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26 diciembre 2018 • Incluso autores que rechazan la posibilidad de una extinción o desaparición de la dicotomía admiten su profunda modificación o renovación

Arnaud Imatz

La división izquierda / derecha: ¿Ocaso o transformación?

Texto escrito a raíz del programa de radio de Domingo González: “Platon regresa a la caverna” sobre la división derecha / izquierda. Grabado a finales de noviembre, con la participación del politólogo Jerónimo Cano Molina (especialista de Aron, Freund y Bouthoul), el programa ha sido emitido el 30 de noviembre (Enlace al Programa 1), el 7 (Enlace al Programa 2) y el 14 de diciembre 2018 (Enlace al Programa 3). El artículo se propone resumir el contenido de mi libro Droite / Gauche pour sortir de l’équivoque. Histoire des idées et des valeurs non conformistes du XIXe au XXIe siècle, Paris: Editions Pierre Guillaume de Roux, 2016, 438p.

Uno de los temas que ha sido más evocado por los comentaristas políticos europeos durante los últimos años es la posibilidad o imposibilidad de superación de la división izquierda / derecha. Ha sido especialmente el caso en dos países de la Europa “latina”, Francia e Italia donde muchos observadores consideran que la vieja dicotomía es incapaz de responder a los nuevos desafíos sociales, culturales y civilizacionales. Desde finales de los años 2000, 60 a 70% de los ciudadanos encuestados en estos países han opinado sin ambages que la democracia ha dejado de funcionar correctamente, y que no hay diferencias sustanciales entre los gobiernos de derecha y de izquierda. En España, la cuestión de la validez de dicha dicotomía  ha sido hasta hoy casi totalmente desatendida por los académicos como por los llamados “expertos” de los grandes medios de comunicación. El panorama político de la Península no dejaba cabida a semejantes debates y dudas. Podemos nació con un cierto halo de transversalidad pero evolucionó rápidamente hacia un populismo de extrema izquierda, saturado de marxismo-leninismo e influenciado por un bolivarianismo venezolano purgado de cualquier contenido patriótico. El PSOE sigue manteniendo oficialmente una posición de izquierda reformista (socialdemócrata). El PP y Ciudadanos se sitúan respectivamente en el centro derecha (neoliberalismo-social) y en el centro izquierda (neosocial-liberalismo). Finalmente, se encuentra Vox, un partido tachado de extrema derecha por sus opositores (pero en realidad nacido bajo el signo inequívoco del liberalismo-conservador)[1] pero que apenas acaba de irrumpir en la arena política. La cuestión de la permanencia o del fin de la división izquierda / derecha parece por lo tanto abstracta, teórica, fuera de lugar y zanjada  para la gran mayoría de los españoles (y aún no se sabe si definitivamente o temporalmente ¿?).

¿Cómo definir la izquierda y la derecha? El punto de vista esencialista: la división no ha terminado

Spain is different” se decía antaño. Sin embargo, si se quiere entender la sorprendente y radical evolución político-social reciente de los países europeos (el nacimiento y desarrollo de numerosos movimientos populistas en la mayor parte del continente, la alianza gubernamental entre la Liga y el Movimiento 5 estrellas en Italia, las rebeliones/insurrecciones del pueblo contra las autoproclamadas “élites progresistas” como los “Bonnets rouges” y los “Chalecos amarillos” en Francia, el Brexit del Reino Unido, etc.) es necesario llevar a cabo una profunda reflexión intentando contestar seriamente a una serie de preguntas claves: ¿Qué es la derecha? ¿Qué es la izquierda? ¿Cuáles son los argumentos a favor y en contra de la tradicional división articulando la vida política de las democracias representativas modernas? Y finalmente: ¿Por qué la dicotomía izquierda / derecha está cada día más desacreditada en la opinión pública de los países europeos?

En realidad, más allá de la multiplicidad de definiciones de la derecha y de la izquierda, dos enfoques radicalmente diferentes se enfrentan: uno filosófico y otro histórico. El filosófico busca definir la esencia, la naturaleza íntima de los dos fenómenos; el histórico, es empírico y relativista, niega que sean absolutos aislados, independientes de situaciones contingentes (locales y temporales). El primer enfoque conduce a reforzar o consolidar la dicotomía tradicional y el segundo lleva a  criticarla, cuestionarla o ponerla en duda[2].

