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25 enero 2019 • Las izquierdas se mostraron superiores en la propaganda de guerra • Fuente: Dichos, Actos y Hechos

Pío Moa

Significado histórico de la guerra civil

 Vuelve “Una hora con la Historia” en Radio Ya (digital) a partir de este sábado a las 20,00. Se reproducirá los lunes de 16.00 a 17.00 y los martes de 2 a 3 de la noche. También estará en YouTube y el podcast.  Recordamos que es un programa dedicado a combatir la memoria histórica en lo que tiene de falseamiento de la realidad y de imposición totalitaria. Y  que para ser eficaz precisa de la colaboración de sus oyentes difundiéndola  y colaborando económicamente en la siguiente cuenta:  ES09 0182 1364 3302 0154 3346

Muchos han interpretado la guerra civil como un golpe militar y reaccionario o fascista contra una democracia, cargando las tintas sobre los asesinatos atribuidos a los alzados. Esa versión procede fundamentalmente de la propaganda comunista, y ha sido aceptada, asombrosamente, por buena o mala parte de la derecha.  Desde tal enfoque alzarse contra un gobierno de derecha elegido por mayoría, como en el 34, sería un ejercicio de democracia; unas elecciones demostradamente fraudulentas son democráticas; y es otro ejercicio de democracia incendiar y asesinar sin tasa.

Dado que la incesante campaña propagandística se centra en las víctimas, debe reconocerse que las izquierdas se mostraron superiores en la propaganda de guerra, inventando la inexistente matanza de la plaza de toros de Badajoz, exagerando sin tasa sobre el bombardeo de Guernica, etc. Y esa propaganda continúa hoy achacando a los nacionales una represión genocida, cuando el único genocidio real fue la persecución religiosa. Al tratar estas cuestiones deben recordarse las propagandas totalitarias del siglo XX, tan efectivas en crear odios e histerias, y hoy nuevamente amenazantes.

Señalemos, de entrada que en toda guerra cae gente de un lado y de otro. ¿Cuál fue su número? Los más de cien mil “desaparecidos enterrados en cunetas” son pura propaganda del odio,  negocio infame con dinero que nos obligan a pagar a todos. Hubo, claro está, fusilamientos regulares e irregulares, con cifras parecidas en los dos bandos (unas 60.000), según prueban los estudios de R., Salas Larrazábal, A. D. Martín Rubio y otros ajenos a la propaganda; con mayor intensidad en el Frente Popular al afectar a un territorio menor. El terror mutuo tuvo algunas diferencias. La grave responsabilidad de haberlo iniciado, ya al comienzo de la república, recae sobre las izquierdas. Terror agravado en la insurrección de octubre del 34 y después de las elecciones del 36. El terror contrario, y esto importa mucho, fue de respuesta. También el del Frente Popular se distinguió por un mayor ensañamiento y sadismo.

De los fusilados de posguerra se han dado cifras entre 200.000 y 80.000, al gusto de autores. Hoy se están investigando los archivos de las sentencias de muerte: entre 25.000 y 30.000, casi todas por graves delitos de sangre, y  la mitad conmutadas a una cadena perpetua que no solía pasar de seis años.

Al explotar la emocionalidad en torno a las víctimas, la versión propagandística de la historia busca ocultar cuestiones más decisivas, sin las cuales no puede entenderse el fondo de aquel conflicto: ¿qué se dirimía en la lucha y qué carácter tenía cada bando?  En las elecciones de febrero del 36 se impuso el Frente Popular mediante el fraude, un auténtico golpe de estado seguido de la destrucción total de la legalidad republicana o de lo que esta tenía de democrática, hasta hacer imposible la convivencia en paz y libertad. Llamar “republicano” al Frente Popular no deja de ser una estafa intelectual de principio. Dicho frente integraba, de derecho o de hecho (y con persecuciones y crímenes entre ellos),a socialistas, comunistas, separatistas catalanes y vascos, y golpistas republicanos de izquierda. No solo ninguno era demócrata, sino que su propia composición imponía una rápida evolución hacia un régimen totalitario de tipo soviético, acompañado de una eventual disgregación de España. Y del exterminio del cristianismo, que, guste o no, es la raíz de la cultura occidental.

El bando nacional, lógicamente, defendía lo contrario: la unidad de España,  la cultura cristiana, la libertad personal y la propiedad privada. Se componía de cuatro partidos o “familias”: católicos políticos, monárquicos, carlistas y falangistas, estos más próximos al fascismo. Todos se afirmaban católicos y su ideología común venía a ser la doctrina  social de la Iglesia. El régimen se declaró confesional, por lo que gozó largo tiempo de apoyo del Vaticano, hasta el Concilio Vaticano II de los años 60.

Indicio del carácter de cada bando fue la ayuda exterior. La alianza izquierdista-separatista la recibió de la Unión Soviética y los nacionales de la Alemania y la Italia fascistas. Pero fueron ayudas de muy distinto carácter. El PSOE, al entregar a Stalin (ilegalmente) el grueso de las reservas financieras del país, hizo de Moscú el amo de los armamentos y por tanto del propio Frente Popular. Además Stalin disponía de un partido agente y teledirigido, el comunista, que pronto se hizo el más fuerte, sobre todo en los decisivos ejército y policía. Nada remotamente parecido lograron Hitler o Mussolini  en relación a Franco. Este siempre se mantuvo independiente y  ya meses antes de terminar la contienda advirtió, para decepción de sus “ayudantes”, que sería neutral  si en Europa se llegaba al choque bélico entre países fascistas y democráticos.

Obviamente, en aquella guerra no estaba en juego la democracia. En el Frente Popular, por lo ya visto, y en el bando nacional porque identificaba la democracia con la explosión de odios de la república. Fue una lucha entre totalitarios-separatistas  y autoritarios. Vencieron estos, restringiendo las libertades políticas pero preservando la libertad personal, que el impulso totalitario del Frente Popular tendía a anular  junto con las libertades políticas.

Lo que, en definitiva se dirimió en aquella guerra, fue gran crisis histórica nacida del “Desastre del 98”; e incluso, más profundamente, de la invasión napoleónica.