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3 septiembre 2023 • Rito Romano Tradicional

Marcial Flavius - presbyter

XIV Domingo después de Pentecostés: 3-septiembre-2023

Epístola (Gal 5, 16-24)

16Frente a ello, yo os digo: caminad según el Espíritu y no realizaréis los deseos de la carne; 17pues la carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne; efectivamente, hay entre ellos un antagonismo tal que no hacéis lo que quisierais. 18Pero si sois conducidos por el Espíritu, no estáis bajo la ley. 19Las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, 20idolatría, hechicería, enemistades, discordia, envidia, cólera, ambiciones, divisiones, disensiones, rivalidades, 21borracheras, orgías y cosas por el estilo. Y os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen estas cosas no heredarán el reino de Dios. 22En cambio, el fruto del Espíritu es: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, 23modestia, dominio de sí. Contra estas cosas no hay ley. 24Y los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con las pasiones y los deseos. 

Evangelio (Mt 6, 24-33)

24Nadie puede servir a dos señores. Porque despreciará a uno y amará al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero. 25Por eso os digo: no estéis agobiados por vuestra vida pensando qué vais a comer, ni por vuestro cuerpo pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? 26Mirad los pájaros del cielo: no siembran ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? 27¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? 28¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. 29Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. 30Pues si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se arroja al horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? 31No andéis agobiados pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. 32Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. 33Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia; y todo esto se os dará por añadidura. 

Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Española. Editorial BAC

James Tissot: «El sermón de la montaña» (1884-96). Museo Brooklyn.

Reflexión

I. El Evangelio de este Domingo XIV después de Pentecostés (Mt 6, 24-33) está tomado del «Sermón de la Montaña» y podemos resumir su enseñanza en esta conclusión: «Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia; y todo esto se os dará por añadidura» (v. 33). Estas palabras, nos animan a aumentar nuestra fe y a fomentar la virtud de la esperanza de tal manera que confiemos en Dios, Creador de todo cuanto existe y Padre nuestro, y a lo largo de nuestra vida pongamos el corazón en las cosas que son verdaderamente importantes.

La justicia de la que aquí se habla no ha de entenderse en el sentido jurídico de dar a cada uno lo suyo sino en el significado bíblico de la justificación que viene de Dios y de la santidad que consiste en el cumplimiento de su Ley. Por tanto se nos está presentando un camino para llegar a la santidad mediante la confianza en la providencia divina.

II. Para recorrer este camino podemos hacer las siguientes consideraciones:

1.Dios mantiene y conduce la creación. Por modo general, Dios es llamado Padre de todos los hombres, por ser su Creador y por la admirable Providencia que tiene de todos ellos (Catecismo Romano). Realizada la creación, Dios no abandona su criatura a ella misma. No sólo le da el ser y el existir, sino que la mantiene a cada instante en el ser, le da el obrar y la lleva a su término.

Las cosas creadas por Dios no pueden subsistir, después de creadas, sin su virtud infinita. Por eso mismo, Dios está presente en todas las cosas creadas por su Providencia, conservándolas en el ser con el mismo poder con que las creó al principio, sin lo cual volverían a la nada:

«¿Cómo subsistiría algo, si tú no lo quisieras?, | o ¿cómo se conservaría, si tú no lo hubieras llamado? Pero tú eres indulgente con todas las cosas, | porque son tuyas, Señor, amigo de la vida» (Sb 11, 25-26).

Es éste el más consolador de los dogmas que han sido revelados al hombre. Podría, en efecto, el Creador ser poderoso, eterno, omnisciente… y todo eso ya lo vemos por la naturaleza. Pero ¿qué sería de nosotros si además no supiéramos por la revelación que Él es amor (I Juan 4, 8) y que esa infinita bondad lo llevó hasta dar su Hijo por nosotros (Juan 3, 16) para hacernos semejantes a ese Hijo único (Filipenses 3, 21). Esta Buena Nueva de la bondad de Dios nunca hubiera podido ser conocida si Él mismo no nos la hubiese descubierto. En ella reside nuestra suprema felicidad, y nuestra salvación, porque el hombre que no se cree amado y redimido por la gracia de Dios, caerá o en el abismo de la desesperación al ver su miseria propia, o en la soberbia de creerse justificado por sí mismo (cfr. STRAUBINGER in Sab 11, 27).

2. Dios realiza su designio: la Divina Providencia. La creación tiene su bondad y su perfección propias, pero no salió plenamente acabada de las manos del Creador. Fue creada «en estado de vía» hacia una perfección última todavía por alcanzar, a la que Dios la destinó. Llamamos Divina Providencia a las disposiciones por las que Dios conduce la obra de su creación hacia esta perfección.

La solicitud de la divina providencia es concreta e inmediata; tiene cuidado de todo, de las cosas más pequeñas hasta los grandes acontecimientos del mundo y de la historia. Por eso Jesús pide un abandono filial en la providencia del Padre celestial que cuida de las más pequeñas necesidades de sus hijos: « No andéis agobiados pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir […] Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso» (Mt 6, 31-32).

3. La providencia y el escándalo del mal. Ahora bien, si Dios Padre Todopoderoso, Creador del mundo ordenado y bueno, tiene cuidado de todas sus criaturas, ¿por qué existe el mal? A esta pregunta tan apremiante como inevitable, tan dolorosa como misteriosa no se puede dar una respuesta simple.

En su poder Infinito, Dios podría siempre crear algo mejor. Sin embargo, en su sabiduría y bondad Infinitas, Dios quiso libremente crear un mundo “en estado de vía” hacia su perfección última.

  • Este devenir trae consigo en el designio de Dios, junto con la aparición de ciertos seres, la desaparición de otros; junto con lo más perfecto lo menos perfecto; junto con las construcciones de la naturaleza también las destrucciones. Por tanto, con el bien físico existe también el mal físico, mientras la creación no haya alcanzado su perfección.
  • Los ángeles y los hombres, criaturas inteligentes y libres, deben caminar hacia su destino último por elección libre y amor de preferencia. Por ello pueden desviarse. De hecho pecaron. Y fue así como el mal moral entró en el mundo, incomparablemente más grave que el mal físico. Dios lo permite, respetando la libertad de su criatura, y, misteriosamente, sabe sacar de él el bien.

Creemos firmemente que Dios es el Señor del mundo y de la historia. Pero los caminos de su providencia siguen en el ámbito del misterio y sólo al final, cuando tenga fin nuestro conocimiento parcial, cuando veamos a Dios «cara a cara» (1Co 13, 12), nos serán plenamente conocidos los caminos por los cuales Dios habrá conducido a la creación hasta su perfección última, en vista de la cual creó el cielo y la tierra (cfr. CATIC, 309-314).

III. Pidamos al Señor por intercesión de la Santísima Virgen María, que el Espíritu Santo, como decía san Pablo en la Epístola, aleje de nosotros esas obras de la carne, propias de la solicitud terrena contra la que nos pone alerta el Evangelio que hemos leído. Y que, buscando a Dios, tengamos las demás cosas en la medida que sean necesarias para nuestra salvación.