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25 julio 2020 • Rito Romano Tradicional

Marcial Flavius - presbyter

Santiago Apóstol, patrono de España: 25-julio-2020

Evangelio

Mt 20, 20-28

En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. Él le dijo: «¿Qué quieres?». Dícele ella: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino». Replicó Jesús: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?». Dícenle: «Sí, podemos». Díceles: «Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre».

Al oír esto los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos. Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos».

Navarrete «El Mudo»: Martirio de Santiago (1571)

Reflexión

I. Celebramos hoy la solemnidad del apóstol Santiago. Junto a su hermano Juan y Pedro, fue testigo privilegiado de los momentos más importantes de la vida de Jesús como la transfiguración y la agonía en Getsemaní. Es patrono de España y por eso pedimos hoy al Señor que por su intercesión siga protegiéndonos siempre.

II. El Evangelio (Mt 20, 20-28) nos presenta cómo la madre de Santiago y Juan se acerca a Jesús para hacerle una petición en favor de sus hijos: «ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda». Juan y Santiago piden un puesto de honor en el nuevo reino, y Jesús les habla de la redención. Les pregunta si están dispuestos a padecer con Él: «¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?». Utiliza la imagen hebrea del cáliz, que simboliza la voluntad de Dios sobre un hombre. A esta estrecha participación invita el Señor a quienes quieran seguirle. Para participar en su Resurrección gloriosa es necesario compartir con Él la Cruz. ¿Estáis dispuestos a padecer conmigo? ¿Podéis beber mi cáliz conmigo?

Ellos respondieron que sí. Santiago murió pocos años más tarde, decapitado por orden del rey Herodes Agripa (1ª Lectura). Fue el primero de los apóstoles en dar testimonio de Jesucristo con su vida.

Pero la pregunta se dirige a cada uno de los cristianos a lo largo de la historia: ¿Estáis dispuestos a beber este cáliz de la entrega completa al cumplimiento de la voluntad del Padre?

Y podemos preguntarnos a nosotros mismos: ¿estamos seriamente dispuestos a cumplir, en todo, la voluntad de nuestro Padre Dios? ¿Hemos dado al Señor nuestro corazón entero, o seguimos apegados a nosotros mismos, a nuestros intereses, a nuestra comodidad, a nuestro amor propio? ¿Hay algo que no responde a nuestra condición de cristianos, y que hace que no queramos purificarnos? Hoy se nos presenta la ocasión de rectificar.

III. El mismo Jesús es nuestro modelo en esa entrega a la voluntad de Dios. «El Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos».

Nuestra actitud ha de ser servir a Dios y a los demás con visión sobrenatural, especialmente en lo referente a la salvación, pero también en todas las ocasiones que se presentan cada día. Es la mejor ocasión de dar la vida por los demás, de un modo eficaz y discreto, que apenas se nota.

La mayoría de las profesiones e incluso muchas de nuestras ocupaciones diarias suponen un servicio directo a los demás, son un servicio. Nunca perdamos de vista este aspecto, que contribuirá a santificarnos porque servir a los demás requiere mortificación y presencia de Dios, y olvido de uno mismo.

Nuestra Madre Santa María nos ayudará a darnos al servicio de los demás con generosidad. Que nuestra oración al Apóstol Santiago, especialmente en este año tan crítico y difícil, nos encuentre decididamente dispuestos a procurar y a realizar el bien común con aquella actitud propia de la caridad cristiana cuando se la vive en su gratuidad.

Cfr. Beber el cáliz del Señor