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13 enero 2021 • Rito Romano Tradicional

Marcial Flavius - presbyter

Conmemoración del Bautismo de Nuestro Señor Jesucristo: 13-enero-2021

Epístola (Is 60, 1-6)

[Jerusalén] Levántate y resplandece, | porque llega tu luz; | la gloria del Señor amanece sobre ti! Las tinieblas cubren la tierra, | la oscuridad los pueblos, | pero sobre ti amanecerá el Señor | y su gloria se verá sobre ti. Caminarán los pueblos a tu luz, | los reyes al resplandor de tu aurora. Levanta la vista en torno, mira: | todos esos se han reunido, vienen hacia ti; | llegan tus hijos desde lejos, | a tus hijas las traen en brazos. Entonces lo verás y estarás radiante; | tu corazón se asombrará, se ensanchará, | porque la opulencia del mar se vuelca sobre ti, | y a ti llegan las riquezas de los pueblos. Te cubrirá una multitud de camellos, | dromedarios de Madián y de Efá. | Todos los de Saba llegan trayendo oro e incienso, | y proclaman las alabanzas del Señor

Evangelio (Jn 1, 29-34)

Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel». Y Juan dio testimonio diciendo: «He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo”. Y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios»

Reflexión

I. El pasado 6 de enero conmemoramos en la adoración de los Magos el misterio del Verbo encarnado que es reconocido como el verdadero Hijo de Dios. Hoy celebramos en la Octava de la Epifanía una nueva revelación o manifestación de Jesús como Dios y salvador nuestro con ocasión de su Bautismo en el Jordán.

Como Dios. Los evangelistas se fijan sobre todo en la manifestación por parte de la Trinidad de Jesús como Hijo de Dios y como Mesías. Así lo indican la voz del Padre desde el Cielo y el descenso del Espíritu Santo sobre Jesucristo: «Apenas salió del agua, vio rasgarse los cielos y al Espíritu que bajaba hacia él como una paloma. Se oyó una voz desde los cielos: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”» (Mc 1, 10-11)

Como Salvador. En ese «rasgarse los cielos» podemos ver una puerta que abre la posibilidad del acceso de los hombres a Dios. Por eso, al mismo tiempo que revela su condición de Hijo de Dios, el bautismo de Jesús nos manifiesta el motivo de su Encarnación que es nuestra salvación.

Ya en las profecías el agua aparece vinculada a la invitación a la conversión a Dios, a beneficiarse de sus dones salvíficos que se reparten gratuitamente (cfr. Is 55, 1-11): «Oíd, sedientos todos, acudid por agua… Inclinad vuestro oído, venid a mí… Buscad al Señor». La alusión a una Alianza perpetua, en continuidad con las promesas hechas al rey David (cfr. v. 3) es un anticipo de la nueva y eterna Alianza sellada con la sangre de Jesucristo, prenda de salvación para toda la humanidad.

El rito que practicaba san Juan a orillas del Jordán no era el bautismo sacramental instituido más tarde por Cristo sino «un bautismo de conversión para el perdón de los pecados» (Lc 3, 3). Jesús no necesitaba de ese bautismo pues no tenía pecado que purificar pero se sometió a él porque había cargado con los nuestros. Jesús se hace bautizar prefigurando con ello su bautismo con sangre, su muerte en la cruz para la remisión de los pecados Por eso, el Bautista es el primero que llama a Jesús «Cordero de Dios» (Jn 1, 29) es decir, la Víctima divina que, cargando con nuestros pecados, se entregaría para que su Sangre atraiga la misericordia del Padre, su perdón y los dones de su gracia para los creyentes.

II. Con el bautismo de Jesús quedó preparado el Bautismo cristiano, que fue directamente instituido por Jesucristo después de su Resurrección: «Me fue dado todo poder en el Cielo y en la tierra; id, pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo» (Mt 28, 13).

El Bautismo de Jesús es, por tanto, modelo también del nuestro. En el Bautismo descendemos con Cristo a las aguas de la muerte donde son lavados nuestros pecados. Y después oímos también lo voz del Padre que nos llama hijos suyos. Respondamos, pues, con generosidad a Dios, apreciando el valor de la gracia divina que Él nos ha dado para conservarla, aumentarla y corresponder a ella con nuestra vida. San Juan  nos recuerda en una de sus epístolas cómo el bautizado, por la fe en Jesucristo es hecho hijo de Dios, ama a sus hermanos, cumple los mandamientos y participa en la victoria de Cristo sobre el mundo (cfr. 1Jn 5, 1-9). Y, al hablar del triple testimonio «el Espíritu, el agua y la sangre» (v. 8), se está haciendo referencia a los sacramentos en los que se hace presente internamente y se manifiesta externamente la gracia de Dios.

Pidamos a la Madre de Dios y Madre nuestra, que nos acompañe a lo largo de toda nuestra vida de bautizados para estar atentos a las manifestaciones de Cristo y percibirlas cada vez con mayor claridad hasta que nos deje verlo en la revelación definitiva de su gloria. En esa epifanía eterna, que inunda de gozo a los bienaventurados