El punto de vista esencialista ha sido defendido por numerosísimos autores en toda Europa: entre otros, por el francés René Rémond ó el húngaro-americano Thomas Molnar. Desde la derecha, hoy encontramos por ejemplo al antiguo consejero del ex-presidente francés Nicolas Sarkozy, Patrick Buisson, o al catedrático de Derecho Constitucional Jean-Louis Harouel. Desde la izquierda, los más conocidos son quizás el italiano Norberto Bobbio y el inglés Ted Honderich. En España, se puede citar, desde la izquierda, a Esperanza Guisan (La ética mira a la izquierda) y, en la otra vertiente, a Gonzalo Fernández de la Mora (La envidia igualitaria)[3]

En el sentido más convencional y vulgar de la palabra se suele equiparar la derecha a la estabilidad, la autoridad, la jerarquía, el conservadurismo, la fidelidad a las tradiciones, el respeto al orden público y a las convicciones religiosas, la defensa de la familia y de la propiedad privada. Se suele también repetir que la izquierda encarna la insatisfacción, la reivindicación, el movimiento, el sentido de la justicia, el don y la generosidad.

Más, según cierta propaganda «progresista-liberal» y neo-marxista, la derecha sería la reacción contra la Ilustración, contra el Progreso, la Ciencia, la Igualdad, el Humanismo (dioses escritos siempre con mayúsculas). La derecha y la izquierda reflejarían el eterno conflicto entre los ricos y los pobres, los opresores y los oprimidos. Pero si se investiga más seriamente el tema, esta identificación de la derecha política con la derecha económica, o de la derecha de convicción con la derecha de intereses, muy extendida en los medios de comunicación, se revela un mito, una falsedad propagandística. Lo saben muy bien los lectores de Wilfredo Pareto familiarizados con su famosa tesis sobre la colusión entre los plutócratas y los revolucionarios (tenemos los ejemplos diáfanos de los actores y herederos de la Revolución Francesa, y hoy en día basta citar al magnate multimillonario y especulador financiero George Soros para aclarar suficientemente el tema). De hecho, en Europa ha habido siempre una derecha iliberal o antiliberal, tradicional, social y anticapitalista, que no solo afirma su  compromiso con la comunidad nacional pero que también defiende la justicia social. Y paralelamente ha habido también en la historia de Europa una izquierda socialista defensora a la vez del republicanismo, del laicismo, y de la patria o de la nación.

¿Cuáles son las oposiciones convencionales entre izquierda y derecha?

El punto de vista esencialista favorece siempre la “idea” más que la «existencia», la realidad y los hechos.  Se desarrolla a varios  niveles de análisis los cuales son más o menos sofisticados. Conviene citar aquí una serie de oposiciones muy conocidas:

