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15 agosto 2020 • Rito Romano Tradicional

Marcial Flavius - presbyter

Asunción de la Bienaventurada Virgen María: 15-agosto-2020

Evangelio

Lc 1, 41-50:

En aquel tiempo: Quedó Isabel llena del Espíritu Santo, y exclamando en alta voz, dijo: ¡Bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre! Y ¿de dónde a mí tanto bien que venga la Madre de mi Señor a mí? Pues lo mismo fue llegar la voz de tu saludo a mis oídos, que dar saltos de júbilo la criatura en mi seno. Y bienaventurada tu que has creído, porque se cumplirán las cosas que se te han dicho de parte del Señor.Y dijo María: Mi alma engrandece al Señor, y mi espíritu salta de gozo al pensar en Dios, Salvador mío; porque miró la bajeza de su esclava, he aquí que desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones. Porque ha hecho en mí grandes maravillas el que es poderoso; y su nombre es santo, y su misericordia se extiende de generación en generación sobre los que le temen.

Reflexión

Celebramos hoy la solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María. La Asunción es un privilegio mariano que en 1950 fue proclamado dogma de fe por el papa Pío XII. Esto quiere decir que, al igual que su virginidad perpetua o la maternidad divina, pertenece al depósito de las verdades que nos fueron reveladas por Dios que la Virgen Santísima «terminado el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial» (Munificentissimus Deus, 1-noviembre-1950).

I. Este misterio de la Asunción es el «supremo coronamiento de sus prerrogativas» (Ibíd.); la culminación de todos los misterios de Nuestra Señora que apuntan hacia la glorificación definitiva de la Virgen como hacia su fin. Veamos, pues, la conveniencia y armonía que existe entre este nuevo privilegio de María, y los anteriores.

1) Ante todo, la Asunción corporal de la Virgen es el complemento de la Inmaculada Concepción. La que no había sido manchada por el pecado, no tenía por qué sufrir la corrupción del cuerpo, que sólo al pecado se debe.

2) Algo similar sucede con su virginidad perpetua. Quien nació de María sin detrimento de su virginidad corporal, quiso también respetar la integridad corporal de su Madre en el momento de su muerte, no permitiendo que su cuerpo sufriera corrupción.

3) La Maternidad divina de María. Quiso Dios preservar el cuerpo de María, aquella carne virginal que Él mismo había asumido en la Encarnación.

4) Finalmente, la colaboración de María con Cristo en la obra de la Redención reclamaba también su gloriosa Asunción a los cielos. Estando junto a Cristo en toda la obra redentora, después de haberlo acompañado en el dolor y el sufrimiento ahora debía acompañarlo en su gloria.

Y así, plenamente glorificada en su cuerpo y en su alma ejerce su mediación de todas las gracias, la maternidad espiritual sobre las almas, la realeza sobre todas las creaturas y la intercesión por todos los pecadores.

II. Podríamos decir, para concluir, que la glorificación de la Santísima Virgen es día de alegría, no sólo para Ella, que por fin alcanza la visión cara a cara de su Hijo como Dios y como hombre glorificado, sino para todos nosotros, que somos sus hijos.

En efecto, la Virgen aparece asociada a Cristo Redentor en el plan divino que la Providencia tenía preparado desde la eternidad para salvarnos. Con su Asunción, el Señor nos entrega en Ella a una solícita Madre que por su gloria tiene un conocimiento de todas nuestras necesidades, y el poder necesario para remediarlas. No hay, pues, pecado, ni miseria, ni adversidad, para la que no tengamos amparo en nuestra Madre, Reina y Abogada ya glorificada, y glorificada en parte a favor nuestro.

Además, la Virgen «es figura y primicia de la Iglesia que un día será glorificada; Ella es consuelo y esperanza de tu pueblo, todavía peregrino en la tierra» (Prefacio). En el misterio de la Asunción se apoya la esperanza de que sus hijos estaremos un día con nuestro cuerpo glorificado junto a Cristo glorioso. Nuestra aspiración a la vida eterna cobra alas al meditar que nuestra Madre celeste está allí arriba, nos ve y nos contempla con su mirada llena de ternura.

Somos aún peregrinos, pero Nuestra Madre nos ha precedido y nos señala ya el término del camino: nos repite que es posible llegar y que, si somos fieles, llegaremos. Porque la Santísima Virgen no solo es nuestro ejemplo: es auxilio de los cristianos.

*

Correspondamos pues a esta particular providencia de Dios sobre nosotros, viviendo cristianamente mientras estamos en este mundo para que allí donde está la Madre podamos reuniros también un día sus hijos.