artículos enseñados por la Iglesia, sin una sola excepción. La fe se debe aceptar íntegra, pues quien toma unos elementos y rechaza otros del depósito de la Revelación, en realidad no está creyendo a Dios, sino que se cree a sí mismo que hace esa selección.
  1. Por parte del entendimiento, porque se adhiera con mayor certeza y con mayor firmeza a las verdades de fe. Estando fundada en la autoridad de Dios, la fe deber ser firme, excluyendo toda duda, toda vacilación. A pesar de las objeciones, de las tentaciones, de las pruebas… debemos mantenernos firmes en la fe.
  2. Por parte de la voluntad, ya que la fe debe ser eficaz, es decir, que nuestra conducta debe estar conforme con nuestra creencia, acompañada de las buenas obras que Dios prescribe y en ella siempre cabe mayor prontitud, mayor fervor de la devoción, mayor confianza.

La aplicación práctica que podemos hacer de toda esta enseñanza es la necesidad de también nosotros crecer en la fe

  1. Mediante un conocimiento mayor de los misterios revelados y evitando aquello que pueda suscitar dudas en la fe (lecturas y medios de comunicación, conversaciones, interpretaciones equivocadas de sucesos dolorosos, ignorancia de ciertas cuestiones complejas…)
  2. Que nuestra fe sea sinónimo de seguridad y certeza, de confianza total, de crédito ilimitado a la Palabra de Dios, de entrega sin condiciones,
  3. Hay que evitar que decaiga la confianza de la voluntad, en particular por el desorden de las pasiones y consolidar nuestra fe, acomodando nuestros criterios y nuestros actos a la fe: ejercitarse en las buenas obras y en las virtudes; por la escucha y lectura de la Palabra de Dios; por la oración y frecuencia en los sacramentos de la confesión y la comunión.

III. Pongamos nuestra mirada confiada en María Santísima, quien vivió toda su existencia en la tierra movida por la fe y perseverando hasta el fin junto a la Cruz de su Hijo, mereció el título de virgen fiel. Que ella nos alcance la gracia de conservar y crecer en la fe recibida para que un día podamos contemplar por toda la eternidad en el Cielo lo que hemos aceptado, por la fe, mientras vivimos en la tierra.