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14 marzo 2021 • Me pregunto si, en los tiempos en que vivimos tiene algún futuro el sindicalismo

Manuel Parra Celaya

El sueño inviable de Ramiro Ledesma

He estado leyendo hace muy poco un interesante artículo de Juan José Coca titulado Apuntes para un sindicalismo solidario (revista Cuadernos de Encuentro nº 143. Invierno 2020), que parece conectar -salvando inevitables distancias temporales y enfoques- con una ya antiquísima aspiración de regeneración social. En dicho artículo, su autor elabora una propuesta de acción sindical para España, que se concreta en una respuesta ciudadana que proteja a nivel estructural a funcionarios, trabajadores, autónomos y PyMEs, a través de un nuevo enfoque del sindicalismo.

En un párrafo, el autor recuerda la frase Solo los ricos pueden permitirse el lujo de no tener patria, y la enlaza con una exégesis actualizada, dentro de una cosmovisión comunitarista, del sentido orteguiano de la patria: construcción intergeneracional del futuro…como una aportación intercomunitaria, incluso internacional -en alusión a trascender a un patriotismo europeo o hispano desde la perspectiva española-; la nación debe ser, por tanto, un concepto de solidaridad y subsidiaridad, ya que, tanto el capitalismo como el socialismo generan una desunión para los pueblos y para las personas[1].

La lectura de este artículo, y la consiguiente reflexión sobre su contenido, me han llevado a evocar, aunque sea mediante un increíble salto en el tiempo, aquel nacionalsindicalismo, que nunca se llegó a implantar en España, y cuyos balbuceos iniciales pueden centrarse en la fecha del 14 de marzo de 1931, cuando un grupo de jóvenes, a cuya cabeza figuraba Ramiro Ledesma Ramos, editó un periódico de título, inequívoco en cuanto a su intención, La Conquista del Estado.

En los años 60 del pasado siglo, el Círculo Doctrinal José Antonio de Barcelona hizo una edición facsímil de dicha publicación, con prólogo del Dr. Joaquín Encuentra Morer, Secretario General de la entidad; de este prólogo entresaco algunas ideas importantes: quienes componían la redacción de La Conquista del Estado eran un grupo juvenil en busca de horizontes nuevos, pero no tenían, por lógica, un cuerpo de doctrina completo y coherente, sino que abundaban las contradicciones; sin embargo, en el periódico se contenían unas ideas-fuerza para lo que aquellos jóvenes  entendían como tarea revolucionaria; concretamente, Ramiro Ledesma reflejó en el su profunda significación nacional y patriótica (…) y mostró asimismo sus afanes revolucionarios, su tendencia a la revolución social y económica, vinculándose en muchos aspectos a la actitud de la CNT; de hecho, La Conquista del Estado fue una emotiva mirilla caleidoscópica, cuya alma fue Ramiro Ledesma Ramos, que desempeñó un papel precursor: alumbrar las consignas de las futuras JONS, consignas que más tarde incorporó Falange Española de las JONS[2].

El sueño de Ramiro, que se puede detectar en todos sus escritos, se fundamenta en la necesidad de una revolución nacional, a la cual incorpora la dimensión sindicalista del movimiento proletario[3]; dicho con otras palabras, la nacionalización de las masas obreras como motor de una transformación radical de las estructuras socioeconómicas de España, liberando a esta de la miseria.

En los escritos políticos de Ramiro, desde los iniciales en La Conquista del Estado hasta los finales de La Patria Libre, se advierte el peso de su gran cultura filosófica y de los pensadores que más influyeron en él (Nietzsche, Spengler, Fichte, Heidegger, Sorel…); como marco de sus ideas. Aquella circunstancia histórica -tan distinta a la actual- se presentaba como inequívocamente revolucionaria y propensa a las grandes innovaciones por impulso juvenil frente a lo viejo y caduco; así, no extraña que el periódico ramirista volcara su atención hacia la Italia fascista, la Alemania nacional-socialista, la Rusia soviética, incluso hacia la Turquía de Mustafá Kemal o hacia las andaduras de Oswald Mosley; todas ellas parecían contener la búsqueda del protagonismo obrero en las tareas nacionales respectivas.

El biógrafo de Ledesma, Tomás Borrás, pone en la mente del joven Ramiro, con ocasión de la celebración familiar de la Nochevieja de 1930, estos pensamientos:

¡Si se pudiera infundir en las levas de los obreros independientes el sentimiento de que la tarea no debe ser otra que crear una España potente!¡Si se pudiera convencer a los ricachos, aunque en España son pocos, pero monopolizan el poder y el dinero, que hay que liberar a las gentes populares, en la ciudad o en la gleba, de sus cadenas de miseria, enfermedad, vida sin horizontes! Esta es la clase, De ella nacería un pueblo, una nación, un Estado, otra vez imperativos[4].