  1. Primero, existiría el pesimismo de la derecha frente al optimismo de la izquierda. El realismo y el sentimiento trágico de la vida versus el idealismo, el sentimentalismo buenista y el triunfalismo de la buena conciencia. Según esta premisa habría dos temperamentos que se opondrían siempre: los conservadores contra los progresistas.
  2. A otro nivel de análisis algunos afirman que existen dos posiciones metafísicas: la trascendencia y la inmanencia. Por un lado los que defienden a Dios y por otro los que deifican al hombre. Se suele oponer la metafísica cristiana y la correcta lectura de los Evangelios a las grandes herejías y utopías falsificadoras del cristianismo, al gnosticismo (el Dios del mal frente al Dios del bien) y al milenarismo. Habría en el fondo la luz y la oscuridad, el bien y el mal pero, por supuesto, esto cada uno de los dos bandos de derecha o izquierda los interpreta y define a su manera.
  3. Según otros autores, existiría, por un lado, la derecha que cree en la naturaleza humana sin cambios y, enfrente, la creencia de la izquierda en la perfectibilidad indefinida del hombre (un hombre por supuesto impecable, no manchado por el pecado original como lo enseña el cristianismo). Existiría la derecha que cree en el orden natural frente a la izquierda que cree en la razón universal; la derecha que tiene una visión holística de la sociedad frente al enfoque individualista de la izquierda (ese individualismo excesivo habría aparecido después de la Revolución francesa y explicaría la reacción colectivista y totalitaria ulterior del marxismo); existiría el organicismo de la derecha (es decir la sociedad que se desarrolla como un árbol con raíces y ramas que no se pueden cambiar impunemente conforme a la voluntad de cada cual) frente al mecanicismo de la izquierda (es decir la sociedad que funciona como un reloj con la posibilidad de cambiar y modificar sin límite cada una de las piezas).
  4. Existiría por otra parte la derecha que defendería la ética familiar y comunitaria frente a la izquierda obsesionada por la liberación de la moral y de las costumbres.
  5. Existiría el aristocratismo espiritual (que no se debe confundir con el aristocratismo social o material) y el sentido de la libertad típico de la derecha frente al igualitarismo nivelador y materialista de la izquierda; en otros términos: la calidad frente a la cantidad.
  6. Existiría la pasión por la unidad de la derecha (con su llamada a la unión de la comunidad nacional) contra el espíritu de división de la izquierda (con su permanente reactivación de la lucha de clases).
  7. Existiría la visión conflictiva o polemológica del mundo, característica de la derecha, frente al sueño del futuro radiante de la humanidad, frente a la utopía del «hombre nuevo» de la izquierda (por supuesto no se trata aquí del hombre nuevo deseado por el Dios cristiano sino del hombre nuevo perseguido por los totalitarismos modernos – el marxismo-leninismo, el nacional-socialismo racista y el neoliberalismo-mundialista). Y aquí nos encontramos de nuevo con las herejías cristianas, la gnosis y la negación del pecado original.
  8. Finalmente, existiría la pelea eterna entre lo viejo y lo nuevo. Y de paso conviene mencionar aquí que algunos autores no dudan incluso en ver un marcador de la derecha en la defensa de la lengua. Como si los maestros de las escuelas públicas de antaño, a menudo republicanos, laicistas, socialistas, “progresistas” y nacionalistas, no fueran en realidad más que reaccionarios o derechistas ignorados.

En resumen, desde el punto de vista esencialista hay siempre una derecha y hay siempre una izquierda.  Algunos, como el francés Jacques Anisson du Perron,  van muy lejos en esa reflexión. Parten de la premisa o axioma intangible: «la derecha siempre ha existido desde que se confundió con la organización política de las civilizaciones tradicionales. Y por el contrario, la izquierda ha aparecido sólo en los tiempos modernos…». Según este criterio maximalista estaríamos condenados eternamente a vivir y conocer dos concepciones opuestas del mundo y de la vida, y en un nivel inferior, habría dos formas de psicología o de temperamento.

Quizás no sea inútil recordar aquí que el matemático y disidente ruso Igor Chafarevich decía que, desde un punto de vista filosófico, el socialismo  ha existido siempre como tendencia específica de las sociedades humanas (y que no solo apareció históricamente en el siglo XIX). Y no olvidemos tampoco que Nicolas Berdiaev decía lo mismo del nacionalismo o patriotismo (los cuales a pesar de lo que pretenden los ignorantes y demagogos tienen una buena parte de historia común en sus formas modernas: nacieron primero en la izquierda, a principios del siglo XIX, y pasaron luego parcialmente en la derecha, a finales del siglo XIX).

Dicho esto,  conviene subrayar que la mayoría de los autores “esencialistas” insisten en el carácter diverso y plural tanto de la derecha como de la izquierda. Ponen en evidencia, con acierto, que no hay una derecha y una izquierda, sino derechas e izquierdas. Pero se debe subrayar que no hay consenso entre ellos a la hora de definirlas o clasificarlas. Así, por ejemplo, el catedrático democristiano francés René Rémond distinguía tres derechas: tradicionalista, liberal y nacionalista; y tres izquierdas: libertaria, autoritaria y marxista. Pero otros autores (como el socialista israelí Zeev Sternhell) distinguían dos derechas: radical/revolucionaria y conservadora, y dos izquierdas: progresista y revolucionaria y otros (como el monárquico tradicionalista Stéphane Rials) veían al contrario sólo una derecha tradicional y cuatro izquierdas: autoritaria-nacionalista, liberal-burguesa, anarco-libertaria y social-marxista. Más recientemente, otros autores (como Marc Crapez, el especialista de la izquierda nacionalista o “reaccionaria”) han señalado la existencia de una buena docena de tendencias de derechas y de izquierdas y han desacreditado o quitado mucho valor e interés a las clasificaciones con carácter pedagógico y académico.

