Widgetized Section

Go to Admin » Appearance » Widgets » and move Gabfire Widget: Social into that MastheadOverlay zone

6 enero 2021 • Rito Romano Tradicional

Marcial Flavius - presbyter

Epifanía del Señor: 6-enero-2021

Epístola (Is 60, 1-6)

[Jerusalén] Levántate y resplandece, | porque llega tu luz; | la gloria del Señor amanece sobre ti! Las tinieblas cubren la tierra, | la oscuridad los pueblos, | pero sobre ti amanecerá el Señor | y su gloria se verá sobre ti. Caminarán los pueblos a tu luz, | los reyes al resplandor de tu aurora. Levanta la vista en torno, mira: | todos esos se han reunido, vienen hacia ti; | llegan tus hijos desde lejos, | a tus hijas las traen en brazos. Entonces lo verás y estarás radiante; | tu corazón se asombrará, se ensanchará, | porque la opulencia del mar se vuelca sobre ti, | y a ti llegan las riquezas de los pueblos. Te cubrirá una multitud de camellos, | dromedarios de Madián y de Efá. | Todos los de Saba llegan trayendo oro e incienso, | y proclaman las alabanzas del Señor

Evangelio (Mt 2, 1-12)

Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo». Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y toda Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: «En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: “Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las poblaciones de Judá, pues de ti saldrá un jefe que pastoreará a mi pueblo Israel”». Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: «Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo». Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino y, de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a su tierra por otro camino. 

Reflexión

La fiesta de la Epifanía celebra la adoración de Jesús por unos «Magos» venidos de Oriente y en este hecho descubrimos su manifestación como el Mesías prometido de Israel, Hijo de Dios y Salvador del mundo (Evangelio: (Mt 2, 1-12).

I. «Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén». Con este nombre de «magos» se designaba a los miembros de una casta sacerdotal de Media y Persia que se dedicaban al estudio de la sabiduría, ocupándose de ciencias naturales, medicina, astrología… Los magos que aquí presenta san Mateo aparecen como centrados principalmente en el estudio de los astros pues llegan a Jerusalén guiados por una estrella, «un signo maravilloso en el cielo que les ha señalado un acontecimiento de dimensiones cósmicas» (Directorio Homilético).

En la antigüedad estaba difundida la creencia de que el nacimiento de los hombres principales iba precedido por un signo celeste. Además, los judíos en su cautividad de Babilonia y en su contacto con los persas, difundieron sus esperanzas en el Mesías por el mundo oriental. Y la tradición judía había unido el advenimiento del Mesías con la aparición de una estrella siguiendo la profecía en la que Balaam anuncia la llegada un rey simbolizado en la estrella y en el cetro que habría de dominar sobre numerosas naciones (Num 24, 17-19). Con su suave providencia, Dios se sirve de un signo celeste para llevar a unos astrónomos al conocimiento del Mesías.

Con toda esta preparación ambiental, el rey Herodes y los habitantes de Jerusalén se sobresaltan pero conocen la respuesta a la pregunta de estos hombres: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo» (Mt 2, 2). Según el profeta Miqueas: había de nacer en Belén (cfr. Mons. STRAUBINGER, La Sagrada Biblia, in: Miq 5, 2).

En estos Magos, representantes de religiones paganas de pueblos vecinos, el Evangelio ve las primicias de las naciones que acogen la Buena noticia de la salvación.

Como explica san Pablo, Jesús es el cumplimiento de todas las promesas hechas por Dios en el Antiguo Testamento, sin esto no se le puede comprender, pero aquellas promesas se referían no solamente a los judíos sino a todos los hombres llamados a ser «miembros del mismo cuerpo, y partícipes de la misma promesa en Jesucristo, por el Evangelio» (Ef 3, 6) . La Epifanía anuncia el carácter universal de la Redención – que en adelante se extendería a todos los pueblos- y que dicha Redención no es iniciativa o capacidad del hombre sino iniciativa de Dios que nos incorpora al misterio del amor de Cristo y sus bienes sobrenaturales cuando la filiación divina que Él posee por naturaleza se nos comunica a nosotros por la gracia en el Bautismo (cfr. Ef 3, 2-9).

II. «Abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra» (Mt 2, 11). Los Padres y la liturgia han pensado en un sentido simbólico de estos dones: «Ofrecen la mirra a aquel que debe morir; el oro, a aquel cuyo reino no tiene fin; y el incienso, al Dios de los judíos, que ahora se manifiesta a los gentiles» (San Ireneo). Por eso decíamos al principio que Jesús se manifiesta como Hijo de Dios, como Mesías y como Salvador del mundo.

En los Magos vemos representada a toda la humanidad, pero nos reconocemos también a nosotros los cristianos. Nosotros nos encaminamos hacia Jesucristo movidos por su gracia y guiados por la estrella de la fe. Su gracia es la que nos hace encontrarlo de nuevo en el santo Evangelio, en la Iglesia y en los sacramentos, principalmente en el de la Eucaristía. Por eso la vida del cristiano ha de ser respuesta a su divina vocación y a Dios podemos ofrecer también nuestros dones: el oro de nuestra fe y de nuestra fidelidad; el incienso de nuestra adoración; la mirra de nuestra buena disposición para soportar nuestros deberes, renuncias y cruces viviendo un amor sacrificado, hecho de detalles que no se notan (Cfr. Bruno BAUR, Sed luz, I, Barcelona: Herder, 1953, 223-224).

III. «Vieron al niño con María, su madre» (Mt 2, 11). Los Magos encuentran a un Niño en brazos de su Madre. Pidamos a la Madre de Dios y Madre nuestra que sea la estrella que nos guía y conduce por el camino más seguro para encontrar a Cristo.