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4 octubre 2020 • Rito Romano Tradicional

Marcial Flavius - presbyter

18º Domingo después de Pentecostés: 4-octubre-2020

Epístola (1Cor 1, 4-8)

Doy gracias a mi Dios continuamente por vosotros, por la gracia de Dios que se os ha dado en Cristo Jesús; pues en él habéis sido enriquecidos en todo: en toda palabra y en toda ciencia; porque en vosotros se ha probado el testimonio de Cristo, de modo que no carecéis de ningún don gratuito, mientras aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Él os mantendrá firmes hasta el final, para que seáis irreprensibles el día de nuestro Señor Jesucristo

Evangelio (Mt 9, 1-8)

Subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad. En esto le presentaron un paralítico, acostado en una camilla. Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico: «¡Ánimo, hijo!, tus pecados te son perdonados». Algunos de los escribas se dijeron: «Este blasfema». Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo: «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate y echa a andar”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados —entonces dice al paralítico—: “Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa”». Se puso en pie y se fue a su casa. Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad.

Curación del Paralítico, óleo sobre cobre de Pieter van Lint (Siglo XVII), Iglesia de la Compañía. Morón (Sevilla)

Reflexión

  1. Contexto del relato: El episodio que nos relata el Evangelio de este Domingo (Mt 9, 1-8) aparece en los tres sinópticos: Mt – Mc – Lc. Estos dos últimos lo sitúan en un momento avanzado de la vida pública de Jesús, cuando después de haber recorrido Galilea vuelve a Cafarnaúm y en una situación de controversias con los fariseos: «Algunos de los escribas se dijeron: “Este blasfema”»(v. 3). San Lucas es más preciso: «Un día estaba él enseñando, y estaban sentados unos fariseos y maestros de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén» (Lc 5, 17). Esta frase, relativa a una presencia tan amplia y conjunta de fariseos y doctores, hace pensar en una especie de espionaje más que en un simple movimiento de curiosidad ante Jesús. El evangelista concluye esta introducción con una frase que es como un resumen de todas sus curaciones y de lo manifiestos que eran sus milagros: «Y el poder del Señor estaba con él para realizar curaciones».
  2. Una curación y el perdón de los pecados: «Le presentaron un paralítico, acostado en una camilla». De nuevo Mc y Lc son mucho más precisos en los detalles. Mientras Jesús predicaba, como no pueden ponerle delante al enfermo por la multitud presente abren una abertura en la cubierta de la casa y bajarán la camilla verticalmente hasta la misma presencia de Jesús. «Viendo la fe que tenían». Grande es la fe, así de los camilleros como del enfermo, cuando a tales procedimientos apelan para lograr la curación. Jesús les va a premiar dando más de lo que se le pide: «¡Ánimo, hijo!, tus pecados te son perdonados». En efecto, en este pasaje hay dos temas: una curación y el poder de perdonar los pecados. Y esto es lo que subraya san Mateo al esquematizar la primera parte para ir directamente a su enfoque teológico, destaca el aspecto del perdón de los pecados.

En el Antiguo Testamento, el perdón de los pecados es un poder personal divino y un don mesiánico característico. Es, por lo tanto, un modo indirecto de presentar a Jesús como el Mesías.

  • Era creencia ambiental que sólo Dios puede perdonar los pecados. El hombre podía, si era profeta, declarar, como Natán a David, que Dios le había perdonado los pecados. Pero no admitía nadie que un hombre perdonase en nombre propio los pecados. Esto era decir que él era Dios. Por eso los fariseos y doctores de la Ley se escandalizaban: «Entonces se pusieron a pensar los escribas y los fariseos: «¿Quién es este que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios?» (Lc 5, 25). Es la misma sorpresa que se causa entre las gentes cuando Cristo le perdona los pecados a una mujer pecadora: «Los demás convidados empezaron a decir entre ellos: «¿Quién es este, que hasta perdona pecados?» (Lc 7, 49).
  • Cristo ante este «escándalo» de los fariseos: no lo corrige, lo acepta, lo manifesta públicamente (ellos lo pensaban en su interior) y, además, confirma su afirmación con un milagro. Al reflexionar sobre aquel hecho se podría sacar la conclusión siguiente: sólo Dios puede perdonar los pecados. Cristo los perdona. Cristo es Dios (cfr. Biblia comentada. II. Evangelios, Madrid: BAC, 1961, 211-212).

III. «Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad» (v. 8). Estas palabras nos recuerdan aquellas otras pronunciadas por Jesucristo el Domingo de Pascua: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos»(Jn 20, 22-23).

Cristo Jesús, después de habernos purificado de nuestros pecados en su Sangre, se mantiene ahora a la diestra de la majestad de Dios. Prosigue desde lo alto del Cielo, la misma misión de salvación que Él vino a comenzar en la tierra; la economía sacramental nos aplica sus méritos infinitos, permitiendo alcanzarla a cada uno de sus redimidos.

El sacramento de la Penitencia perpetúa en la Iglesia esta obra de reconciliación de las almas con Dios por la remisión de los pecados. Con la luz de la fe hay que enfocar el Sacramento de la Penitencia como una presencia permanente, a disposición de los pecadores, del perdón de Cristo Y el ministro del sacramento está allí en lugar de Cristo. Es preciso saber descubrir por la fe, más allá del sacerdote visible, la mano invisible de Cristo que nos absuelve. Eso evita una idea superficial sobre el Sacramento de la Penitencia, reduciéndolo a una penosa confesión de las faltas cometidas. De ahí la importancia de cuidar los actos del penitente que forman parte de la materia del sacramento y fomentar las buenas disposiciones personales que permiten recibir la plenitud de sus efectos.

Procuremos hacerlo mediante nuestra instrucción en cuáles son esos actos y disposiciones y movidos por el ejemplo que hoy nos da el Evangelio de aquellos hombres dispuestos a remover todos los obstáculo para llegar a Jesús, y de aquel paralítico que recibió mucho más de lo que esperaba: «¡Ánimo, hijo!, tus pecados te son perdonados».