¿Por qué y cómo se critica la división izquierda / derecha? El punto de vista histórico-relativista

Históricamente, la división derecha/ izquierda tiene apenas un siglo o un siglo y medio de antigüedad. Esa es la prosaica realidad. Después de la Revolución Francesa y durante décadas, la división u oposición se limitó a una cuestión de lenguaje parlamentario (los partidarios del poder ocupaban los escaños de la derecha y la oposición los de la izquierda). Por cierto, como bien dijo Gustavo Bueno “En las Cortes de Cádiz no hay derecha e izquierda”. La mítica división es en efecto bastante reciente. En la opinión pública, su nacimiento se remonta a penas a los años 1870, 1900 y quizás aún más tarde, a los años 1930. Por lo tanto, el gran conflicto cíclico entre la derecha eterna y la izquierda inmortal tiene poco más de un siglo. Como decía acertadamente Julien Freund en 1986, “es una división esencialmente europea e incluso localizada en los países latinos, aunque, haya sido recuperada hace poco por los países anglosajones”.

Para el historiador de las ideas políticas, es bastante fácil demostrar que los valores de la derecha y de la izquierda no son inmutables, que los cruces o intercambios de ideas han sido y siguen siendo constantes. Las derechas son diversas y plurales como las izquierdas, y eso explica sus permanentes conflictos y divisiones. Las derechas y las izquierdas son universalistas o particularistas; globalistas/mundialistas y defensoras del libre comercio o patrióticas y anticapitalistas; centralistas y jacobinas o regionalistas, federalistas y separatistas; atlantistas, occidentalistas y europeístas (partidarias de una Europa federal) o nacionalistas, europeístas (defensoras de una Europa de las naciones) y/o no tercermundistas; son individualistas, racionalistas, positivistas, organicistas, mecanicistas, ateas, agnósticas, espiritualistas, teístas o cristianas. No existe una definición intemporal ni de las derechas ni de las izquierdas que se aplique en todos los lugares y en todos los tiempos. Derechas e izquierdas sólo pueden definirse históricamente en relación con períodos y problemas que surgen en un momento dado.

Es muy fácil mostrar que los principales temas políticos se mueven constantemente de izquierda a derecha y viceversa. Creo haberlo hecho ampliamente en mi libro Droite / Gauche, pour sortir de l’équivoque.[4] Es el caso del imperialismo, del colonialismo, del racismo, del antisemitismo, del antisionismo, de la antimasonería, del anticristianismo, del anticatolicismo, del antiparlamentarismo, de la crítica del modelo demo-liberal, del tecnocratismo / antitecnocratismo, del maltusianismo / antimalthusianismo, del federalismo, del centralismo, del antiestatismo, del regionalismo y del separatismo, del ecologismo, de la acusación contra los derechos humanos y el derecho de injerencia (acuérdense de las críticas del liberal antifascista italiano Benedetto Croce, del socialista Harold Lasky o del nacionalista el Mahatma Gandhi); es también el caso de la denuncia de la Ilustración, , del anticapitalismo, de la defensa de la soberanía y de la identidad de los pueblos, del anti-inmigracionismo[5], de la preferencia nacional, de la islamofilia e islamofobia (que por cierto no deben confundirse con la arabofilia y arabofobia), del patriotismo, del nacionalismo, del soberanismo, de la eurofilia y eurofobia, de la Rusofilia y Rusofobia, de la alianza con el Tercer Mundo, del antiamericanismo (crítica del imperialismo estadounidense), etc., etc. Todos, absolutamente todos estos temas escapan al obsesivo debate entre la derecha y la izquierda. Muchos de ellos siguen oponiendo y dividiendo no solo los partidos sino también adentro de los partidos. Y así se entiende mejor que las uniones o alianzas de las derechas o de las izquierdas hayan sido y son siempre frágiles, volátiles y provisionales. Esto sin olvidar por supuesto el peso a la vez de los egos, habitualmente sobredimensionados, de los líderes políticos, de sus intereses y de sus planes de carreras divergentes y antagónicos.

José Ortega y Gasset

¿Quiénes son los autores que más han criticado la división izquierda / derecha?

La puesta en duda de la permanente validez de la dicotomía izquierda / derecha  es histórica pero también filosófica y moral. Y por eso no es el monopolio de ningún autor, movimiento intelectual o partido político.

