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25 octubre 2021 • La actual izquierda se dedica a la búsqueda o invención de minorías oprimidas

Manuel Parra Celaya

Evocando a Peppone

Me imagino que muchos lectores recuerdan las historietas salidas de la pluma magistral de Giovanni Guareschi (1908-1968) y, en concreto, a las que tienen como protagonistas inmortales a Don Camilo, párroco montaraz y perpetuo dialogante con su Cristo, y a José Peppone, su cordial enemigo, alcalde comunista del pueblo de ambos, en la Padania. Los libros que narran sus encuentros y desencuentros figuran en un lugar de honor de mi biblioteca, y me entrego a su repaso cuando siento la necesidad de recuperar, ya no la sonrisa, sino la amplia y franca carcajada, como en mis mejores tiempos.

Claro que son cuentos añejos, de esos que no se leen en las aulas actuales, propios de una circunstancia pasada de la vida europea, pero ello no es óbice para que -como ocurre con todos los clásicos de verdad- contengan pinceladas intemporales sobre el ser humano y (con perdón) sobre la puerca política; lo mucho que ha llovido desde su publicación y desde sus constantes reediciones no les ha restado humanidad ni, por lo que les explicaré, actualidad.

El pasado sábado volvió a mi recuerdo, en concreto, la figura de rudo y fanático Peppone; no tanto la de Don Camilo, pues me da la sensación de que hoy en día habría sido suspendido a divinis por Bergoglio… Todo con ocasión de ser testigo accidental, en Madrid, de una gigantesca manifestación que recorría las calles de su centro urbano en reivindicación de unas pensiones justas para los jubilados y, de paso, en defensa a ultranza de los servicios públicos. Y ahora viene la analogía que me llevó a recordar las narraciones de Guareschi.

En una de estas, Peppone encabeza una airada manifestación de protesta con una multitud suscitada por sus compañeros del Partido; los ánimos están exaltados y, al llegar frente al Ayuntamiento, arrecian los gritos, entre los que destaca el vozarrón del líder comunista: “¡Que salga el alcalde, que salga el alcalde!” Uno de sus fieles le descarga un codazo y le susurra: “¡Oye, que el alcalde eres tú!”. Fue inevitable que, en la suave mañana otoñal de 2021 en la calle de Alcalá, me volviera a la mente la referencia literaria mencionada…

Los manifestantes habían llegado en autocar desde todos los lugares de España, y las representaciones ondeaban innumerables símbolos de las diferentes Autonomías de procedencia; junto a ellas, banderolas o pendones con las siglas de los sindicatos mayoritarios, banderas rojas con la hoz y el martillo o la estrella, y multitud de tricolores de la II República; me esforcé por vislumbrar alguna Bandera Nacional, es decir, la de todos los españoles, fueran de derechas, de centros, de izquierda o simplemente ciudades sin partido que llevarse a las urnas; evidentemente, no había ninguna.

Una vez más, a diferencia de nuestra vecina Francia, por ejemplo, donde toda reivindicación lleva por delante la bandera nacional, aquí lo localista sustituía a lo común y general, y lo partidista prevalecía sobre el interés general de los ciudadanos. Claro que no había nada que objetar con los motivos y quejas de los manifestantes: nada menos que justicia hacia los que más van a sufrir el impacto de la Globalización inmisericorde, que amenaza incluso con llevarse por delante las conquistas de los llamados Estados del Bienestar; uno hubiera suscrito de buena gana la mayoría de las pancartas y carteles al respecto…

Pero, vamos a ver: ¿no existe en España un gobierno de izquierdas, en extraña mescolanza de socialismo-sanchismo, por una parte, y de neocomunismo-podemita, por la otra? ¿No es la izquierda la que siempre levanta su voz en teórica defensa de los más desfavorecidos frente a los gobiernos de la derecha que suelen desatenderse de las necesidades populares más apremiantes y justas? ¿Contra qué tipo de gobierno protestaban y gritaban en Madrid el otro día los pensionistas y sus compañeros de manifestación?

Se me ocurren varias explicaciones para esta incongruencia. La primera y principal es que, como sabemos de sobra, la actual izquierda, lejos de hacer honor a su razón de ser, se dedica a la búsqueda o invención de minorías oprimidas a las que redimir, a la promoción de antropologías de cartel, a perpetuar la división entre los españoles con su manipulación de la historia y a compadrearse con lo más reaccionario, que son los nacionalismos irredentos, para perpetuarse en el poder.

La segunda explicación es más teórica y tiene más enjundia, con rasgos dialécticos de la mano de aquel ilustre economista ya fallecido, Manuel Funes Robert; este se mostraba partidario de una nueva lucha de clases, a saber: en un lado, el capitalismo financiero y especulador, con sus aliados los políticos; en el otro, todos los demás: trabajadores, empresarios, jubilados, estudiantes…, ciudadanos europeos en suma. Escrito quedó, y me temo que tanto a Funes Robert como a Guareschi les oculta un espeso velo de silencio, que llena de polvo las páginas de sus escritos, científicos o de ficción, respectivamente.

Volviendo a la manifestación de Madrid, nos hubiera sorprendido que, a su cabeza, figurara un sonriente y despechugado Pedro Sánchez coreando las consignas a voz en grito, hasta que algún compañero avispado le diera un codazo y le susurrara al oído: “¡Oye, que el presidente del Gobierno eres tú!”