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26 noviembre 2016 • "Mirad y levantad vuestras cabezas, porque cerca está vuestra redención"

Marcial Flavius - presbyter

1 Domingo de Adviento: 27-noviembre-2016

Rito Romano Tradicional

Evangelio

Lc 21, 25-33: En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Y habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y se abatirán las gentes en la tierra, por la confusión del rugido del mar y de las olas; quedando los hombres yertos por el temor y expectación de lo que sobrevendrá a todo el universo; porque las virtudes de los cielos se conmoverán, y entonces verán al Hijo del hombre que vendrá sobre una nube con gran poder y majestad.

Cuando comenzaren, pues, a cumplirse estas cosas, mirad y levantad vuestras cabezas, porque cerca está vuestra redención.

Y les dijo una semejanza: Mirad la higuera y todos los árboles: Cuando ya producen de sí el fruto, entendéis que está cerca el estío.

Así también vosotros, cuando viereis hacerse estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios.

En verdad os digo que no pasará esta generación hasta que todas estas cosas sean hechas. El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán.

Poliptico-Juicio-Final-Rogier-van-der-WeydenReflexión

La Iglesia cumple su misión de santificarnos principalmente por su Liturgia: Culto público, ritos y sacramentos, tiempos litúrgicos… son los medios de que se sirve para unirnos a Cristo y hacer nuestras almas semejantes a la suya.

Todos los años, de Adviento a Pentecostés, celebramos los principales misterios de la vida del Salvador, no simplemente para recordarlos, sino para renovarnos por la aplicación de las gracias particulares que nos proporciona cada uno de ellos. El sentido y el espíritu de estas celebraciones nos lo inculca la misma Iglesia; no tenemos más que dejarnos guiar por ella para penetrar en el corazón del misterio cristiano y sacar de él todo el provecho de su eficacia sobrenatural.

Sentido litúrgico del Adviento

Toda la liturgia del Adviento, tiempo litúrgico que se inicia este domingo, es una expectación ante la venida del Salvador. La Iglesia nos recuerda los ardientes deseos del Mesías que continuamente estuvieron resonando a través del Antiguo Testamento y nos invita a repetirlos con ella de una forma cada vez más apremiante a media que se acerca la Navidad.

Es verdad que el Salvador ha venido ya; pero nosotros le esperamos de nuevo:

– Para nosotros y para nuestro tiempo esperamos sus gracias que han de transformar nuestra vida en imagen de la suya.

– También esperamos al fin de los tiempos la vuelta gloriosa de Cristo redentor del mundo, quien llevará consigo a todos los elegidos al reino de su Padre.

Como la Encarnación del Señor es fuente de toda la esperanza cristiana, al prepararnos a celebrar su venida a este mundo como un hecho pasado, nos invita la Iglesia a trabajar con ella en la extensión de su reino, esperando al mismo tiempo con invencible confianza su segunda venida.

El primer Domingo de Adviento

En la Misa de este Domingo se evoca toda la obra de la redención a la que hemos aludido. Desde su preparación en la esperanza de Israel (Gradual «Todos los que en Ti esperan no quedarán confundidos, oh Señor») y su resonancia en nuestra vida presente (Epístola: «Porque ahora está más cerca nuestra salud que cuando empezamos a creer. La noche pasó, y llega el día») hasta su última consumación (Evangelio). Al prepararnos para celebran en Navidad el nacimiento del que ha venido a rescatar nuestras almas del pecado y hacerlas semejantes a la suya, invoca la Iglesia la plena realización de la misión salvadora que Cristo ha venido a cumplir en la tierra.

«Bienaventurados los que están preparados para recibir al Señor». Recibirán la abundancia de las gracias y dones celestiales. La Iglesia nos presenta hoy un nuevo estímulo en nuestra vida cristiana: Tal como recibamos ahora a Cristo, nos recibirá Él el último día.

Cuando Jesucristo venga como juez no todos levantarán la cabeza ni correrán gozosos a su encuentro, sino aquellos que supieron recibirle cuando vino humilde, pobre y paciente, aquellos que supieron aprovecharse de su primera venida y de sus continuas venidas a nuestra alma en gracia..

Hagamos el propósito de arrancar de nuestro corazón cualquier mala semilla y de hacer crecer todo lo bueno que en nuestra alma ha puesto el sembrador divino, Cristo-Jesús.