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17 abril 2021 • La fe en la Resurrección nació ⎯bajo la acción de la gracia divina⎯ a partir de la realidad de Jesús vivo manifestada en el sepulcro vacío y revelada por las apariciones.

Angel David Martín Rubio

Resucitó «según las Escrituras»

1.- El Evangelio de la Misa (III Domingo de Pascua, ciclo C: Lc 24, 35-48) comienza con el relato de la aparición de Jesús a sus discípulos la tarde del Domingo de Resurrección, después de que dos de ellos le hubieran reconocido en Emaús «al partir el pan».

Conocían estos hombres el anuncio de Cristo acerca de su Resurrección al tercer día. Habían oído por la mañana el
mensaje de las mujeres que han visto el sepulcro vacío y a los ángeles. Sin embargo, son la imagen viva del desaliento. El evangelista san Juan nos indica que estaban «con las puertas cerradas por miedo a los judíos» (Jn 20, 19).

Jesucristo, que ha de constituir a los Apóstoles en testigos de su Resurrección, los saca de la incredulidad mediante sus apariciones: Cristo se aparecía para sembrar las semillas de la fe (santo Tomás de Aquino).

2.- La fe cristiana en la resurrección corporal de Jesucristo es un hecho incontestable que exige una explicación adecuada ¿Cómo llegaron los primeros cristianos a tener una fe tan profunda en la resurrección de Jesús? ¿Cómo pudieron fundar en esta fe toda su esperanza y llegar a dar la vida por confesar su fe en el Resucitado?

Los Evangelios y las cartas de san Pablo, presentan como fundamento de la fe en la resurrección de Jesús estos dos hechos:

⎯ En la mañana del domingo de Pascua se encontró el sepulcro de Cristo vacío. En un primer momento esto les llena
de consternación y perplejidad. Solamente san Juan dice de sí mismo que el díscipulo amado «vio y creyó» (Jn 20, 8) al ver que los «lienzos» en que había sido envuelto el cuerpo de Jesús estaban allí tendidos; y el «sudario», en que se había envuelto su cabeza, no estaba con los «lienzos», sino que estaba «enrollado en un sitio aparte». Vio el sepulcro vacío y le bastaron estos indicios para creer al reconocer el cumplimiento de las enseñanzas proféticas sobre la resurrección [1].

⎯ Que Jesús había resucitado a una nueva vida con un cuerpo glorioso fue un hecho inmediatamente comprobado
porque Cristo se mostró corporalmente resucitado en muchas apariciones.

En todos los relatos aparece claro que los Apóstoles piensan primero en otra cosa y sólo se convencen paulatinamente tras la solución de sus dudas por medio de la visión del Señor.

En el Evangelio de hoy vemos como los discípulos «creían ver un espíritu» pero es Jesús quien les demuestra que no lo es mostrándoles y haciéndoles tocar su cuerpo resucitado. «Pero como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿Tenéis ahí algo de comer?». No dice esto por tener hambre, sino para convencerlos de que tenía un cuerpo real. Y lo confirma comiendo ante sus ojos.

En conclusión, la hipótesis según la cual la resurrección habría sido un “producto” de la fe (o de la credulidad) de los apóstoles no tiene consistencia. Muy al contrario, su fe en la Resurrección nació ⎯bajo la acción de la gracia divina⎯ a partir de la realidad de Jesús vivo manifestada en el sepulcro vacío y revelada por las apariciones.

3. Termina el Evangelio que hemos leído con una síntesis de las conversaciones de Cristo con los apóstoles durante los cuarenta días que Lc dice que se les apareció y les hablaba del reino de Dios (Hch 1,3).

Mediante las Sagradas Escrituras del Antiguo Testamento (La Ley de Moisés, los profetas y los salmos) les hace ver que el Mesías tenía que padecer, siendo así víctima de propiciación por nuestros pecados y por los del mundo entero (cfr. 2ª lectura: 1 Jn 2, 1-5ª). Pero Dios resucitó a Jesús de entre los muertos y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos.

Este designio divino de salvación a través de la muerte del «Siervo, el Justo» (Is 53, 11;cf. Hch 3, 14) había sido anunciado antes en la Escritura como un misterio de redención universal, es decir, de rescate que libera a los hombres de la esclavitud del pecado (cf. Is 53, 11-12; Jn 8, 34-36). S. Pablo profesa en una confesión de fe que dice haber «recibido» (1Co 15, 3) que «Cristo ha muerto por nuestros pecados según las Escrituras» (ibidem: cf. también Hch 3, 18; Hch 7, 52; Hch 13, 29; Hch 26, 22-23). La muerte redentora de Jesús cumple, en particular, la profecía del Siervo doliente (cf. Is 53, 7-8 y Hch 8, 32-35). Jesús mismo presentó el sentido de su vida y de su muerte a la luz del Siervo doliente (cf. Mt 20, 28). Después de su Resurrección dio esta interpretación de las Escrituras a los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 25-27), luego a los propios apóstoles (cf. Lc 24, 44-45) (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 601)

Este es también el contenido de las palabras de san Pedro (1ª lectura: Hch 3, 13-15. 17-19) que nos presentan el inicio del anuncio cristiano en cumplimiento de las palabras de Jesús acerca de la predicación de Cristo Mesías «a todos los pueblos».

Esta es también la razón de nuestro ser cristianos, miembros de la Iglesia: convertidos de nuestros pecados, cambiar de vida y anunciar ⎯con la palabra y con las obras⎯ la fuente de nuestra alegría y esperanza de participar un día del gozo de la resurrección.


[1] Una explicación de la terminología usada por los evangelistas en relación con los lienzos usados para la sepultura de Jesús puede verse en estos enlaces:

Síndone, sudario, vendas

Los lienzos tendidos