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27 diciembre 2022 • La estrategia para deconstruir la familia es constante

Manuel Parra Celaya

La nueva huida a Egipto

Releyendo los pasajes evangélicos propios de estos días, me he detenido en la consideración de las vicisitudes que pasó la familia de Belén en su momento, empezando por las lógicas e iniciales vacilaciones de José y su final confianza ciega en Dios, el viaje desde Nazareth para inscribirse en el censo en pleno embarazo de María, el parto en un miserable pesebre de animales y la huida a Egipto para salvar al Niño de la locura infanticida de Herodes. Y me ha dado en pensar que cualquier familia de nuestros días continúa sometida a situaciones, si no semejantes, sí paralelas; y que conste que no me refiero a la carestía -que, según dicen, afecta ya a un 30% de las familias españolas-, ni a los dramas de los refugiados.

Está en puertas una ley que consagra no sé cuántos tipos de familia; concediendo, respetando y valorando las complejas situaciones de cada cual, creo que, en el fondo, ese proyecto encierra una vieja estrategia que tiene como objetivo la deconstrucción de la familia clásica, que no es otra cosa que perseverar en los planteamientos del neomarxismo de Gramsci; como sabemos, este consideraba que había dos fuertes enemigos para batir, la Iglesia Católica y la familia, ambas ya muy tocadas.  Esta estrategia fue continuada por sus seguidores, desde la Escuela de Frankfurt hasta Foucault, y, sin mucha necesidad de elucubrar, vemos que coincide con los propósitos de la Globalización neoliberal.

Ese neomarxismo gramsciano sustituía el envejecido mito de la lucha de clase por el de la hegemonía cultural; según su teoría, se debía abatir, no tanto la infraestructura social (tarea secundaria que hoy desempeñan las centrales sindicales oficiales), como la superestructura (cultura, tradición, valores heredados, instituciones…), cuya caída aseguraría el triunfo de la verdadera revolución.

Así pues, la familia era un obstáculo para estos fines, ya que en su seno se transmiten de generación en generación los valores esenciales, encierra vínculos afectivos muy fuertes y es la primera institución educadora en los primeros años de los hijos; no es menos importante la idea de autoridad, encarnado en el padre y en la madre, que debe ser abatida a conciencia, cosa que en mucha medida ya se ha conseguido en el seno de nuestras sociedades.

La estrategia para deconstruir la familia es constante mediante una serie de recursos que están en la mente de todos: presentarla como una institución del pasado, caduca y susceptible de adaptarse a otras formulaciones más modernas, acusar la influencia del nocivo heteropatriarcado y, sobre todo, sustrayendo a los niños de la influencia de sus padres, con un constante adoctrinamiento, sea en la escuela intervenida o a través de la enseñanza informal de los medios de difusión y propaganda del Sistema, una y otra  en manos de los intelectuales orgánicos, también en expresión gramsciana. De este modo, la familia tradicional es presentada como un constructo social (como el sexo), que debe ser liberada de todo marco normativo que no sea el oficial preceptivo.

Asimismo, los vínculos sociales y afectivos de la familia deben ser sustituidos por la preponderancia de las tribus o por la inclusión de los hijos ya mayores en una de esas minorías oprimidas que tanto abundan. Y, sobre todo, la deconstrucción de la familia debe ir precedida por la deconstrucción del amor, ese amor que da lugar a la creación familiar y que debe ser reemplazado por la geometría variable de afectos, inclinaciones y tendencias, que, en el mejor de los casos queda reducido al amor líquido, en acertada expresión de Bauman.

Como aquella humilde familia de Nazareth que se vio obligada a huir a Egipto para escapar de la tiranía del sátrapa Herodes, las familias actuales tienen también que llevar a cabo una fuga, ya no a un país acogedor (la Globalización ha eliminado cualquier reducto libre y a salvo de la tiranía del Sistema), sino hacia sus propios fundamentos de origen y, también, en alianza estrecha con otras familias que compartan esos valores esenciales y los quieran llevar a la práctica en el día a día.

De hecho, el retorno a estos fundamentos solo puede hacerse si somos capaces, no solo de cambiar un gobierno que constituye una punta de lanza en esta ofensiva contra la familia, sino presentando un apretado frente en la batalla cultural contra ese Sistema que impulsa la deconstrucción de la institución familiar.

No hará falta para ello que vengan los ángeles en sueños para avisarnos del peligro, pues las evidencias están al alcance de todos. Quizás sí haya que invocar a un Ángel Custodio de la familia y de los niños, a los que se quiere privar también ahora del significado de la Navidad, como afirmaba en un reciente artículo.