En el primer número de La Conquista del Estado (14-marzo-1931). Encontramos una miscelánea de temas que se refieren a la política nacional e internacional: El pavoroso conflicto del paro andaluz, La violencia y la política actual, la España que hace, la España que deshace…, pero lo más destacado es el Manifiesto que firmaron quienes componían el equipo de redacción; en él advertimos claramente la impronta del panestatismo mussoliniano, y el lenguaje empleado es de una clara desmesura semántica[5], pero vamos a fijar la atención en el epígrafe Estructura sindical de la economía, donde se recogen aspectos significativos de estos inicios del pensamiento ramiriano:

Nosotros lucharemos contra la limitación del materialismo marxista, y hemos de superarlo; pero no sin reconocerle honores de precursor muerto y agotado en los primeros choques (más tarde, afirmará que su antimarxismo es en el plano de la competencia revolucionaria); la sindicación de las fuerzas económicas será obligatoria, y en todo momentos atenida a los altos fines del Estado; El nuevo Estado torcerá el cuello al pavoroso y tremendo problema agrario que hoy existe. Mediante la expropiación de los terratenientes. Las tierras expropiadas, una vez se nacionalicen, no deben ser repartidas, pues esto equivaldría a la vieja y funesta solución liberal, sino cedidas a los campesinos mismos, para que las cultiven por sí, bajo la intervención de las entidades municipales autónomas, y con tendencia a la explotación comunal o cooperativista; Estructuración sindical de la economía; Política económicas objetiva; Potenciación del trabajo; Justicia social y disciplina social.

En cuanto al apartado del Manifiesto que se titula Nuestra organización, destacamos el punto que afirma con rotundidad: Nacemos con cara a la eficacia revolucionaria. Por eso no buscamos votos, sino minorías audaces y valientes[6].

La atención y la esperanza puestos en el mundo del sindicalismo, y, en especial, al representado por la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), pueden rastrearse a lo largo de los veintitrés números de vida que tuvo La Conquista del Estado, hasta el postrero de 24 de abril de 1931; podemos hacer un rápido repaso a continuación.

En el número 4 (4-abril-1931) podemos leer: ¡Antes que nada la liberación económica! Ved nuestro programa social: sindicación obligatoria de la industria y entrega de tierra a los campesinos, así como el artículo -firmado por Hubert Lagardelle- El hombre real y el sindicalismo: El sindicalismo es el núcleo de un conjunto de obras engendradas por la vida del trabajo: obras de defensa, de asistencia, de solidaridad, de educación, de aprendizaje, de cooperación, etc.

El número 6 (18-abril-1931) contiene una llamada a los campesinos, y, significativamente, el número 8 (2-mayo-31) un suelto: Nos unimos a la petición que hace Solidaridad Obrera de que funcionen en las fábricas y talleres Consejos Obreros; el nombre del economista Bermúdez Cañete, uno de los firmantes del Manifiesto, es constante en el periódico y, en el número 10 (16-mayo-1931) destaca el artículo La revolución positiva.

En el número correspondiente al 23 de mayo, se contiene una entrevista unos minutos con el camarada Álvarez de Sotomayor de los Sindicatos Únicos, en la que se dice lo siguiente: Los Sindicatos Únicos -la CNT- movilizan las fuerzas obreras de más bravo y magnífico carácter revolucionario que existen en España. Gente soreliana, con educación y formación antipacifista y guerrera, es hoy un cuerpo de combate contra el artilugio burgués; no es extraño que, en el número siguiente (30 de mayo), con la firma de Aparicio se diga: Por algo el anarcosindicalismo español resulta invencible a los gobiernos que se ponen de espaldas del pueblo.

El título de camarada, que introduce Ramiro en el ámbito político y sindical frente al de compañero, se aplica a Ángel Pestaña en el número 13 de La Conquista del Estado (6-junio-1931): Gran camarada sindicalista. Ángel Pestaña habla en nombre de una fuerza obrera de indudable vitalidad. Y con afanes revolucionarios absolutos.

Como se puede ver, la atención a este sindicalismo revolucionario era una constante en las ideas de Ramiro Ledesma, que seguía persiguiendo el propósito de dotarlo de un contenido nacional español; el Congreso Extraordinario de la CNT merece toda una página en el número correspondientes al 13 de junio de 1931, así como en los siguientes. Es significativo al respecto el artículo La hora política. Nuestra angustia hispana del número 19 (25-julio-1931), donde se justifican las huelgas obreras: Por eso no necesitamos acudir a argumentos políticos para explicar la profusión de las huelgas. El panorama gobernante no ofrece a las falanges obreras ni a elemento alguno productor garantías de eficacia para el porvenir […]. Las huelgas son, pues, lógicas y el ímpetu revolucionario debe seguir a la orden del día.

