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5 febrero 2022 • V DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

Angel David Martín Rubio

«Pescadores de hombres»: vocación del cristiano

I. La primera lectura y el santo Evangelio de este Domingo tienen en común presentarnos la vocación del profeta Isaías y de varios apóstoles.

En el Antiguo Testamento (Is 6, 1-2a. 3-8) vemos cómo Isaías oyó la voz de Dios y respondió: «Aquí estoy, mándame» (v.8). Más tarde, Él hará de este profeta una fuente de paz y consuelo para su pueblo, dándole un poder de esperanza para los otros, esperanza que llega hasta nosotros, ya que es principalmente Isaías quien nos anuncia y revela los misterios de Cristo redentor (Mons. STRAUBINGER in Is 6, 5s)

El Evangelio (Lc 5, 1-11) nos presenta la llamada de los primeros discípulos precedida por la enseñanza de Jesús a la multitud y por una pesca milagrosa, realizada por voluntad del Señor. De este modo, san Lucas hace ver que los primeros discípulos siguieron a Jesús confiando en Él, apoyándose en su Palabra que habían escuchado y que iba acompañada también por signos prodigiosos. Conocían a Jesús. Ya lo habían seguido y sabían que era el Mesías, y ahora -al ser llamados- dejaron su oficio y fueron tras Él: «Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron» (v. 11). La gracia interior de Jesucristo atrae misteriosamente los corazones de los hombres y los transforma, como ocurrirá con estos pescadores destinados a ser fundamento de su Iglesia que extenderían por todo el mundo entonces conocido, del Asia Menor a Hispania. «No temas; desde ahora serás pescador de hombres» (v. 10).

II. Desde esta escena la barca de Pedro es mirada como símbolo de la Iglesia y también la imagen de la pesca remite a su misión en la que todos participamos. La propia palabra «Iglesia» significa en griego «convocación» o «llamamiento», término genérico que se acabó reservando a las «congregaciones de los fieles», esto es de los que son llamados por la fe al conocimiento de Dios. Precisamente algunos autores interpretan la expresión «pescador de hombres» en sentido escatológico: los discípulos van a congregar a los hombres para el ingreso en el reino («El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces…» cfr. Mt 13, 47-49) pero su sentido más obvio se refiere a ser discípulo de Cristo en orden a extender su reino. La parábola «en acción» de la pesca milagrosa le dice a Pedro y a los otros lo que va a ser su vida apostólica en adelante en nombre de Cristo (cfr. Manuel de TUYA, Biblia comentada, vol. 5, Evangelios, Madrid: BAC, 1964, 798).

La experiencia de Pedro, ciertamente singular, es representativa de la vocación sobrenatural a la vida eterna de todos los bautizados, que también han sido llamados a ser apóstoles del Evangelio, a anunciar a Cristo a todos los hombres de acuerdo con la condición de cada uno.

Tiépolo: vocación del profeta Isaías

Si nos fijamos en los ejemplos que estamos considerando, tanto Isaías como san Pedro afirman su propia indignidad para el llamamiento que han recibido: «¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros […]» (v. 5). «Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador» (v. 8). También san Pablo, recordando que había sido perseguidor de la Iglesia, se declara indigno de ser llamado apóstol, pero reconoce que la gracia de Dios ha hecho en él maravillas y, a pesar de sus limitaciones, le ha encomendado la tarea y el honor de predicar el Evangelio (2ª lect. 1 Cor 15, 1-11).

En efecto, nuestra vocación cristiana depende enteramente de la iniciativa gratuita de Dios, porque sólo Él puede revelarse y darse a sí mismo. Sobrepasa las capacidades de la inteligencia y las fuerzas de la voluntad humana. Y es la gracia, el don gratuito que Dios nos hace de su vida, la que hace la obra de nuestra santificación. Por tanto lo que debemos hacer es no ponerle obstáculos y así practicar las buenas obras, que la fe nos exige como condición indispensable para la salvación.

III. El Señor, como a los Apóstoles, nos ha invitado a seguirle, cada uno en unas peculiares condiciones, y hemos de examinar cómo estamos correspondiendo a esa llamada o si hay cosas en nuestra vida que nos impiden dar una respuesta rápida y generosa. También acudimos a la Virgen; le pedimos fortaleza para ser fieles a nuestra vocación y dar testimonio de nuestra fe.