Es el liberal José Ortega y Gasset que decía con acierto: “Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral” (La rebelión de las masas, prefacio para el lector francés, 1930).

Es el liberal francés Raymond Aron que afirmaba: «Una cierta claridad en la confusión de las disputas francesas sólo puede lograrse rechazando estos conceptos ambiguos [de derecha e izquierda]» (Prefacio a L’opium des intellectuels, 1955).

Es el liberal-conservador Julien Freund que escribía: «La distinción entre izquierda y derecha es polémica y electoral […] es una de las formas actuales de la lucha por el poder». Y también: «La corrección filosófica requiere que vayamos más allá de esta clasificación circunstancial y local» (L’essence du politique, appendice, rééd. 1986).

Es el personalista, nacional-sindicalista, José Antonio Primo de Rivera que incitaba a rechazar los odios de la derecha y de la izquierda y declaraba: “El ser derechista, como el ser izquierdista, supone siempre expulsar del alma la mitad de lo que hay que sentir. En algunos casos es expulsarlo todo y sustituirlo por una caricatura de la mitad” (9 de enero de 1936).

Es el marxólogo, Costanzo Preve, figura representativa del comunismo italiano, que aseguraba: “La dicotomía derecha / izquierda no es más que un residuo incapacitante o una prótesis artificial perpetuada por la clase dominante” (Italicum, nº1-2, 2004).

Es el exmilitante sesentayochista, el izquierdista Jean Baudrillard, que afirmaba: “Si algún día la imaginación política, la exigencia y la voluntad política tienen una posibilidad de recuperarse no podrá ser más que sobre la base de la abolición radical de esta distinción fosilizada que ha sido anulada y desacreditada al hilo de los años y que solo se mantuve gracias a la complicidad en la corrupción” (De l’exorcisme en politique, 1998).

Es el socialista libertario griego, Cornelius Castoriadis, que decía: “Hace tiempo que la dicotomía izquierda / derecha no se ajusta a los grandes problemas de nuestro tiempo ni a opciones políticas radicalmente opuestas  (Le Monde, 12 de julio de 1986).

Etc.etc.

En realidad, existe un sinfín de autores con convicciones muy diversas que forman parte, en mayor o menor medida, de la tradición crítica de la fractura izquierda / derecha. Conviene citar aquí, a titulo de ejemplos, algunos nombres como el tradicionalista Donoso Cortés,  los liberales Ortega y Unamuno, el socialista-marxista heterodoxo, Gustavo Bueno;  los franceses Pierre-Joseph Proudhon, Maurice Barrès, Charles Péguy, Simone Weil, Daniel-Rops, Jean Baudrillard, Jean-Claude Michéa, Christophe Guilluy, Vincent Coussedière, Alain De Benoist, Marcel Gauchet; los americanos Christopher Lasch, Paul Piccone y Paul Gottfried; los italianos Costanzo Preve,  Augusto del Noce, Pier Paolo Pasolini, Marco Tarchi, Marco Revelli, y un largo etc.[6]

Más, durante las últimas décadas  legiones de politólogos y periodistas han notado que la izquierda neosocial-demócrata (con sus aliados de la extrema izquierda) ha dejado de proclamar su voluntad de resolver la cuestión social y hacer la revolución social (con la esperanza de la liberación del proletario) para asumir los principios del libre mercado e invocar preferentemente los “valores” socioculturales (defensa de la utopía del “ciudadano mundo” y de la integración de las minorías victimizadas, homosexualismo, feminismo, inmigracionismo, ideología del género y multiculturalismo), cuando, por su parte, la derecha neoliberal (rechazando las alianzas con las derechas tradicionales y radicales) ha abandonado la defensa de la Nación, la moral, la religión y la familia, para preocuparse exclusivamente y cínicamente de la economía.

¿En qué consiste ser simultáneamente de derecha y de izquierda?

Marxistas, social-demócratas, social-liberales y conservadores-liberales a menudo reducen la denuncia de la oposición derecha / izquierda a una actitud extremista, cínica o incluso fascista. Muchos comentaristas políticos denuncian en la crítica de la tradicional dicotomía la mera regeneración del fascismo (cuando no del nazismo) de los años treinta. Pero esto no es más que un argumento de propaganda político-electoral invalidado por los hechos y la realidad histórica.