No obstante, las esperanzas de Ramiro en cuanto a esta confluencia, bajo el prisma de lo nacional, con la CNT se van diluyendo, conforme la Confederación es copada por la opción anarquista. Así, en el número 21 del periódico, con la firma de Ramiro Ledesma, destacamos las siguientes palabras: Es de una ingenuidad seráfica estimar que el uso del nombre sindicalista nos une a organizaciones proletarias que con ese mismo nombre se conocen en nuestro país y que son lo más opuesto posible a nosotros. Por tanto, sin entregar a la barbarie de una negación mostrenca los valores patrióticos, culturales y religiosos, que es lo que pretenden el socialismo, el comunismo y el anarquismo, conseguirá mejor que ellos el Nacionalsindicalismo la eficacia social que todos persiguen. Y la primera página del número 22 (17-octubre-1931), bajo el título El predominio anarquista en la CNT, insistía en la misma denuncia: Esta gente, tan anacrónica y energuménica, se han ido adueñando por sorpresa de los mandos de una central obrera de la importancia de la CNT. Mucho más eficaces para la CNT han sido los viejos militantes: Pestaña, Peiró, Clará, etc.

Lo reafirma Ceferino L. Maestú Barrio: Cuando Ramiro escribía a finales de mayo sus expectativas respecto de la CNT y del Congreso era optimista. Lo visto le hizo ajustar más sus criterios. No obstante, sigue diciendo Maestú, siguió alabando a los hombres de la Confederación de tendencia social sindicalista y soreliana[7].

Información sobre las JONS en el único número de El Fascio (marzo-1933)

Lo que consiguió Ramiro Ledesma fue que se integró en las JONS -cuya creación se anunciaba en el número 21 de La Conquista del Estado- un grupo compacto de sindicalistas, desilusionados de la CNT y de ellos, algunos significados: Sotomayor, Olalla, y otros de base, combativos, como Pascual Llorente, que luego se distinguiría por su jonsismo violento[8]. Nicasio Álvarez de Sotomayor jugó un papel importante en la primera etapa de las actividades jonsistas y, más tarde, en los sindicatos falangistas.

No desistió Ramiro, sin embargo, de su intención, en la línea de considerar, como su maestro Ortega, que eran inseparables el problema de España y el problema obrero[9]. Mucho más tarde, en su Discurso a las juventudes de España, seguirá diciendo: La incorporación de los trabajadores a la causa nacional de España proporcionaría a esta perspectivas históricas enormes. No solo no se puede prescindir de ellos, sino que es necesario a toda costa extraer de la clase obrera luchadores revolucionarios[10]. Las JONS buscaron:

uno de los objetivos más difíciles del partido: hacer una brecha en el frente obrero marxista; es decir, conseguir la colaboración, el apoyo y el entusiasmo de un gran sector de los trabajadores […] Para ello, propugna una táctica de infiltración consistente, no en la creación de sindicatos en competencia con la UGT o la CNT que puedan debilitar o desmenuzar el frente obrero, sino que fomentaron la existencia de Grupos de Oposición Nacionalsindicalista que democráticamente influyeran en la marcha de los sindicatos y favorecieran el triunfo del movimiento jonsista, que sería también la victoria de todos los trabajadores[11].

En el canto del cisne de La Conquista del Estado, su último número, destaca, bajo el título Nuestras consignas, el siguiente párrafo:

Ya hemos dicho alguna vez que esta crisis es para nosotros más bien de gerencia capitalista  […] Solo polarizando la producción en torno a las grandes entidades protectoras, esto es, solo un Estado Sindicalista, que afirme como suyas las rutas económicas de las corporaciones, puede conseguirse una política económica fecunda  […] La sindicación oficial de productores y acogiendo a los portadores de trabajo bajo la especial protección del Estado. Las corporaciones, los sindicatos, son fuentes de autoridad, aunque la ejerzan por si, tarea que corresponde a los poderes ejecutivos robustos. Pues solo los sindicatos o entidades colectivas, tanto correspondientes a las industrias como a las explotaciones agrarias, se encuentra la articulación suprema de la economía, en relación directa con todos los demás altos intereses del pueblo.

En febrero de 1934 se acuerda la fusión de los movimientos de Falange Española y de las JONS; se incorporan las viejas consignas jonsistas al nuevo movimiento y , en el punto 7 del acuerdo, se puede leer: Elaboración de un programa concreto nacionalsindicalista, donde aparezcan defendidas y justificadas las bases fundamentales del nuevo movimiento: unidad, acción directa, antimarxismo y una línea económica revolucionaria que asegure la redención de la población obrera, campesina y de pequeños industriales[12].

