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1 junio 2018 • El corrupto duopolio oligárquico PP-PSOE, junto con sus socios separatistas, ha venido envenenando la democracia • Fuente: Dichos, Actos y Hechos

Pío Moa

El abismo y la esperanza

La caída de Rajoy, su gobierno y a ser posible el PP entero, será un gran bien para España y la democracia. La llegada de Sánchez y compañía es un gran mal. Pero entre las dos cosas hay una conexión: el PP ha preparado casi diríamos que minuciosamente, la llegada de la izquierda y los separatistas al poder. Minuciosamente no quiere decir voluntariamente, pues nadie renuncia voluntariamente a los cargos y prebendas del poder (“la economía”), lo que ocurre es que la necedad y la corrupción producen a menudo esos resultados.

Como en España el análisis político apenas pasa de cotilleo en la inmensa mayoría de los casos, cuando, estando Rajoy en la oposición, señalé que hacía una oposición fingida y que seguía y seguiría la misma política de Zapatero,  recibí una cascada de críticas y burlas. Y sin embargo el asunto estaba claro para cualquiera que atendiese más  a los hechos y menos a la palabrería de los políticos. Y, alcanzado el poder con mayoría absoluta –una mayoría que esperaba que enmendase los desmanes, por no decir crímenes, de Zapatero–, Rajoy siguió en todo la política de este: LGTBI, memoria histórica, promoción y financiación de los separatismos, complicidad con sus abusos e ilegalidades, vaciamiento del estado en Cataluña y Vascongadas, engorde de Gibraltar, engorde de la ETA en las instituciones, satelización a Bruselas con la entrega (ilegal, como todo lo demás) de “grandes toneladas de soberanía”… Con un agravante: bloqueo de cualquier posible alternativa, que entonces despuntaba en VOX, acompañado de promoción mediática de Podemos como un instrumento para asustar a los votantes y recuperar por el miedo los votos que se le iban escapando a chorros.Siguiendo a Zapatero, Rajoy ha hecho de España una democracia fallida.

Para el PP,  “la economía lo es todo”. Propiamente, ni Rajoy ni su partido son políticos, pero tampoco como economistas descuellan. Es cierto que en estos siete años la economía ha mejorado algo, pero ha sido una mejoría mediocre, con una deuda pública gigantesca y una tasa de paro menor que al principio, pero aún elevadísima. Y en cierto modo irónico el PP ha caído  por la economía: Gürtel, por una parte, y los presupuestos negociados a base de nuevas concesiones a los destructores de España, al PNV, que no han impedido a este partido apuñalarle por la espalda, como ha hecho siempre a lo largo de su lúgubre historia.  Rajoy a hecho daño a España hasta el mismo final, negándose a dimitir y convocar elecciones, para que Sánchez y sus pandillas de maleantes llegaran al poder.

Por tanto es un gran bien para el país la caída de semejante gobierno, que ha llevado a España a la peor crisis política desde la república y provocado una especie de nuevo frente popular.  Asombra oír a sesudos analistas explicando la situación actual como si no tuviera nada que ver con los siete años de política zapaterista de Rajoy y su partido.  La victoria de Sánchez es solo el resultado de la conversión de la política en una mezcla de fraude, demagogia vacía y rivalidades entre partidos que se parecen cada vez más a mafias. La ausencia de patriotismo en todos ellos ha absolutizado sus intereses, que sin algún valor superior, tienden a desgarrar la sociedad.  Rajoy y su PP han llevado al país al borde del abismo, y Sánchez trata de dar un paso en esa dirección, que puede hacer caer al país en el vacío. Llevo diciendo desde hace años que la putrefacción de la política no puede durar indefinidamente y que puede llevar a salidas dramáticas. Estamos ante ese panorama.

Hay sin embargo, hay una esperanza. Durante muchos años el corrupto duopolio oligárquico PP-PSOE, junto con sus socios separatistas, ha venido envenenando la democracia, pero ese duopolio está en una profunda crisis mientras despunta por una parte el grupo Ciudadanos, un partido también LGTBI, memoria histórica y dispuesto a satelizar aún más a España a la OTAN y a Bruselas, pero que al menos se muestra como decidido adversario de los separatismos. Y con lo último, Ciudadanos está socavando con la mayor eficacia a PP y a PSOE, hasta el punto de que puede traer consigo el fin o al menos la marginación  de ambos partidos. Y por otra parte, VOX está rompiendo el cerco mediático a que lo había sometido el PP y atrayendo a masas ya considerables.  Este es un partido no LGTBI, no “memoria histórica”, defensor de una soberanía genuina, y cabe vislumbrar una nueva situación política en la que los partidos principales fueran Ciudadanos y VOX. Esto, se mire como se mire, sería cien veces mejor que la actual putrefacción del estado y  amenaza de disgregación del país. Millones de personas han votado durante muchos años a un PP considerándolo “el voto útil”. Si en las presentes circunstancias hay un voto útil, será el que fuera a VOX.

En cuanto a Sánchez, su victoria será probablemente efímera. Sus apoyos son endebles y contradictorios, y puede ocurrir que se devoren entre ellos, como ocurrió con el Frente Popular histórico. Pero  puede ser también que emprendan todos una huida hacia adelante para mantener la cohesión a base del ataque sin contemplaciones, a la venezolana,  a España, la Constitución y los principios de la democracia. Hace poco tuvimos un a seria tentativa de ello en la liberticida nueva ley de memoria histórica, peligro del que pocos advertimos a la gente (no el PP, desde luego); y no olvidemos que también en Venezuela se decía “Eso, aquí es imposible”. Y así están ahora.  Esto cambiaría el panorama, de modo que la esperanza de una regeneración democrática a base de un nuevo bipartidismo podría esfumarse y provocar una  confrontación abierta entre los defensores de España y la libertad, y sus contrarios.