En el fondo, definirse simultáneamente de derecha y de izquierda es expresar muy sencillamente la convicción de que una comunidad política necesita a la vez justicia y libertad, progreso y conservación, patriotismo e internacionalismo, personalismo y colectivismo, orden y libertad, iniciativa económica y garantías sociales, respeto de los derechos humanos y afirmación de los deberes del hombre, igualdad y meritocracia, solidaridad y competitividad. ¡Ni más ni menos!

Se pueden sintetizar todas esas preocupaciones en pocas palabras. Es la voluntad política de defender y afirmar, por una parte, los valores espirituales, religiosos, patrióticos o nacionales y, por otra parte, las cuestiones sociales o de justicia social. No es y de ninguna manera, como muchos políticos y periodistas dicen, el monopolio del fascismo de los años treinta. Bien al contrario, la tentativa de síntesis se encuentra en los programas de numerosísimos  movimientos de pensamiento, que han ido naciendo y desarrollándose desde finales del siglo XIX hasta nuestros días y en toda Europa. Son movimientos a veces radicales, revolucionarios y extremistas, y otras veces moderados y reformistas según los lugares y las épocas. En mi libro, me refiero a unos veinte modelos o ejemplos como el tradicionalismo social (véase el Donoso Cortés, inventor de la Tercera Vía como lo ha demostrado el economista italiano Stefano Solari); el legitimismo o  primer catolicismo social (el de René de La Tour du Pin y Frédéric Le Play); el bonapartismo, el boulangismo de finales del siglo XIX, el nacionalismo social (de Maurice Barrès y Charles Péguy); el socialismo-patriótico (el de los herederos de los revolucionarios radicales de la Revolución Francesa, como Jacques Hébert; el del socialista-libertario y nacionalista Auguste Blanqui durante la Commune; o el de muchos socialistas no marxistas como Henri Rochefort, Gustave Tridon, Jules Vallès, Albert Regnard, etc.). También conviene citar aquí el sindicalismo revolucionario, el cooperativismo y el mutualismo (de Proudhon, Georges Sorel, Antonio Labriola, Georges Valois, etc.); el distribucionismo y el corporativismo católico (el de los católicos ingleses Hilaire Belloc y Chesterton; el de los franceses Louis Baudin, Jean Daujat, Gaetan Pirou, Louis Salleron, Gabriel Marcel; el del belga Marcel De Corte); el monarquismo nacionalista de la primera Acción Francesa de Charles Maurras; el conservadurismo-revolucionario alemán (Spengler, Jünger, Spann, Moeller van den Bruck, etc.); el personalismo de los no-conformistas franceses de los años 30 (Emmanuel Mounier, Thierry Maulnier, Alexandre Marc, etc.); el nacional-sindicalismo de José-Antonio Primo de Rivera; el Fianna Fáil del irlandés Eamon de Valera principal fundador de la República democrática irlandesa; el fascismo italiano (el conservador y el revolucionario) ; el gaullismo en la Francia de la posguerra (1946-1969); el ordo-liberalismo (de Walter Eucken, Wilhelm Röpke, Alexander Rüstow o Jacques Rueff); y finalmente, los  diversos populismos[7] de hoy (tanto de izquierdas como de derechas con sus discursos soberanistas y/o identitarios para reducir la brecha socioeconómica y/o etnocultural)).

¿Por qué la división derecha / izquierda ha sido también criticada por el social-liberalismo y la social-democracia?

La crítica de la división izquierda/derecha ha sido también reclamada por el centro. Es el caso de Emmanuel Macron, de Matteo Renzi, y de diversas otras figuras políticas e intelectuales[8] recientes. Paradójicamente son los representantes arquetípicos de la oligarquía globalista[9] Todos han manipulado o instrumentalizado una versión centrista y diluida de la crítica de la división derecha/izquierda con fines electoralistas. Saben muy bien que la división tradicional está hoy ampliamente desacreditada en la opinión pública de sus países respectivos y a la hora de seducir a sus electores lo toman en cuenta. Por lo demás, las políticas de estos líderes están en perfecta consonancia con las de los políticos socialdemócratas o demócrata-cristianos de hace unas décadas como Tony Blair, Schroeder o Clinton. En España, Albert Rivera y su partido Ciudadanos han emprendido el mismo camino. Rivera ha obtenido muy significativamente el apoyo del ex primer ministro socialista francés Manuel Valls.

