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25 diciembre 2020 • Rito Romano Tradicional

Marcial Flavius - presbyter

Natividad del Señor: 25-diciembre-2020

Misa del día: Epístola (Heb 1, 1-12)

En muchas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a los padres por los profetas. En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha realizado los siglos. Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de la Majestad en las alturas; tanto más encumbrado sobre los ángeles cuanto más sublime es el nombre que ha heredado. Pues ¿a qué ángel dijo jamás: | Hijo mío eres tú, yo te he engendrado hoy; | y en otro lugar: | Yo seré para él un padre, | y él será para mí un hijo? Asimismo, cuando introduce en el mundo al primogénito, dice: | Adórenlo todos los ángeles de Dios. De los ángeles dice: | Hace de los espíritus sus ángeles; | de las llamas de fuego, sus ministros. En cambio, del Hijo: | Tu trono, oh Dios, permanece para siempre; | y cetro de rectitud es tu cetro real. Amaste la justicia y odiaste la iniquidad; | por eso Dios, tu Dios, te ha distinguido | entre tus compañeros, | ungiéndote con aceite de júbilo. También: | Tú, Señor, en los comienzos cimentaste la tierra; | los cielos son obra de tus manos; | ellos perecerán, tú permaneces; | se gastarán como la ropa, | los envolverás como un manto. Serán como vestido que se muda. | Pero tú eres siempre el mismo | tus años no se acabarán.

Evangelio (Jn 1, 1-14)

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; | el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, | ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad

Luis de Morales: Natividad del Señor

Reflexión

Celebramos hoy la fiesta del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, un acontecimiento que desborda todas las expectativas humanas: Dios asume nuestra naturaleza para hacerse uno de nosotros y reconciliarnos con Él mediante su muerte en la cruz. Como dice san Juan en el prólogo de su Evangelio: «a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios» (Jn 1, 12). Cristo nos alcanza la capacidad de llegar a ser hijos adoptivos de Dios, comunicándonos la vida divina por el Espíritu Santo. Por eso anuncian los ángeles: «os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor» (Lc 2, 11). Nació para nosotros. El Hijo de Dios se hizo hombre, para que en Él todos los hijos de los hombres llegasen a ser hijos de Dios.

Y esta celebración tiene lugar después de un tiempo litúrgico de preparación que ha durado cuatro semanas. El Adviento, en efecto, nos ha dispuesto para rememorar y vivir esta primera venida del Hijo de Dios al mundo que ya tuvo lugar en la Navidad hace más de dos mil años. Y para ello, ha recurrido con frecuencia a la voz de los Profetas que alentaron la esperanza del pueblo de Israel muchos siglos antes del nacimiento de Cristo.

Por eso hemos escuchado, en particular la voz de Isaías, quien habla (entre otras formas de referirse al Salvador) del «siervo de Yahvé». ¿Qué significa esta expresión? Que Dios envía a su Hijo como siervo que da la vida en expiación por los pecados del mundo. Por tanto, la encarnación y el nacimiento del Hijo de Dios es el inicio de la redención humana, afirmación central de nuestra fe que proclamamos en el Credo:

«Por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación, bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen, y se hizo hombre».

Todo el misterio de la salvación, la redención y la participación del hombre en la vida divina pormedio de la gracia está contenido en el hecho inicial de la encarnación. La conmemoración de la Navidad no puede detenerse en el nacimiento y la infancia de Cristo sino que debe abarcar toda su vida, desde la cuna a la cruz.

Para hacer posible esta aplicación de la redención a cada uno de nosotros mediante la gracia, el Adviento también nos ha debido preparar para esa venida de Jesucristo a nuestras almas. Mirémosle, pequeño y humilde, adorémosle en unión de la Virgen y san José, unido a los ángeles, los pastores y los Magos porque en Él reconocemos al Hijo de Dios nacido para nuestra salvación. Pero también hagamos que su venida sea posible en nosotros mismos, en nuestras almas. Conservando el estado de gracia santificante para que venga a habitar en nosotros como Él mismo lo ha prometido: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él» (Jn 14, 23). O como dirá san Pablo: «el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado» (Rom 5, 5).

Seamos conscientes de esta riqueza inmensa, de este tesoro inagotable de gracia y de vida sobrenatural que es conocer, conservar y aumentar la vida divina de la que hemos sido hecho partícipes. En particular mediante los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía, seremos nosotros mismos «el Portal de Belén» que recibe al Señor y nos encontrará preparados cuando vuelva en gloria y majestad o cuando venga a llamarnos al final de nuestras vidas. Por eso le pedimos a Dios nuestro Padre que «recibiendo con gozo a tu Hijo unigénito como Redentor, podamos contemplarlo confiadamente cuando venga como juez» (or. colecta Vigilia).