Widgetized Section

Go to Admin » Appearance » Widgets » and move Gabfire Widget: Social into that MastheadOverlay zone

2 octubre 2021 • Patriota español sin fisuras y Joseantoniano convencido

Manuel Parra Celaya

Murió el poeta, sigamos su estela

Imagen de Gabriele M. Reinhardt en Pixabay

Ha muerto Aquilino Duque. Acaso el nombre sea desconocido para algunos, pues, a pesar de su excelencia y grandes méritos, fue uno de esos grandes que nuestra historia reciente y nuestro presente angustioso han venido ninguneando y silenciando; así, está implícitamente excluido de ese extraño canon que otorga no se sabe quién y del que quedan suprimidos quienes no acostumbran a bailar el agua a los poderes establecidos.

Con todo, algún medio ha dado la noticia de su muerte, y lo ha recordado como Premio Nacional de Literatura en 1974, como miembro de la Real Academia Sevillana de las Buenas Letras, como receptor asimismo de los premios Leopoldo Panero y Fastenrah de la RAE, como escritor de raza, como traductor de varios idiomas, como viajero y representante de las letras españolas en diversos lugares del extranjero… También algún afortunado artículo sobre su persona y su figura me ha sido grato leer.

Pero creo que nadie se ha atrevido a glosar su figura con respecto a dos cualidades entrañables, poco rentables, eso sí, para la corrección política que nos agobia en derredor: la de patriota español sin fisuras -no patriotero– y la de Joseantoniano convencido.

Tuve el honor de conocer a Aquilino Duque, de estrechar su mano y de hablar largamente con él -no tanto como hubiera deseado- en la celebración del Congreso del nacimiento de José Antonio Primo de Rivera, en 2003, que “celebramos algunos españoles”, como dice él mismo en su libro Memoria, Ficción y Poesía; en este mismo libro, confiesa que las causas principales de su acercamiento a José Antonio fueron “la etopeya que Dionisio (Ridruejo) hizo de él en ´Escrito en España´ y el testimonio personal de una adversaria como María Zambrano. Cuando se pone la cultura por encima de la política, no se está a la derecha o a la izquierda, sino arriba o abaja. Todo es cuestión de verticalidad”.

Desde aquel encuentro personal, tan gozoso para mí, no cesamos de felicitarnos en cada Navidad; él me obsequiaba con sus maravillosos poemas -entre lo popular y lo culto- y yo con la modestia de unos villancicos de uso familiar. Fue especialmente emotivo su mensaje cuando estaba en su punto más álgido el procés separatista: “Brindo con cava catalán por la unidad de España”.

Se le atribuye que fue miembro de la llamada generación del 50, pero por libre, con la digna posición de independiente que no seguía la moda del momento y escribía por su cuenta, es decir, con toda su maestría, su inteligencia (“Intelijencia, dame el nombre exacto de las cosas”, decía Juan Ramón Jiménez) y, sobre todo, con toda la sinceridad de su corazón.

Los que afirmamos por encima de todo que existen categorías permanentes de razón, como dijo su admirado José Antonio, sabemos que la Verdad, la Bondad y la Belleza están íntimamente unidas. Buen motivo para que Dios lo haya acogido en su Eternidad. No lo olvidemos en nuestras oraciones y en nuestro recuerdo, con un sincero y sencillo presente, ahora que, sin duda, ha conocido personalmente a José Antonio.