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24 julio 2021 • Rito Romano Tradicional

Marcial Flavius - presbyter

Santiago Apóstol, patrono de España: 25-julio-2021

Epístola (1Cor 4, 9-15)

Por lo que veo, a nosotros, los apóstoles, Dios nos coloca los últimos; como condenados a muerte, dados en espectáculo público para ángeles y hombres. Nosotros unos locos por Cristo, vosotros, sensatos en Cristo; nosotros débiles, vosotros fuertes; vosotros célebres, nosotros despreciados; hasta ahora pasamos hambre y sed y falta de ropa; recibimos bofetadas, no tenemos domicilio, nos agotamos trabajando con nuestras propias manos; nos insultan y les deseamos bendiciones; nos persiguen y aguantamos; nos calumnian y respondemos con buenos modos; nos tratan como a la basura del mundo, el desecho de la humanidad; y así hasta el día de hoy. No os escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros. Porque os quiero como a hijos; ahora que estáis en Cristo tendréis mil tutores, pero padres no tenéis muchos; por medio del Evangelio soy yo quien os ha engendrado para Cristo Jesús. 

Evangelio (Mt 20, 20-23)

Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: «¿Qué deseas?». Ella contestó: «Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda». Pero Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?». Contestaron: «Podemos». Él les dijo: «Mi cáliz lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre»

Reflexión

En este día levantamos nuestros ojos y nuestros corazones hacia Santiago el Mayor, el Apóstol, que en el breve espacio de los años que transcurrieron entre la muerte de Jesucristo (30) y su martirio en Jerusalén (42), supo hacer honor al sobrenombre que le había puesto su Divino Maestro, cuando le denominó «Hijo del Trueno».

Leemos en el Breviario Romano[1] que después de la ascensión de Jesucristo a los cielos, Santiago predicó su divinidad en Judea y Samaria y llevó a muchos la fe cristiana. Luego marchó a Hispania, donde convirtió algunos a Cristo, de entre los cuales después fueron en número de siete ordenados Obispos por S. Pedro y enviados los primeros en España. Después, vuelto a Jerusalén, como instruyó en la verdad de la fe, entre otros al mago Hermógenes, el rey Herodes Agripa[2] para buscarse el apoyo de los judíos le condenó a ser decapitado. El judío que le llevó al tribunal, viendo la generosidad con que confesaba a Cristo se sintió tan movido que confesó que también era cristiano y fue conducido al mismo suplicio[3]. Posteriormente su cuerpo fue trasladado a Compostela a donde continúa la concurrencia de peregrinos de todo el mundo cristiano durante siglos.

Por todo ello, celebramos la fiesta de Santiago Apóstol como patrono de España. Es decir, ponemos a Santiago como modelo de nuestra vida cristiana no solo individualmente sino también como miembros de una de las naciones más antiguas y de historia más gloriosa que es España, la tierra en la que él mismo anunció el Evangelio.

En los primeros pasos del cristianismo naciente en Jerusalén, las mismas autoridades judías que habían condenado a muerte a Jesús, pretendieron imponer el silencio a Pedro y a los Apóstoles: «os hemos ordenado -les dijeron- que no enseñéis sobre este nombre, y habéis llenado Jerusalén de vuestra doctrina y queréis traer sobre nosotros la sangre de ese hombre». Pero ellos respondieron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres»[4].

Es decir: frente al relativismo ético que caracteriza muchos aspectos de la cultura contemporánea, el testimonio de los Apóstoles nos recuerda que hay valores que no pueden sustentarse sobre provisionales y volubles “mayorías” de opinión, sino en el reconocimiento de una ley moral objetiva (ley natural) que es referencia normativa de la misma ley humana.

Los gobiernos no solamente tienen que cumplir la ley natural, plasmación en la conciencia humana de la ley eterna, sino que deben ser confesionalmente católicos. Deben reconocer en sus principios o constitución que la religión católica es la única verdadera y que su obligación favorecerla e impedir la propagación de otras religiones. Aunque el deber de procurar esa confesionalidad del estado y la unidad religiosa es inalterable e incondicionado, su aplicación es prudencial y ha de tener en consideración las circunstancias, de modo que, evidentemente, sólo es aplicable, en el caso de sociedades católicas, pero no en aquéllas donde los católicos son minoría. En ellas, el gobernante católico sólo tiene la obligación de que las acciones políticas sean conforme a ley natural y la de conceder a la Iglesia la libertad que necesita para ejercer su ministerio.

El fundamento sobre el que se asienta el deber de la sociedad y del estado de «rendir piadosa y santamente culto a Dios»[5], radica en que la sociedad, tan necesaria y beneficiosa para el hombre, procede como el hombre mismo de Dios, de modo que si éste tiene ese deber, no menos los tiene la sociedad[6].

Pidamos al Apóstol Santiago que «vele sobre nosotros, sobre nuestras familias, sobre todo el pueblo de España, para que se reavive el gozo y el compromiso de la fe. Y como la fe, que es don continuamente ofrecido por Dios a cada uno, nos ha venido ligada a una tradición, que también es don de Dios, haga el Apóstol que las generaciones sucesivas hereden de nosotros la fidelidad al Evangelio»[7].


[1] Cfr. 25-julio, Maitines, II Nocturno, Lecciones V y VI.

[2] Se trata de Herodes Agripa I. Era nieto de Herodes el Grande, el que mató a los niños de Belén, y sobrino de Herodes Antipas, ante quien compareció Jesús el Viernes Santo

[3] Noticia esta última trasmitida por Clemente de Alejandría.

[4] Cfr. Hch. 5, 27-29.

[5] LEÓN XIII, Humanum genus, nº 17.

[6] Cfr José Miguel GAMBRA, “¿Debe ser católica la acción política?”, in: Tradición Católica 182 (2003) 12.

[7] José GUERRA CAMPOS, “Santiago Apóstol” (25-julio-1972), in: El Octavo Día, Madrid: Editora Nacional, 1972, 141.