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3 mayo 2021 • El autor ha puesto especial cuidado en reflejar fielmente los hechos históricos que sirven de marco a su relato

Manuel Parra Celaya

José Antonio Santana: «Déselo a Miguel»

Déselo a Miguel
Autor: José Antonio Santana
Ed. Altaveu, 2020.

Algo debe de tener el agua cuando la bendicen, asegura un refrán. Algo debe de tener José Antonio Primo de Rivera, afirmo yo, cuando no pasa día sin que se editen libros sobre su figura y su obra. Y eso a la altura de 2021, a los 85 años de su fusilamiento, con todo lo que ha ido sucediendo en España y en el mundo…y con la que está cayendo.

Déselo a Miguel son las palabras que dan título a esta novela histórica, y en ella son con las que pide José Antonio a un probo funcionario de prisiones, D. Víctor Viñas,  que haga llegar su testamento a su hermano, también encarcelado pero ya liberado de la pena de muerte, D. Víctor es un hombre escrupuloso con sus deberes profesionales, creyente y amante de su familia, y no puede sentir una doble sensación: un fuego en el estómago al aceptar el encargo, por las posibles represalias, y la simpatía que siente hacia el preso, ya en capilla y con quien ha tenido algún contacto personal.

Víctor es uno de los dos personajes principales de la trama novelesca; el otro es Antonio Salcedo, que también  trabaja en la prisión de Alicante por su militancia en el partido de Azaña, Izquierda Republicana; Antonio tiene un turbio pasado, pero es también un hombre íntegro, que ha trabado relación con José Antonio y, a pesar de la teórica discrepancia de ideas, ha empatizado con él, lo considera un hombre de bien y coinciden ambos en el gusto por la poesía de Miguel Hernández, hasta el punto de que el recluso, antes de la hora fatal, le encarga que entregue al poeta de Orihuela unos versos suyos. Dos trayectorias -la de Víctor y de la Antonio- muy distintas, pero que confluyen cuando los hermanos Primo de Rivera son encarcelados, y tienen relación con José Antonio.

El autor ha puesto especial cuidado en reflejar fielmente los hechos históricos que sirven de marco a su relato, y, especialmente, de forma rigurosa y objetiva, el papel jugado por el Fundador y Jefe de la Falange; si, en un momento inicial, nos sorprende la afirmación de que su objetivo era volver al régimen anterior, este lapsus se corrige con creces cuando, de forma amena, fluida y sintética, se toman casi en su literalidad las palabras de José Antonio durante su defensa en el juicio, en especial las que hacen referencia a su verdadero ideario. Se advierte que J.A. Santana ha leído las actas del proceso y los textos joseantonianos, así como que se ha informado de la trastienda política, tan inicua, que condenó de antemano al prisionero de Alicante; las escenas que nos han llegado de los debates -y enfrentamientos- del Jurado Popular en sus deliberaciones también tienen cabida, y el autor pone como testigo precisamente a Antonio Salcedo, que ha sido designado como integrante del mismo por su partido.

Un epílogo nos traslada a nuestros días y al ámbito familiar del autor; en esta parte se observa cuál es la perspectiva, dentro del desconocimiento, de las generaciones actuales ante los hechos históricos que se reflejan en la novela y sobre la figura de José Antonio; incluye el texto íntegro de su testamento (el que supuestamente entregó a D. Víctor y este guardó celosamente durante los días de la guerra), así como la suposición de que la admiración del Jefe falangista por la poesía de Miguel Hernández, de militancia comunista, se hubiera traducido en cierta influencia joseantoniana en algunos de los versos de Vientos del pueblo.

Déselo a Miguel atrapa inmediatamente al lector, tanto por la trama novelesca como por la fidelidad a la historia real. La prosa de Santana está teñida en muchas ocasiones de elementos poéticos bien visibles, procedentes del marco luminoso de la tierra alicantina, sus gentes y sus costumbres. Lectura, pues, muy recomendable, tanto para joseantonianos convencidos, como para escépticos y, aun, para desconocedores o adversarios de la figura de José Antonio Primo de Rivera.