También merece recordar aquí que a finales de los años 1990 estos políticos europeos social-demócratas supieron recuperar e instrumentalizar hábilmente el concepto de Tercera Vía presentándolo en una versión muy descafeinada. Se puede resumir el objetivo y el resultado exitoso (aunque no definitivo, como lo están demostrando hoy las considerables dificultades de Macron ante la insurrección popular de los Gilets jaunes) de sus estrategias electorales, recordando las famosas palabras del joven Tancredi, personaje del Gatopardo: «Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie«.

¿Qué queda de la división izquierda / derecha y cuál es la nueva dicotomía?

La crítica de la dicotomía D/I consiste hoy en mostrar que no hay ni «valores eternos» de la derecha ni «principios inmortales» de la izquierda. En otras palabras, criticar la dicotomía tradicional consiste en revelar que la derecha y la izquierda son el resultado de ciertas opiniones sobre hechos e ideas, que no provienen de un modelo ideal, de un arquetipo, o de una idea en el sentido platónico del término.

No se trata por supuesto de negar que históricamente la división derecha-izquierda explique gran parte de los fenómenos políticos del pasado, sino de negar que los explique todos. Se trata además de mostrar que en la Europa de hoy el llamado debate político inmutable, que enfrenta a dos categorías «esencializadas», la derecha eterna y la izquierda inmortal, se ha convertido en una prótesis artificial que sirve para perpetuar la situación de la oligarquía dominante.

La división D/I ha venido a ser una máscara, que sirve para ocultar otra división, ahora mucho más decisiva: la que opone los pueblos partidarios del arraigo a las élites autoproclamadas que son los vectores del desarraigo; la que opone los partidarios de la soberanía, de la identidad y de la cohesión nacional a los adeptos y partidarios de la «gobernanza mundial»; la que opone los excluidos de la mundialización que viven en las zonas periféricas de los países desarrollados de Europa (gente o ciudadanos que obviamente tienen -o tendrán- sus representantes debido a la “ley de hierro” de la oligarquía muy bien descrita por el académico Dalmacio Negro Pavón) a los privilegiados del sistema, a la oligarquía o hiperclase mundial que vive en los barrios acomodados de las grandes ciudades, en las zonas más desarrolladas del país, y que se relaciona preferentemente o exclusivamente con los privilegiados mundialistas de otros países[10].

Existe hoy obviamente y en toda Europa – quizás con la notable excepción (no se sabe aún si es solo provisional ¿?) de España – un nuevo dualismo que se sustituye irremediablemente a la vieja oposición derecha / izquierda (incluso autores esencialistas que rechazan la posibilidad de una extinción o desaparición de la dicotomía admiten su profunda modificación o renovación): populismo versus oligarquía, arraigo versus mundialismo, cultura comunitaria y solidaria versus cultura liberal y progresista. Digan lo que digan los autoproclamados “expertos y especialistas” mediáticos, son los dos nuevos modos modernos de interpretar la realidad que se enfrentan, dos maneras de ver por dónde viene el mayor peligro, dos maneras racionales pero irreconciliables de elegir nuestro futuro y nuestro compromiso.


[1] Las firmes posiciones anti-intervencionistas, y anti-estatales en el plano económico y el recelo hacia las políticas sociales así como las frecuentes referencias al reformismo de tipo neoliberal (Thatcher y Trump) hacen de Vox un partido de derecha liberal-conservador al margen del populismo stricto sensu y esto a pesar de su programa anti-inmigracionista. Sin embargo, aciertan los que subrayan el “efecto transversal” o pro-pueblo de Vox (véase: Javier Esparza, “El horizonte de Vox”, El Debate, 3 de diciembre de 2018). En cuanto a la propaganda gubernamental que amalgama Vox y el populismo con el fascismo, la “bestia parda durmiendo”, conviene recordar el comentario de Lionel Jospin, antiguo trotskista y ministro de Mitterrand, una vez alejado del poder: “Durante todos los años del mitterrandismo, nunca hemos estado confrontado a una amenaza fascista, y por lo tanto todo antifascismo era solo teatro”. [El Frente Nacional era] « un partido populista, a su manera, pero nunca hemos estado en una situación de amenaza fascista, ni siquiera ante un partido fascista” (Declaración en la radio France Culture, « Réplique », 29 septembre 2007).

