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11 octubre 2020 • Rito Romano Tradicional

Marcial Flavius - presbyter

19º Domingo después de Pentecostés: 11-octubre-2020

Epístola (Ef 4, 23-28)

Renovaos en la mente y en el espíritu y revestíos de la nueva condición humana creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas. Por lo tanto, dejaos de mentiras, hable cada uno con verdad a su prójimo, que somos miembros unos de otros. Si os indignáis, no lleguéis a pecar; que el sol no se ponga sobre vuestra ira. No deis ocasión al diablo. El ladrón, que no robe más; sino que se fatigue trabajando honradamente con sus propias manos para poder repartir con el que lo necesita

Evangelio (Mt 22, 1-8)

Volvió a hablarles Jesús en parábolas, diciendo: «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo; mandó a sus criados para que llamaran a los convidados, pero no quisieron ir. Volvió a mandar otros criados encargándoles que dijeran a los convidados: “Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda”. Pero ellos no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás agarraron a los criados y los maltrataron y los mataron. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: “La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis, llamadlos a la boda”. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el vestido de boda?”. El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los servidores: “Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes”. Porque muchos son los llamados, pero pocos los elegidos».

Goya: “Parábola de los convidados a la boda” (Oratorio de la Santa Cueva de Cádiz)

Reflexión

I. El Evangelio de este domingo (Mt 22, 1-14) trae una parábola que está en continuidad con las que pone san Mateo en los capítulos anteriores y que podemos considerar dividida en dos partes:

  • La primera, al hablar de los convidados a la boda que rechazaron la invitación del rey, se refiere a los judíos que no quisieron aceptar la Encarnación y rechazaron a Jesucristo como Mesías e Hijo de Dios. Se mantuvieron firmes en sus doctrinas y no acogieron la verdadera revelación de Dios que se comunicaba plenamente en Jesús (Heb 1, 1-2).
  • En la segunda parte, el rechazo por parte de Israel da lugar a la vocación de los gentiles: «Id ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis, llamadlos a la boda» (v. 9). Este llamamiento a formar parte de la Iglesia tiene una condición necesaria. En el banquete había uno sin el vestido de boda. El rey lo vio y ordenó que saliera de la sala.

El traje de boda representa la gracia santificante, estar sin el vestido de boda alude a la situación de quienes son miembros de la Iglesia pero con una fe muerta porque no tiene obras de amor. Cuando entra el rey en el banquete, son excluidos en una alusión clara al juicio y al infierno: «arrojadlo fuera, a las tinieblas» (v. 13), lugar exterior al Reino y por tanto sin la presencia de Dios, lugar de oscuridad y llanto.

II. Estas duras palabras son el contrapunto de la alegría del Cielo que no se puede expresar fácilmente porque «ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman» (1Cor 2, 9). El banquete de bodas de la parábola representa la bienaventuranza eterna, la gloria del Cielo a la que Dios también nos invita. Para la gente campesina que escuchaba a Jesús, el banquete nupcial era el gran acontecimiento de la vida, de ahí la riqueza de detalles que se ponen en labios del rey al hacer su invitación: «Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda» (v. 4).

Desde los tiempos de los profetas la venida del Salvador se anunciaba con la alegría de un banquete («Preparará el Señor del universo para todos los pueblos, | en este monte, un festín de manjares suculentos, | un festín de vinos de solera; | manjares exquisitos, vinos refinados»: Is 25, 6). Se recurre a esa imagen porque la presencia del Mesías cambia la tristeza del pecado por la alegría de la gracia que hace posible una verdadera transformación de los bautizados, «partícipes de la naturaleza divina» (2Pe 1, 4). Merced a la Redención de Cristo somos hechos verdaderamente hijos de Dios por eso afirma santo Tomás de Aquino que la gracia nos diviniza.

Es lo que Cristo comienza a anunciar precisamente en el marco de alegría de las Bodas de Caná, donde la intercesión de la Virgen María alcanza de su Hijo el cambio del agua en vino, imagen y realidad del desposorio entre Dios y el hombre, entre Cristo y su Iglesia. Allí, Jesús, se presenta como el verdadero Esposo, capaz de satisfacer el deseo de amor de todo corazón humano y, por eso, este es un vino mucho mejor y duradero.

III. En conclusión, todo lo dicho nos mueve a una alta estima de la vida de gracia.

  • Debemos esforzarnos por conservar la vida de la gracia porque es semilla de vida eterna y lo único que puede dar valor divino a nuestras obras de cara a la eternidad: «si tuviera fe como para mover montañas, pero no tengo amor, no sería nada. Si repartiera todos mis bienes entre los necesitados; si entregara mi cuerpo a las llamas, pero no tengo amor, de nada me serviría» (1Cor 13, 2-3).
  • No solamente conservarla, sino aumentarla para que nuestras obras sean más meritorias. El medio ordinario es la frecuencia de sacramentos recibidos con las debidas disposiciones.
  • Si alguna vez la perdemos, debemos recuperarla sin demora mediante el sacramento de la Penitencia.

Tomemos en serio la invitación de Dios a este banquete de la eternidad. Escuchemos en este día su voz. No endurezcamos el corazón y cuando todavía es tiempo, procuremos conservar y hacer cada día más hermosa la vestidura de la gracia en nuestra alma.