Widgetized Section

Go to Admin » Appearance » Widgets » and move Gabfire Widget: Social into that MastheadOverlay zone

9 octubre 2021 • Rito Romano Tradicional

Marcial Flavius - presbyter

XX Domingo después de Pentecostés: 10-octubre-2021

Epístola (Ef 5, 15-21)

Fijaos bien cómo andáis; no seáis insensatos, sino sensatos, aprovechando la ocasión, porque vienen días malos. Por eso, no estéis aturdidos, daos cuenta de lo que el Señor quiere. No os emborrachéis con vino, que lleva al libertinaje, sino dejaos llenar del Espíritu. Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y tocad con toda el alma para el Señor. Dad siempre gracias a Dios Padre por todo, en nombre de nuestro Señor Jesucristo. Sed sumisos unos a otros en el temor de Cristo.

Evangelio (Jn 4, 46-53)

Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verlo, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose. Jesús le dijo: «Si no veis signos y prodigios, no creéis». El funcionario insiste: «Señor, baja antes de que se muera mi niño». Jesús le contesta: «Anda, tu hijo vive». El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo vivía. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron: «Ayer a la hora séptima lo dejó la fiebre». El padre cayó en la cuenta de que esa era la hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vive». Y creyó él con toda su familia.

La curación del hijo del oficial (James Tissot)

Reflexión

I. Situación histórica y argumento del Evangelio

En el versículo siguiente al final del Evangelio de este Domingo, explica san Juan: «Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea» (Jn 4, 54). Para san Juan, los «milagros» de Jesús, son «signos» que manifestaban su poder y su grandeza. Así, después del primero de los signos ocurrido también en la misma ciudad: Caná, afirma: «Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él» (Jn 2, 11). Sin embargo, esto no significa que Jesús no hiciera otros milagros en el tiempo que va de uno a otro «signo»: «Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía» (Jn 2, 23). Después de esto, y pasando por Samaría donde tiene lugar la conversión de la samaritana con sus consecuencias: «Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: “Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo”» (Jn 4, 41-42), vuelve a Galilea.

A su paso ha suscitado la fe: creyeron en él, creyeron en su nombre, aquí, conforme al uso semítico “nombre” significa su persona. La fe de estos judíos, ¿a qué se refiere? ¿A su fe en Cristo Mesías o a su fe en Cristo como Hijo de Dios? Parecería que, al comienzo de su ministerio, no debería interpretarse esto de su filiación divina. Basta ver el progreso de revelación paulatina que Cristo tiene con sus discípulos en los sinópticos, para pensar que aquí deba referirse sólo a su mesianismo. Que se trataba de esa fe, aparece corroborado por el caso del protagonista del Evangelio, un «régulo» funcionario, o empleado civil o militar al servicio del rey Herodes, de quien sabemos por otra parte que contó con varios familiares entre los primeros fieles. Tales fueron Cusa, administrador del tetrarca cuya mujer Juana acompañaba al Señor con otras mujeres sirviéndole con sus bienes (Lc 8, 3) y Manahen que aparece en la primera comunidad cristiana de Antioquía y al que se describe con una expresión que puede significar había sido educado juntamente con el futuro rey, o en sentido más estricto, en cuanto que su madre hubiera sido elegida para nodriza del pequeño Herodes (Hch 13, 1).

II. La fe del régulo

En un principio era muy imperfecta:

  • No fue a buscarlo a distancia, sino que se aprovechó de su proximidad a Cafarnaúm. «El funcionario insiste: “Señor, baja antes de que se muera mi niño”». Creía que Cristo era un gran profeta, pero no sabía el pleno alcance de su poder milagroso; porque no necesitaba «bajar» para curar a su hijo; ni tenía por qué temer a la urgencia de la muerte, ya que podía resucitarle
  • Cristo mismo le reprochó desde el primer momento la imperfección de su fe: «Si no veis signos y prodigios, no creéis».

Esta frase que no se dirige solamente a él por la forma plural en que está expresadaTiene una perspectiva mucho mayor. Cristo no censura el valor apologético del milagro, que Él utiliza en ocasiones precisamente para probar su misión. Lo que censura Cristo aquí es la avidez de los milagros propia de los galileos y su fe débil y flaca, la cual recusa recibir el Evangelio si no ve de continuo nuevos signos: «Y no hizo allí [Nazaret] muchos milagros, por su falta de fe» (Mt 13, 58).

Pero, aunque Cristo hace esta reflexión de crítica al judaísmo contemporáneo, no se excluye de esta oportunidad el que intente también, como en otra situación análoga, el excitar más aún en él su confianza y su fe: «probarle» (Jn 6, 6). Y así probado, la confianza surgió más vigorosa. A esta buena disposición fue a la que atendió Cristo, para decirle: «Anda, tu hijo vive». Y aquel funcionario creyó en la palabra de Cristo, con lo que el milagro se hizo al punto, al tiempo que se elevaba su fe: creyó en aquella curación a distancia. Y Cristo apareció ante él con dos milagros: el de una curación y el de una revelación al anunciarle la curación.

III. Grados en la fe

En la fe caben varios grados. No en cuanto a su objeto formal o su motivo que es la autoridad de Dios que revela. En cambio, puede ser mayor o menor:

  • En cuanto al conocimiento de las verdades de fe. Un sujeto puede conocer más que otro. Y puede conocer las verdades de modo más o menos explícito y, por consiguiente, caben en cuanto a las cosas que se proponen al hombre para que las crea, diversidad de grados, según la diversidad de participación que se tenga en aquello que es objeto de fe.
  • Por parte del entendimiento, porque se adhiera con mayor certeza y con mayor firmeza a las verdades de fe. Así en los diversos personajes que aparecen en el Evangelio (p.ej. san Pedro) vemos que unas veces proceden con fe firme y otras vacilan.
  • Por parte de la voluntad, ya por la mayor prontitud, ya por el mayor fervor de la devoción, ya por la mayor confianza.

IV. Aplicación práctica

  • Hay que evitar que disminuya la certeza y la firmeza del entendimiento. Especialmente aquello que pueda suscitar dudas en la fe (lecturas, conversaciones, interpretaciones equivocadas de sucesos dolorosos, ignorancia de ciertas cuestiones complejas…)
  • Hay que evitar que decaiga la confianza de la voluntad, en particular por el desorden de las pasiones.
  • Consolidar nuestra fe: acomodando nuestros criterios y nuestros actos a nuestra fe: ejercitarse en las buenas obras y en las virtudes; por la escucha y lectura de la Palabra de Dios; procurando aumentar las gracias por los sacramentos de la confesión y la comunión.

Fuentes

  • Verbum Vitae. La palabra de Cristo, vol. VIII, BAC: Madrid, 1953.
  • Manuel de TUYÁ, Biblia comentada, vol. II, BAC, Madrid: 1964