Widgetized Section

Go to Admin » Appearance » Widgets » and move Gabfire Widget: Social into that MastheadOverlay zone

1 noviembre 2022 • Rito Romano Tradicional

Marcial Flavius - presbyter

Conmemoración de todos los fieles difuntos: 2-noviembre-2022

A los fieles que visiten devotamente el cementerio u oren solo mentalmente por los difuntos se les concede la indulgencia plenaria (aplicable solamente a las almas del purgatorio) en cada uno de los días del 1 al 8 de noviembre, e indulgencia parcial en los demás días del año.

En el día de la conmemoración de los fieles difuntos (o, con el consentimiento del Ordinario, en el domingo anterior o posterior, o en la solemnidad de Todos los Santos), en todas las iglesias y oratorios se puede lucrar de indulgencia plenaria.

1ª Misa

EPÍSTOLA (1Cor 15, 51-57): Mirad, os voy a declarar un misterio: No todos moriremos, pero todos seremos transformados. En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, cuando suene la última trompeta; porque sonará, y los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es preciso que esto que es corruptible se vista de incorrupción, y que esto que es mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: «La muerte ha sido absorbida en la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?». El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado, la ley ¡Gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!

EVANGELIO (Jn 5, 25-29): En verdad, en verdad os digo: llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán. Porque, igual que el Padre tiene vida en sí mismo, así ha dado también al Hijo tener vida en sí mismo. Y le ha dado potestad de juzgar, porque es el Hijo del hombre. No os sorprenda esto, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio.

2ª Misa

2 Mac 12, 43-46: [42: Por su parte, el noble Judas arengó a la tropa a conservarse sin pecado, después de ver con sus propios ojos las consecuencias de los pecados de los que habían caído en la batalla.] Luego recogió dos mil dracmas de plata entre sus hombres y las envió a Jerusalén para que ofreciesen un sacrificio de expiación. Obró con gran rectitud y nobleza, pensando en la resurrección. Si no hubiera esperado la resurrección de los caídos, habría sido inútil y ridículo rezar por los muertos. Pero, considerando que a los que habían muerto piadosamente les estaba reservado un magnífico premio, la idea era piadosa y santa. Por eso, encargó un sacrificio de expiación por los muertos, para que fueran liberados del pecado.

Jn 6, 37-40: Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día»

3ª Misa

Ap 14, 13: Oí una voz del cielo, que decía: «Escribe: ¡Bienaventurados los muertos, los que mueren en el Señor! Sí —dice el Espíritu—, que descansen de sus fatigas, porque sus obras los acompañan».

Jn 6, 51-55: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo». Disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede este darnos a comer su carne?». Entonces Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida

Santa Teresa de Jesús intercediendo por las benditas ánimas del purgatorio

Reflexión

I. Ayer en la solemnidad de Todos los Santos celebrábamos la memoria de los fieles cristianos que completaron su peregrinación en la tierra y gozan ya de la plena unión con Dios.

Hoy la Iglesia nos convoca para orar por los difuntos y encomendarlos a la misericordia divina. De este modo, el calendario une prácticamente estos dos días que difieren en cuanto a su objeto pero que coinciden en cuanto a su motivo.

  • En cuando a su objeto: de los santos nos consta que han alcanzado ya la meta de la felicidad eterna. Por eso les damos culto y nos acogemos a su intercesión. De los difuntos que hoy conmemoramos sabemos que les espera, más o menos pronto, el encuentro con Dios, pero han de ser purificados para dicho encuentro definitivo.

Para llegar a la eterna bienaventuranza es preciso estar limpio de toda culpa. Con faltas y pecados veniales el alma no puede entrar en la morada de Dios. Y si no se ha expiado en la tierra, es mucho lo que ha de limpiar allí: pecados veniales, que retrasan la unión con Dios; faltas de amor y de delicadeza con el Señor; también la inclinación al pecado aumentada por nuestros pecados personales… El Purgatorio es la antesala del Cielo, donde el alma que en el momento de la muerte se encuentra en gracia de Dios, es decir, sin pecado mortal, se limpia y esclarece.

  • En cuanto a su motivo, el fundamento de ambas fiestas no es otro que el dogma de la comunión de los santos.

Por la íntima unión que existe entre todos los miembros de la Iglesia, son comunes los bienes espirituales que le pertenecen. Y entre los bienes comunes internos de la Iglesia se encuentra el fruto de las buenas obras que se hacen en la misma Iglesia y que Dios puede aplicar en favor de los vivos y de aquellos difuntos que se purifican para entrar en el cielo.

II. Movida por esta verdad, por el sentido de la fe y de la esperanza cristiana, la Iglesia nos invita a orar y ofrece el santo sacrificio de la Misa en favor de las personas que han fallecido. Y no solamente por nuestros allegados, amigos y conocidos sino por todos aquellos hijos de Dios «que nos han precedido con el signo de la fe y duermen ya el sueño de la paz» (Canon Romano).

Podemos ayudar mucho y de distintas maneras a las almas que se preparan para entrar en el Cielo y permanecen aún en el Purgatorio

La santa Misa, que tiene un valor infinito, es lo más importante que tenemos para ofrecer por ellas. También podemos ofrecer las indulgencias que ganamos en la tierra; nuestras oraciones, de modo especial el Santo Rosario; el trabajo, el dolor, las contrariedades, etc. Estos sufragios son la mejor manera de manifestar nuestro amor a los que nos han precedido y esperan su encuentro con Dios y con los que en muchas ocasiones nos une un deber de justicia (en el caso de nuestros padres, familiares, bienhechores…) y, en todo caso, de caridad.

En conclusión, los fieles honran a los santos del cielo como modelos e intercesores y alivian y auxilian a las ánimas del purgatorio con obras meritorias y satisfactorias, en particular la oración, la limosna y el ayuno. Así, en el ocaso del año litúrgico, el mes de noviembre se presenta como un particular momento para la vivencia de la comunión de los santos y la meditación acerca de las verdades eternas.

Que María santísima, que esperó con fe la Resurrección de su Hijo, interceda por las ánimas del Purgatorio y nos lleve a meditar en los misterios que ahora la Iglesia nos propone.