Widgetized Section

Go to Admin » Appearance » Widgets » and move Gabfire Widget: Social into that MastheadOverlay zone

10 junio 2020 • Una de aquellos animales que acompañaron y fueron fieles escuderos de aquellos rudos hombres del Tercio

Moisés Domínguez Núñez

La Historia de “Salero”: “El perro de la Legión que tomó Badajoz”

Imágenes del capítulo 2 del documental “España Dividida: La Guerra Civil en Color” producida por Minoría Absoluta para DMAX. Forman parte de la colección de la Guerra Civil preservada en los fondos de la Filmoteca Española

La historia de la Guerra Civil ha sacado a la luz historias intrascendentes que maestros del cine como Berlanga (“La Vaquilla”) o de la literatura como Eslava Galán (“La Mula”) han sabido enfocar de una manera tan genial que nos acercan al lado más humano incluso humorístico de lo que fue nuestro conflicto bélico.

Poco se ha escrito sobre las mascotas que acompañaron al Tercio durante la Guerra Civil. Quizás porque sus historias no interesen a nadie ni nadie llegara a recoger sus tristes vidas. Hoy sin embargo voy a recodar a unos de esos animales que acompañaron y fueron fieles escuderos de aquellos rudos hombres del Tercio.

Cuando tan solo tenia cuatro o cinco años ya correteaba por el barrio de Benzú (Ceuta) detrás de un jabato de la Legión que mordía más que un sabueso. Curioso ejercicio que en mi inocencia infantil me reportó no pocos revolcones y más de un capón a manos de la mujer del legionario que tenia adoptado en su casa a ese noble animal. Al ver años después aquel imponente guarro-jabalí por la Castellana, pensaba las barrabasadas y perrerías que este animal había sufrido a manos de ese niño manirroto.

En fin, cuál fue el destino final de ese guarro, la verdad lo desconozco, por eso al estudiar la Guerra Civil en Badajoz me interesé por una foto donde aparecía con total desparpajo un perro junto a los legionarios en una parada militar en Sevilla a finales de Julio de 1936.

¿Quien sería su dueño? ¿Como se llamaría? ¿Qué historias arrastraría detrás de sus baldados lomos?

Bien, después de varios años investigando he descubierto su nombre, su dueño y qué fue de él.

En 1938 un periodista de Soria llamado Marcelino Pérez Vallejo escribió un reportaje sobre la mascota del Teniente de la IV Bandera. Un “mil-leches” sin pedigrí que había nacido en 1932 en una chabola de Tetuán y que había sido adoptado por el Teniente de la 11ª Compañía Francisco Mármol Arrabal. A falta de mejor nombre y como era un bicho muy simpático y alegre le puso de nombre “Salero”.

En 1934 acompañó a su dueño en la Revolución de Asturias. El perro se aclimató bien a la travesía en barco y recorrió todo Asturias sin que «una sola bala le mojara la oreja». Salvó la vida y empezó a servir en el Tercio realizando “servicio de armas”, llevando pequeños pertrechos o sirviendo como enlace de la Bandera. Regresó al Marruecos español en compañía de su amo y los soldados que lo querían como un compañero más.

El 17 de Julio de 1936 estalla la Guerra Civil y el teniente Mármol embarca con su perro en un trimotor Junker Alemán que lo trasladará a Sevilla. El perro tampoco sufrió los efectos de la navegación aérea.

El 3 de Agosto de 1936 partirá hacia la baja Extremadura participando en todos los hechos de armas prestando infinidad de servicios por ejemplo recuperando fusiles abandonados por el enemigo y llevando cantimploras a las trincheras. Destacando sobre todo en la toma de Badajoz donde prestó servicios muy valiosos pues cuando el Capitán de la 11ª Compañía de la IV Bandera, Capitán Enrique Feliú fue herido en la brecha de la Trinidad el 14 de agosto, accidentalmente tomó el mando de la Compañía el teniente Francisco Mármol Arrabal y su perro le acompañó en el ataque.

Tuvo suerte y ninguna bala rozó su lomo. Proseguirá viaje hacia Toledo, Talavera hasta llegar a la Ciudad Universitaria. En las trincheras de la Universitaria encontrará muerte su dueño, fallecido el 17 de enero de 1937 en la acción de la ciudad Universitaria como la atestigua la placa conmemorativa que existía en su casa natal de Torredonjimeno.

“Salero” quedo huérfano y desde entonces hasta su muerte perdió la alegría, vagando sin rumbo, rastreando, siguiendo una pista que jamás encontró La nostalgia fue tal que murió de pena en Soria.