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3 abril 2020 • Rito Romano Tradicional

Marcial Flavius - presbyter

Viernes de Dolores: 23-marzo

Evangelio

Jn 19, 25-27

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio

Reflexión

Por dos veces celebra la Iglesia de una manera especial los Dolores de María: el viernes de la semana de Pasión y el 15 de septiembre. De aquí puede surgir la pregunta: ¿Por qué estas fiestas…? ¿Acaso se festejan los dolores…?

La respuesta es que no se celebran los dolores como tales o por sí mismos, sino porque mediante ellos la Virgen se ha asociado a la redención de Cristo… igual que celebramos la Cruz porque en ella, Cristo nos ha alcanzado la salvación… Y aunque es cierto que Cristo ha resucitado, la Iglesia seguirá cantando: Mirad el árbol de la Cruz donde estuvo clavada la salvación del mundo… Y lo seguirá haciendo hasta que vea venir al Salvador que vuelve glorioso y triunfante a juzgar a vivos y muertos y a establecer el Reinado que no tendrá fin: «Hoc signun crucis erit in caelo cum Dominus ad iudicandum vénerit – Esta señal de la Cruz estará en el cielo cuando el Señor venga a juzgar» (resp. 14-sep).

Se celebran pues las satisfacciones y los méritos de la Virgen Santísima, alcanzados al precio de sus dolores e inseparablemente unidos a la Cruz de Jesucristo.

1. La Liturgia de la Iglesia acomoda a la Virgen María todas las alabanzas que fueron rendidas a la célebre libertadora del pueblo de Israel en el Antiguo Testamento.

Judit, una viuda que habitaba en una ciudad sitiada por los asirios, habiendo oído que los magistrados iban a entregar la ciudad al enemigo, promete libertar a su pueblo. Así lo hace y Judit es aclamada bendita porque por su medio aniquiló el Señor a los enemigos del pueblo de Israel (cap. 13). Al igual que Judit, la Virgen es reconocida como quien nos ha alcanzado la salvación, unida a Cristo, por el valor Corredentor de sus Dolores.

Por esta razón no cesarán sus alabanzas en la boca de los hombres: Los que recuerden esta hazaña de Dios jamás perderán la confianza que tú inspiras… se decía de Judit: Desde ahora me felicitarán todas las generaciones… proclama María en la Visitación.

2. La Iglesia ve en Judit, esta mujer tan adornada de virtudes, especialmente por su triunfo sobre Holofernes, una figura de la Virgen María. En el Nuevo Testamento encontramos la realización perfecta de cuanto se había predicho y prefigurado en el AT. La Virgen se perfila netamente como Corredentora, como cooperadora inmediata a la obra de la Redención tanto al principio de esta obra (en la Anunciación y Encarnación del Verbo) como en el cumplimiento de la misma: en la Pasión y muerte del Redentor.

Esta activa participación de la Virgen en el sacrificio de la Cruz, en la inmolación de la Víctima redentora, la subraya el Evangelista San Juan: Stabat Mater… Estaba junto a la cruz de Jesús su Madre… Está erguida, en pie, en una actitud similar a la de Cristo en la cruz y a la del sacerdote al ofrecer el Santo Sacrificio del Altar.

La obra de nuestra Redención se desarrolla entre dos “fiat”, hagasé, sí… de María; uno pronunciado en la Encarnación; otro pronunciado sin palabras junto a la Cruz de Jesús. El fiat de Nazaret hizo descender a Dios a su seno purísimo; el del Calvario le vuelve a poner en su regazo pero ya muerto, inmolado por la salvación del mundo… Por eso la imagen de la Piedad –inmortalizada por los más sublimes artistas- o los brazos abiertos de las imágenes de la dolorosa que esperan para recibir al Hijo, son un símbolo expresivo de esta misión de Corredentora.

Juxta crucem tecum stare… «Quiero estar contigo, de pie, junto a la cruz…», rezamos en la Secuencia de la Misa. Si alguien se atreve que ésta sea hoy nuestra Oración. Y si no se atreve a tanto que se quede contemplando la escena de lejos…

Que María, la Madre dolorosa, acoja hoy esta nuestra súplica: que nos admita en su compañía junto a la cruz de Cristo. Y que allí nos mantengamos ardientes en el amor, firmes en la fe, y constantes en la esperanza de alcanzar un día la Gloria del Cielo. Amén.

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