[2] En el segundo plano se encuentra la triple fractura entre los partidos críticos de la mundialización radical llevada a cabo desde casi treinta años por los poderes político-económico-financieros dominantes:  la posición altermundialista, internacionalista e cripto-marxista (la de Podemos o Syriza) y las dos posiciones antimundialistas, la liberal-conservadora, como la de de Vox en España, o de Marion Maréchal Le Pen en Francia, línea que en última instancia defiende la unión o alianza de las derechas y la no-conformista o “simultáneamente de derecha y de izquierda”, como la del Frente National (ayer con Florian Philippot) y del Rassemblement National de Marine Le Pen, línea que intenta sintetizar las aspiraciones de identidad y de soberanía, de patria y de justicia social.

[3] Ver desde la derecha : Jean-Louis Harouel , Droite-Gauche : ce n’est pas fini, 2017 et Guillaume Bernard, La guerre à droite aura bien lieu, Desclee de Brouwer, 2016 y desde la izquierda : Jacques Julliard, La gauche par les textes, Flammarion, 2012 o Carlo Galli, Perché ancora destra e sinistra, Bari, Laterza, 2013.

[4] Véase A. Imatz, Droite / Gauche, pour sortir de l’équivoque. Histoire des idées et des valeurs non-conformistes du XIXe au XXIe siècle, Paris, Editorial Pierre-Guillaume de Roux, 2016, 438p. Mis dos libros anteriores sobre el tema, Par-delà droite et gauche (París, 1996) y Los partidos contra las personas (Madrid, 2008), no son más que breves e  incompletos esbozos.

[5] La “preferencia nacional” ha sido el principio defendido por el Frente popular francés de los años treinta. Los partidos radicales, socialistas, y democristianos y los sindicatos como la CGT marxista se acordaban en denunciar los peligros de la inmigración. Vease las leyes anti-inmigracionistas de 1923, 1926 y 1932 y los decretos de 1936, 1937 y 1938, A. Imatz, Droite / Gauche, Op. cit, p. 92.

[6] El agotamiento de la división I/D ha sido analizado desde la perspectiva “histórico-relativista” pero también desde el punto de vista “esencialista”. Es el caso del mejor especialista del conservadurismo en América del norte, el historiador y politólogo Paul Gottfried (veáse su libro Conservatism in America, Pelgrave Macmillan, 2007). Gottfried afirma sin ambages: “Las diferencias políticas entre derecha e izquierda hoy se reducen a desacuerdos insignificantes entre grupos que luchan por el poder. En realidad  discuten sobre nimiedades”, P. Gottfried, NRH, septiembre-octubre 2011, p.32. Ver también sobre el tema ¿Derecha- izquierda ¿Una distinción política? Elementos, nº 63 con las contribuciones de A. de Benosit, J. Ruiz Portella, J.J. Esparza, H. Giretti, A. Buela, D. Sanmarán, J. Estefania, F.Fernández Buey, A. Buela, A. Giddens, N. Bobbio etc.

[7] Ver Chantal Delsol, Populismos: Una defensa de lo indefendible, Ariel, 2015 [trad. esp. De Populismes : les demeurés de l’histoire, Le Rocher, 2015] et Alain de Benoist, Droite- Gauche, c’est fini. Le moment populiste, Pierre-Guillaume de Roux, 2017.

[8] Como por ejemplo el inglés Anthony Giddens y el norteamericano Amitai Etzioni.

[9] Aún en plena irrupción de los Gilets jaunes, movimiento popular anti-oligarquico, Macron afirmaba contradictoriamente ser un “progresista” luchando contra “la lepra nacionalista” (1 de noviembre de 2018)  y muy poco tiempo después, delante  de una asamblea de alcaldes,  “somos verdaderos populistas” (21 de noviembre de 2018).

[10] El italiano Marcello Veneziani habla de a una lucha entre “entre cultura comunitaria y cultura liberal“ (M. Veneziani, Sinistra e destra, Firenze, Vallechi, 1995). En cuanto al sociólogo francés Emmanuel Todd se refiere a la nueva lucha entre “democracia xenófoba” (nacional) e “imperio autoritario” (europeo) (E. Todd, entrevista “L’État ne peut pas être incarné par un enfant”, Atlantico, 20 décembre 2018).