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4 octubre 2021 • Es especialmente oportuno el recuerdo histórico cuando asistimos a la nueva connivencia entre socialistas y separatistas

Manuel Parra Celaya

De ayer a hoy: entre dos golpes de estado

El Gobierno de la Generalidad (Companys en el centro) después de su rebelión del 6 de octubre de 1934

El 6 de octubre de 1934 se perpetró un golpe de Estado contra la legalidad republicana, protagonizado, al alimón, por socialistas y separatistas; a estas alturas de la historia, tanto unos como otros prefieren evitar conmemoraciones y trazar un espeso velo de silencio -o de memoria democrática– sobre aquel acontecimiento, que los deja muy mal parados si alguien osa resucitar el recuerdo.

Dejo al gran escritor, cronista ovetense y amigo, José M.ª García de Tuñón, el relato pormenorizado de lo que ocurrió otrora en Asturias, y me centro en la mención de la sublevación de la Generalidad presidida por Companys, que llevó a las calles una batalla campal, con heridos y muertos (el primero de ellos, el heroico capitán Suárez, por disparos de los Mossos sublevados bajo el mando de Escofet). Varios testimonios familiares me dieron noticia desde mi juventud de aquel golpe de Estado, y no ahondo más en la narración, que está sobradamente recogida por los manuales de historia aún no censurados.

Lo que va de ayer a hoy… No se puede aplicar aquí lo de “de lo sublime a lo ridículo”, porque fallaría el primer término de la enumeración; el 6 de octubre de 1934 no fue sublime en modo alguno, sino criminal, y la autoridad del Gobierno republicano cumplió su cometido…al revés que en nuestros días. Con todo, se dan ciertos paralelismos: en aquellas fechas, la huida de los golpistas por las alcantarillas; en 2017, la del máxima responsable en un maletero; en ambos casos, las masas alucinadas por el espejismo propuesto por sus dirigentes, entonces con armas, hoy en día sin ellas, a Dios gracias; y, sobre todo, los indultos concedidos por gobiernos de los frentes populares al final de la fallida aventura; los indultos devolvieron a Companys a la presidencia autonómica y ahora han restituido a los golpistas de hogaño al liderazgo de sus respectivos grupos.

Es especialmente oportuno el recuerdo histórico, cuando asistimos, por una parte, a la nueva connivencia entre socialistas y separatistas, y, por otra, a la charlotada que protagoniza en Europa el Sr. Carles Puigdemont, con la coreografía imprescindible de los tribunales belgas, alemanes e italianos, de la propia Abogacía del Estado español y del suspense sobre el alcance de las órdenes de extradición de la UE.

Confieso que, ante este último número del periplo de Puigdemont en Cerdeña, estoy sumido en un mar de dudas y me reafirmo en mi ignorancia sobre política (con minúscula). La mayoría de los que sí entienden del tema aseguran que la detención en L’Alguer propinó un susto a Pedro Sánchez, al comprometer su mesa de diálogo y el necesario apoyo de las huestes de Aragonés y de Rufián para la aprobación de los Presupuestos; dicen estos expertos que el Gobierno español prefiere que Puigdemont siga viajando desde su Waterloo a donde le plazca, siempre que no se le ocurra entregarse a la justicia española.

Como soy muy malpensado y -repito- no entiendo de política, se me ocurre otra explicación, posiblemente tomada por los pelos: ¿no le interesaría al Gobierno español, en complicidad con ERC, la detención, juicio e indulto consiguiente del orate viajero, para dejar de lado de una vez por todas a su partido, Junts-per-Catalunya, a mayor gloria de Esquerra, siempre a la greña sin cuartel con sus socios en el secesionismo?

Mi hipótesis es rocambolesca, lo sé, pero parte de cierta experiencia en cuanto al juego de intereses de los grupos nacionalistas enfrentados, especialmente desde que los representantes de Puigdemont fueron marginados de la susodicha mesa de diálogo, ¿Qué iba a arriesgar Sánchez con esta solución? Acaso unos días de nuevas algaradas y unos cuantos contenedores quemados; no le viene ni a él ni a la señora Colau una asonada incendiaria de más o de menos…; de paso, el descrédito de la alcaldesa de Barcelona sería total y abriría las puertas del Consistorio a Esquerra. A las pocas jornadas, nuevas concesiones y pacificación de los espíritus con el indulto, incluida la montaraz CUP; Puigdemont arrinconado y desacreditado, mientras ERC se alza con el santo y la victoria y continúa como firme apoyo de la poltrona monclovita.

¿A qué parece una intriga de película de espionaje? Seguramente todo ha sido un producto de mi imaginación otoñal, pero tramas más intrincadas se han orquestado y dirigido desde el Poder. Por supuesto que con menos sangre que aquel golpe de Estado del 6 de octubre de 1934 (eran otros tiempos), pero con mucho más maquiavelismo político, y en eso es experto nuestro Presidente de Gobierno.