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29 junio 2015 • "Tú eres el mesías, el hijo del Dios vivo"

Marcial Flavius - presbyter

Los Santos Apóstoles Pedro y Pablo: 29-junio-2015

Rito Romano Tradicional

Evangelio

Mt 16, 13-19: Al llegar Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el hijo del hombre?». Ellos le dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o uno de los profetas». Él les dijo: «Vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Simón tomó la palabra y dijo: «Tú eres el mesías, el hijo del Dios vivo».

Jesús le respondió: «Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque eso no te lo ha revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del reino de Dios; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».

Reflexión

Pietro Perugino: "Cristo entregando las llaves a San Pedro" (Créditos fotográficos: CC-BY-SA)

Pietro Perugino: «Cristo entregando las llaves a San Pedro»
(Créditos fotográficos: CC-BY-SA)

29 de junio: «EL TRANSITO DE LOS APOSTÓLES SAN PEDRO Y SAN PABLO, en Roma, los cuales en un mismo año y en un mismo día padecieron el martirio siendo emperador Nerón: San Pedro fue crucificado cabeza abajo en la misma ciudad, y lo enterraron en el Vaticano, junto a la vía Triunfal, en donde le venera todo el mundo: San Pablo fue degollado y sepultado en la vía Ostiense, donde es igualmente venerado» (Del Martirologio Romano).

El Evangelio de la Misa recoge la confesión de fe de San Pedro: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo».

¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Había preguntado Jesucristo y sus discípulos se hicieron eco de las opiniones más diversas. Solamente San Pedro responde con una afirmación clara de su divinidad: Bienaventurado eres, Simón hijo de Juan, porque no te ha revelado eso ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los Cielos.

“Es que era Pedro siempre el primero y el más diligente y fervoroso en el amor y servicio de Cristo; y como Dios nuestro Señor le vio tan bien dispuesto para recibir sus dones, le ilustró con una extraordinaria luz, para que conociese las grandezas de Cristo. Y así, arrebatado con la fuerza de esta luz, ganó por la mano a todos los demás discípulos y, en nombre de todos, respondió” (Saturnino OSÉS, Horas de luz, Bilbao, Mensajero, 1955, p. 437)

También hay ahora opiniones discordantes y erróneas en torno a Jesús, existe una gran ignorancia sobre su Persona y su misión. Solo el don divino de la fe nos hace proclamar a una con el Magisterio de la Iglesia:

«Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, consubstancial al Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre».

La vida cristiana consiste en amar a Cristo, en imitarle, en servirle… Narra el Antiguo Testamento que Moisés, por mandato de Dios, levantó su mano y golpeó por dos veces la roca, y brotó agua tan abundante que bebió todo aquel pueblo sediento (Num 20, 1-13.). Esa roca era Cristo, dirá San Pablo (1Co 10, 4). Y el agua era figura de la Vida que sale a torrentes de Cristo y que saltará hasta la vida eterna (Cfr. Jn 4, 14; 7, 38). Y es nuestra Vida: porque nos mereció la gracia, vida sobrenatural del alma; porque esa vida brota de Él, de modo especial en los sacramentos; y porque nos la comunica a nosotros. Toda la gracia que poseemos, es gracia de Dios a través de Cristo. Esta gracia se nos comunica a nosotros de muchas maneras; pero el manantial es único: el mismo Cristo, su Humanidad Santísima unida a la Persona del Verbo, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad.

Hagamos nuestra esta profesión de fe, especialmente cada vez que asistimos a la Santa Misa: ¡Tú eres el Cristo! En el sacrificio del Calvario que se renueva en cada celebración, encontraremos a Santa María, que estuvo presente al pie de la Cruz y participó de un modo pleno y singular en la Redención. Que ella nos enseñé las disposiciones con que debemos vivir el sacrificio eucarístico, donde se ofrece su Hijo, para que la gracia de Cristo transforme toda nuestra vida.