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7 julio 2018 • "Cuidaos de los falsos profetas... Por sus frutos los conoceréis"

Marcial Flavius - presbyter

7º Domingo después de Pentecostés: 8-julio-2018

Rito Romano Tradicional

Evangelio

Mt 7, 15-21. En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: Cuidaos de los falsos profetas que vienen a vosotros vestidos con piel de oveja, mas por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Por ventura se cogen uvas de los espinos, o higos de los zarzales? Así, todo árbol bueno da buenos frutos, y todo árbol malo produce frutos malos. No puede el árbol bueno dar malos frutos, ni el árbol malo darlos buenos. Todo árbol que no da buen fruto será cortado y echado al fuego. Así, pues, por sus frutos los conoceréis. No todo el que me dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los cielos; sino el que hiciere la voluntad de mi Padre celestial, ése es el que entrará en el reino de los cielos.

Reflexión

El Evangelio de este Domingo está tomado del Sermón de la Montaña según san Mateo. Este breve fragmento contiene dos recomendaciones que se ordenan a un objetivo final: cumplir la voluntad de Dios como camino para alcanzar la salvación eterna; para ser los ciudadanos de ese Reino de Dios cuya doctrina moral promulga Cristo-legislador. Esas recomendaciones son:

  • Huir de los que pretenden arrastrarnos por el camino del error y la impiedad.
  • Procurar hacer obras buenas, hacer la voluntad de Dios, mereciendo, de esta manera, pertenecer al Reino, entrar en el cielo (No –como creían- los escribas y fariseos por ser miembros del pueblo elegido): «No todo el que me dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los cielos; sino el que hiciere la voluntad de mi Padre celestial, ése es el que entrará en el reino de los cielos».

I. Si estos avisos eran necesarios en tiempos de Nuestro Señor, hoy lo siguen siendo porque los sembradores de escándalos y de perversas doctrinas han aumentado extraordinariamente. Jesús, como buen Pastor (cfr. Jn. 10, 1-29), nos previene aquí bondadosamente contra los lobos robadores, cuya peligrosidad estriba principalmente en que no se presentan como antirreligiosos, sino al contrario “con piel de oveja”, es decir, «con apariencia de piedad» (cfr. 2Tm. 3, 5) y disfrazados de servidores de Cristo. Por eso, para poder conocer la voluntad de Dios y seguirla, es importante observar el modo en que el Espíritu Santo se manifiesta y las principales señales de este divino Espíritu:

1º Ante todo, el Espíritu Santo animará toda la Iglesia católica, estará dentro de ella, y sólo obrará a través de ella (Jn 14, 16-17)

Así como el Espíritu Santo animó todos los actos de la vida de Nuestro Señor Jesucristo, del mismo modo debe animar ahora a la Iglesia, que es su Cuerpo místico. Y así como en Pentecostés el Espíritu Santo llenó toda la casa donde estaban congregados los Apóstoles, del mismo modo el Espíritu Santo llenará la Iglesia católica, y fuera de ella no se lo podrá encontrar: hay que acudir al Cenáculo para recibir de los Apóstoles los dones de este Espíritu, hay que acudir a la Iglesia católica para recibir de su jerarquía los sacramentos y las gracias del Espíritu Santo.

2º En segundo lugar, el Espíritu Santo viene con la misión específica de glorificar a Cristo Nuestro Señor (Jn. 15 26; 16 15)

Es decir, el Espíritu Santo no se saldrá jamás de la doctrina enseñada por Cristo, ni de la religión fundada por Cristo. La finalidad del Espíritu Santo es, pues, la de exaltar a Cristo, mostrando, a través de la Iglesia y a la faz de todos los pueblos, la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, su realeza sobre las almas, familias y sociedades; la de manifestar su carácter de único Salvador y Mediador. Y eso mismo es lo que predican los Apóstoles, bajo la luz del Espíritu Santo.
Por eso el Espíritu Santo, a través de la Iglesia, siempre ha condenado las falsas religiones, y las ha considerado como inicuas, como instrumentos de pecado, como obras de demonios; y ha condenado igualmente al mundo, al hombre ateo, al que se hace Dios y levanta contra Dios los ideales de independencia total: igualdad, libertad, fraternidad.

3º En tercer lugar, el Espíritu Santo ilumina a los Apóstoles sobre la verdad que Cristo les había enseñado, no sobre otra cosa (Jn. 16 12-14; 14 26)

El Espíritu Santo, en su misión de asistir a la Iglesia, sólo puede recordar, explicar, defender y custodiar la verdad enseñada por Nuestro Señor Jesucristo.

II. Basta comparar estas afirmaciones con el discurso religioso dominante que hoy llega a nuestros oídos y con el criterio de Jesús («por sus frutos los conoceréis») para poner en práctica sus enseñanzas: «Cuidaos de los falsos profetas»

  • Se nos quiere hacer creer que el Espíritu Santo no obra sólo en la Iglesia católica, sino también en las demás religiones, presentadas incluso como «medios de salvación».
  • Se enseñan directamente nuevas “verdades”: la libertad religiosa, el ecumenismo, la salvación fuera de la Iglesia católica. Es un “espíritu” de innovación total y radical, que todo lo ha hecho nuevo: nuevo catecismo, nueva liturgia, nuevo derecho canónico, nueva evangelización, nueva moral, nuevo todo… Como decía un conocido teólogo: ««El problema en los años 60 era el de asumir los mejores valores expresados en dos siglos de cultura “liberal”. Hay valores, en efecto, que, si bien nacidos fuera de la Iglesia, pueden encontrar su lugar -una vez deparados y corregidos- en su visión del mundo. Esto ha sido hecho ya».

III. En esta situación: « Cuidaos de los falsos profetas», esto es, absteneos de toda comunicación con ellos, no andéis en su compañía, no los recibáis, no los escuchéis… cerrar los oídos… y fidelidad enérgica a la doctrina católica. Además:

1º Hemos de pedirle al Espíritu Santo que nos mantenga fieles a la verdad que siempre enseñó la Iglesia, sin alteración. Él es el Espíritu de la Verdad: que Él nos ilumine.

2º Hemos de pedirle que, como a los Apóstoles, nos centre en la persona de Nuestro Señor Jesucristo; que nos lo dé a conocer, nos lo haga amar e imitar, nos transforme en Él.

3º Hemos de pedirle también que nos santifique por los medios que nos dejó Nuestro Señor Jesucristo: su gracia, sus dones, sus sacramentos.

«Todo árbol que no da buen fruto será cortado y echado al fuego». Así lo hará Dios con los miserables sembradores de falsas doctrinas. Pero esta sentencia se aplicará a todo cristiano que no dé frutos, que no haga obras buenas. «Se requieren obras de caridad, pureza de corazón, la victoria sobre las pasiones; en una palabra la vida cristiana. Sin ésta todo lo demás es barniz y apariencia, paja que se lleva el viento y follaje lozano, que no librará de la condenación del fuego eterno al árbol que con él se cubre» (Mons. Bonomelli).

En nuestra fidelidad y amor a la Santa Iglesia Católica, y a todo lo que ella significa; estaremos seguros de contar con la presencia del Espíritu Santo para que lleguemos así un día a la visión de Dios en el Cielo: y que ese sea el fruto de la acción del Espíritu Santo en nuestras almas.