Será más tarde José Antonio Primo de Rivera el que siga desarrollando, con más claridad y radicalismo, especialmente en los años 35 y 36, las propuestas revolucionarias del Nacionalsindicalismo, aunque sin la concreción necesaria desde nuestro punto de vista actual, imposible en aquellas circunstancias.

Pero la herencia de Ramiro Ledesma, aun desgajado de FE de las JONS, seguirá impregnando las líneas ideológicas; sí lo reconoce Miguel Argaya, por ejemplo, quien empieza calificando a Ramiro de jacobino y sustentado en influencias románticas, frente al clasicismo de José Antonio; por una parte, dice que bajo el fantasma treintista de un movimiento nacional y revolucionario se produjo el engaño, el espejismo de la convivencia (entre FE y JONS), pero luego reconoce que la retórica ramirista, así como ciertas vindicaciones de praxis social o económica, siguieron presentes en el discurso joseantoniano tras la marcha de su oponente. Lo que sí supera claramente José Antonio es el panestatismo de Ramiro, al fundamentar toda la ideología en un humanismo personalista de inequívoca base católica.

Continuaron, por parte de FE de las JONS, los intentos de atraerse a ciertos sectores sindicalistas de la CNT; las palabras de José Antonio en Barcelona, en la conferencia que pronunció el 3 de mayo de 1935 y que tanto escandalizaron a la burguesía, son sintomáticas; y continuaron los contactos con cenetistas e, incluso, seguía confiando en la captación de Ángel Pestaña, con el que, al parecer, hubo contactos y reuniones. Sandoval, en su Biografía apasionada de José Antonio, lo niega, pero Ceferino Maestú las asegura, con testimonios, y lo mismo hace Abad de Santillán, así como Carlos Rojas, este último centrando las conversaciones en Luys Santa Marina; por su parte, José M.ª Fontana Tarrats dirá: José Antonio se interesaba mucho por nuestros contactos con la CNT. En uno de sus viajes -precisamente en este de mayo de 1935- mantuvimos una charla y celebramos una cena con un grupo de directivos. No llegamos a nada, pero simpatizamos mucho. También asegura que hubo reunión con Pestaña, pero que fue un fracaso[13].  En todo caso, la polémica histórica sobre el alcance de estas conversaciones debe ser objeto de otros trabajos, que dejo en manos de los historiadores.

La realidad y la evidencia es que el sueño de Ramiro, mantenido por José Antonio, no se hizo realidad; la guerra civil española dividió en dos bandos a los trabajadores españoles, aun bajo un común denominador del sindicalismo, por lo menos, por parte falangista en la zona nacional.

Tampoco, en los años 40 y dentro del Régimen de Franco, pudo plasmarse en algo práctico y duradero la aspiración de Gerardo Salvador Merino desde los Sindicatos oficiales, pero esto pertenece también a otras erudiciones históricas.

Hubo, eso sí, contactos entre antiguos cenetistas y hombres de la Organización Sindical en los años 60, procedentes del falangismo; puedo atestiguar que, como humilde espectador estudiantil, asistí en Barcelona a alguna de ellas, y me consta que no fue un intento aislado.

Aterrizando ya en la actualidad, cabría preguntarse si pueden tener algún día viabilidad los apuntes para un sindicalismo solidario del artículo de Juan José Coca con los que he comenzado este artículo. Y, en un plano más escéptico, me pregunto si, en los tiempos en que vivimos y con las nuevas características del trabajo y los avances de la tecnología, tiene algún futuro el sindicalismo. En todo caso, será un sindicalismo de nuevo cuño.


[1] Juan José COCA, Apuntes para un sindicalismo solidario, in: Cuadernos de Encuentro, 143 (2020) 52-63.

[2] Joaquín ENCUENTRA MORER, Prólogo a la edición facsímil de La Conquista del Estado, Barcelona: Círculo Doctrinal José Antonio.

[3] Salvador de BROCÁ, Falange y Filosofía, Salou: Unierop, 1976, 59.

[4] Tomás BORRÁS, Ramiro Ledesma Ramos, Madrid: Editora Nacional. 1971, 139.

[5] Salvador de BROCÁ, ob. cit., 107.

[6] Las citas de La Conquista del Estado han sido tomadas de la edición facsímil mencionada.

[7] Ceferino MAESTÚ BARRIO, Los enamorados de la revolución, Madrid: Plataforma 2003, 2021, 58.

[8] Ibíd.

[9] Salvador de BROCÁ, ob. cit., 223.

[10] Ramiro LEDESMA RAMOS, ¿Fascismo en España? Discurso a las juventudes de España, Barcelona: Ariel, 1968, 263.

[11] Antonio GIBELLO, José Antonio. Apuntes para una biografía polémica, Barcelona: Doncel, 1975, 187.

[12] Ibíd., 190.

[13] José María FONTANA TARRATS, Los catalanes en la guerra de España, Madrid: Grafite Editores, 2005, 62.