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11 enero 2021

José María Manrique García

Filomena o la demostración de la ineficacia administrativa de las Taifas

El temporal de nieve que ha azotado gran parte de la Península, además de las importantes consecuencias acarreadas, da pie para obligadas reflexiones en relación al “discurso oficial dominante”. Reflexiones que se hurtarán con sumo cuidado por prácticamente todos los medios de comunicación y las administraciones públicas.

La primera y obligada es la enésima constatación de la falsedad del mantra del calentamiento global, astuta y tardíamente sustituido por el de cambio climático en el diccionario de manipulación lingüística: en muchas zonas no había nevado así desde que hay registros.

Y la segunda es una nueva y palmaria demostración de la ineficacia de unas administraciones públicas que derrochan dineros para mil objetivos de las “agendas” globalistas o propias (aborto, género, inmigración, separatismos, “kultura y talleres” varios, obras megalíticas sin utilidad real, etc, etc). Que imponen su autoridad en innumerables impuestos, trabas, multas y prohibiciones, incluso conculcando los derechos fundamentales establecidos en la Constitución (recuérdense el “confinamiento” y sus actuales derivados). Pero son incapaces de cumplir con las elementales obligaciones de mantener despejadas las vías públicas y funcionando los transportes y los servicios esenciales (sanidad entre otros).

Y no se ha tratado de un temporal no alertado, y tampoco de una sola administración o responsabilidad política: todas, todas, han pecado de falta de previsión, medios y voluntad de servicio. Y no ha sido cuestión de pusilaminidad o miedo a imponer sacrificios o decretar órdenes draconianas, no, como bien hemos aprendido tras haberlos sufrirlo en grandes proporciones, que para eso bien echan carreras entre las taifas autonómicas para ver quién es más draconianamente amputadora de derechos y libertades.

Centrándonos en los transportes, ese ministerio no ha sido capaz de asegurar ni siquiera las autopistas, autovías, líneas férreas y aeropuertos principales. El contenido de las maletas de Delcy tampoco ha servido para esto. Ni los medios de la Administración Central, ni los de las Autonomías, ni los de los Ayuntamientos, ni los de las empresas concesionarias, y verdaderamente “explotadoras”, de algunas infraestructuras han servido para mantener mínimos cordones umbilicales.

Eso sí, parece que los únicos que tenían planes de contingencia hechos eran los militares de la UME sustraídos a las esqueléticas plantillas y presupuestos de nuestra cadavérica Defensa. A la vez, también eran los únicos que no se habían ido de “finde” y no emplean casuísticas amañadas para no dar órdenes de concentración, desplazamiento, horario intensivo-ininterrumpido y turnos de trabajo.

Porque, a lo que parece, ningún Ayuntamiento mandó concentrar, y emplear a destajo, sus efectivos de bomberos, protección civil, policía, limpieza y las bien regadas de dineros asociaciones de voluntarios durante el fin de semana, porque no es de “buen tono” y no fuera que los sindicatos se enfadaran y el absentismo laboral se notara.

Un ejemplo que puedo constatar es que en Majadahonda-Las Rozas (peor en este último megapueblo), han tenido que ser los vecinos los que habiliten mínimos carriles para salir a la A-6, hasta el punto que por la totalidad de la carretera que las une no había pasado ninguna máquina quitanieve, ni grande ni pequeña (léase minipalas cargadoras-excavadoras), hasta el lunes. Y tampoco en las calles de acceso a la citada A-6, así como en otras grandes avenidas.

Hablando de la UME, desde que la crearon con la perversa intención de “civilizar” la Defensa, así como para mandarlos a los sitios que los otros no quieren ir porque les imponen constantes reclamaciones de sueldos, equipos,  plantillas, etc, a los políticos se les abrió el cielo y se dijeron: mandemos a los militares que aún tienen algo de pundonor, no tienen sindicatos y además obedecen a sus mandos, que se imponen por su “autoritas”, por el código de justicia militar, y por un buen sueldo, ascensos calificaciones y demás. Pero, claro, lo mismo podría decirse de la Guardia Civil, auténtica “milicia liberal” a las directas órdenes políticas, pero, claro, esos están para otras cosas en la nación de Europa con más policías por habitante.

Por cierto, algún reformador podría proponer que las plantillas de la UME en su mayor parte se llenaran con esos soldados que tienen que forzosamente irse a la calle a los 45 años y dejar a los jóvenes en las escasas unidades auténticamente militares. O pasar Protección Civil a depender de Defensa, como antaño.