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12 diciembre 2021 • Rito Romano Tradicional

Marcial Flavius - presbyter

III Domingo de Adviento: 12-diciembre-2021

Epístola (Flp 4, 4-7)

Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca. Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y en la súplica, con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios. Y la paz de Dios, que supera todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.

Evangelio (Jn 1, 19-28)

Y este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a que le preguntaran: «¿Tú quién eres?». Él confesó y no negó; confesó: «Yo no soy el Mesías». Le preguntaron: «¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?». Él dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el Profeta?». Respondió: «No». Y le dijeron: «¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». Él contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías». Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?». Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia». Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

Predicación de San Juan Bautista (Pier Francesco Mola)

Reflexión

I. La Epístola de la Misa de este Domingo (Flp 4, 4-7) contiene una exhortación del apóstol san Pablo a la alegría que hoy es la nota dominante en la liturgia: «Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos». Este texto se repite en el Introito y en la Epístola, detalle significativo porque, como sabemos, el Introito tiene su origen en el canto que acompañaba la solemne entrada del Pontífice en la Misa romana y se escogía aquel salmo que, según la interpretación alegórica, cuadraba mejor con el misterio del día. Aunque no es frecuente, en este caso la antífona está tomada de un texto del NT y va acompañada del salmo 84: «uno de los más bellos Salmos del Salterio, henchido de profecías mesiánicas; es al mismo tiempo una oración para pedir su cumplimiento definitivo» (Mons. STRAUBINGER, in: Sal 84, 1)

Ese es por tanto el motivo de la alegría: el cumplimiento de las promesas mesiánicas o, como dice san Pablo, que «el Señor está cerca». El Apóstol está hablando de la segunda venida gloriosa de Cristo y la Iglesia acoge esta invitación cuando también nos preparamos para celebrar el Nacimiento del Señor. Es el mismo espíritu que aparecía en la Epístola del primer domingo: «Comportaos así, reconociendo el momento en que vivís, pues ya es hora de despertaros del sueño, porque ahora la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada, el día está cerca: dejemos, pues, las obras de las tinieblas y pongámonos las armas de la luz» (Rm 13, 11-12) Y que llevará a la Iglesia a invitarnos en una de las Epístola del día de Navidad a aguardar «la dichosa esperanza y la aparición de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo» (Tit 2, 13).

Que la alegría de la que se nos está hablando es inseparable de una vida de unión con Cristo, lo subraya el Apóstol con la expresión «Alegraos… en el Señor». Y esto no significa negar los sufrimientos y dificultades sino que la alegría y la paz son el fruto de la de la oración y del dominio sobre la inquietud que provocan. Recordando y agradeciendo los beneficios recibidos por medio de Cristo y la gloria que nos espera si le somos fieles, es posible en cualquier circunstancia esa alegría que es verdadero gozo espiritual.

II. En el Evangelio (Jn 1, 19-28) se nos muestra nuevamente la figura de san Juan Bautista. Durante el Adviento, la Liturgia de la Iglesia nos lo propone con frecuencia a nuestra meditación figura porque su misión fue ir delante del Señor para preparar sus caminos. La manifestación del Bautista en la región del Jordán, en aquel ambiente de expectación mesiánica produjo una fuerte conmoción en Israel. Los evangelistas aluden a este ambiente y el historiador judío Flavio Josefo (c.37-c.100 d.C.) se hace eco de esta actividad del Bautista y del movimiento creado en torno a él.

San Lucas resume así su predicación: «Con estas y otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo el Evangelio» (Lc 3, 18) y pone una pregunta en boca de varios grupos: «¿Qué debemos hacer?» (Lc 3, 10-14). Se trataba de personas que, movidas por su predicación, estaban dispuestos a una verdadera renovación y le preguntan qué han de hacer «en concreto» para prepararse a acoger el reino de Dios. Las respuestas de san Juan conducen a la religiosidad verdadera: las obras que manifiestan la fe. Era la misma predicación de los profetas del AT (cfr. Is 58, 5-10).

En medio de esa expectativa mesiánica creada en torno a san Juan Bautista, ocurre la embajada que nos relata el Evangelio de este Domingo (Jn 1, 19-28): «los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a que le preguntaran: «¿Tú quién eres?». Muchos identificaban a Juan con el Mesías o Cristo; por eso el fiel Precursor se anticipa a desvirtuar tal creencia. Observa san Juan Crisóstomo que la pregunta era capciosa y tenía por objeto inducir a Juan a declararse el Mesías, pues ya se proponían cerrarle el paso a Jesús (cfr. Mons. STRAUBINGER in Jn 1, 20).

«Experimentaron los judíos cierta pasión humana respecto de San Juan. Creían indigno que él se sometiese a Jesucristo, porque las muchas cosas que hacía San Juan demostraban su excelencia y, en realidad, que descendía de familia ilustre (puesto que era hijo del príncipe de los sacerdotes). Y porque demostraban, después, su educación sólida y su desprecio de las cosas humanas. Mas en Jesucristo se veía lo contrario; era de un aspecto humilde, lo cual menospreciaban los judíos diciendo: «¿Pues no es éste el hijo del carpintero?» (Mt 13, 55). Su ordinario sustento era el de los demás, y su vestido no se distinguía del de muchos. Y como San Juan mandaba continuamente a ver a Jesucristo, y por otro lado querían más bien tener por maestro a San Juan, le enviaron aquella legación, creyendo que por medio de halagos le obligarían a confesar que él era el Cristo. Y por esto no envían a personas despreciables (a la manera que a Cristo le enviaban a los ministros y los herodianos) sino sacerdotes y levitas. Y no cualquiera de estos, sino a aquellos que estaban en Jerusalén, que eran los más distinguidos» (in Ioannem, hom. 15, sparsim: cit. por Catena Aurea).

La respuesta de Juan es presentarse como el que anuncia a Cristo: «Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías». […] «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia».

Juan es un profeta como los anteriores del Antiguo Testamento, pero su vaticinio no es remoto como el de aquéllos, sino inmediato: «En medio de vosotros hay uno que no conocéis». Volvemos a encontrarnos aquí con el fundamento de la alegría cristiana: Jesucristo no sólo nos conduce a Dios, sino que es Dios con nosotros. Y la respuesta del cristiano es preparar el camino al Señor, como nos indica san Juan Bautista.

Para conocer y reconocer a Jesús es necesario fomentar en nuestro corazón una fe viva y una profunda humildad. Y para ello:

  • Aceptar con gran sencillez y sumisión respetuosa las enseñanzas de la Iglesia.
  • Leer con respeto y amor, y meditar constantemente en las palabras de la Sagrada Escritura, que nos hacen conocer, amar e imitar a Jesucristo.
  • Ir a menudo a visitar y  adorar a Jesús sacramentado.

Tenemos todavía unos días para preparar la venida en gracia del Niño Jesús en Navidad… Y no olvidemos debemos irnos disponiendo para recibir a Jesucristo cuando venga en gloria y majestad. Hagamos nuestro el ejemplo de la Virgen María, causa de nuestra alegría, que pronunció su fiat a la Encarnación, esperó en oración y en silencio al Redentor y preparó con cuidado su nacimiento en Belén.