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29 febrero 2020 • Rito Romano Tradicional

Marcial Flavius - presbyter

1er. Domingo de Cuaresma: 1-marzo-2020

Rito Romano Tradicional

Evangelio

Mt 4, 1-11

Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Y después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre. Y acercándose el tentador, le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes. Mas él respondió: Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Entonces el diablo le lleva consigo a la Ciudad Santa, le pone sobre el alero del Templo, y le dice: Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguna. Jesús le dijo: También está escrito: No tentarás al Señor tu Dios. Todavía le lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su gloria, y le dice: Todo esto te daré si postrándote me adoras. Dícele entonces Jesús: Apártate, Satanás, porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto. Entonces el diablo le deja. Y he aquí que se acercaron unos ángeles y le servían.

Reflexión

Con el rito de la bendición e imposición de la Ceniza, ha comenzado la Cuaresma, que es el tiempo de la milicia cristiana, en palabras de San Bernardo, tiempo de combates y de victorias para el cristiano, por medio de las armas de la oración y la penitencia. A él tienen aplicación las palabras de la Escritura: «Ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación» (2Cor 6, 2).

Y el Evangelio de este primer domingo nos presenta las tentaciones de Jesús en el desierto: «Entonces Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo» (Mt 4, 1). Dos detalles podemos hacer notar en este texto:

  • Terminada, la escena del bautismo, Cristo va al desierto llevado por el Espíritu Santo. Sometido en todo a la acción del Espíritu Santo para su obra mesiánica, el Espíritu «lo empuja», «lo impulsa» (Mc), «lo llevaba» (Lc), en forma imperfecta, acusando con ello una acción constante, duradera. San Mateo señala sólo el movimiento total, ya concluido, «fue llevado».
  • La finalidad que le asigna el evangelista a este ir al desierto es para ser allí «tentado por el diablo». El desierto aparece en la literatura judía y oriental como lugar donde moran los malos espíritus. Debiendo ser tentado por el diablo, el Espíritu lo conduce al lugar donde, en la creencia judía, era la morada por excelencia de los demonios. Pero el desierto también era lugar de penitencia, aislamiento y refugio. Tiene por tanto un valor religioso. Jesús es llevado para ser tentado, al lugar en que la tentación es vencida.

Los teólogos y autores que se han ocupado de este misterio de la vida de Cristo se preguntan: ¿Por qué fue tentado Jesús?

En la Carta a los Hebreos, se ponen en relación estas tentaciones con el sacerdocio de Cristo:

«Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote misericordioso y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar los pecados del pueblo. Pues, por el hecho de haber padecido sufriendo la tentación, puede auxiliar a los que son tentados» (Hb 2, 17-18)

Como Dios que es, Jesucristo no podía sentir ninguna inclinación al pecado, por eso la tentación no tiene ningún efecto y la resistió fácilmente. Esta tentación se comprende sólo como humillación del Señor, quien, siendo el segundo Adán, quiso expiar así el pecado de los primeros padres. El diablo intentó averiguar quién era Jesús, y por otra parte quiso el Señor experimentar todas las debilidades de la naturaleza humana, aun las tentaciones. Y, como hemos visto, san Pablo relaciona las tentaciones sufridas con la condición sacerdotal de Cristo. Por disposición de Dios el Hijo se humilló, asemejándose a nosotros para hacerse Mediador entre Dios y los hombres. Sólo de esta manera pudo ser el Sumo Sacerdote de la Nueva Alianza, es decir, nuestro Redentor.

En efecto, Jesucristo es verdadero, sumo y eterno Sacerdote, en el sentido más estricto y riguroso de la palabra.

  • El oficio propio del sacerdote es el de ser mediador entre Dios y el pueblo, en cuanto que: por un lado, entrega al pueblo las cosas divinas, por otro, ofrece a Dios las oraciones del pueblo, e igualmente satisface a Dios por los pecados de ese mismo pueblo (Heb 5, 1). Y esto compete principalmente a Cristo, que reconcilió al género humano con Dios y nos alcanzó los dones de la gracia que hace de nosotros hijos de Dios
  • Jesucristo es, además, Sumo Sacerdote, puesto que posee la plenitud absoluta del sacerdocio, del cual participan por derivación todos los demás sacerdotes.
  • Y es Eterno Sacerdote, puesto que el sacrificio de Jesucristo se perpetuará hasta el fin de los siglos y su sacerdocio se consumará eternamente en el cielo.

Dos aplicaciones podemos hacer de esta verdad acerca del sacerdocio de Cristo a nuestra vida:

  • Como hemos visto, al ejercer su sacerdocio, Jesús quiso ponerse a nuestro nivel experimentando todas nuestras miserias menos el pecado, para que nuestra confianza en Él no tuviera límites. Difícilmente podría darse un motivo y argumento más concreto para confiar en la protección de Jesús, aun en todas las pruebas temporales.
  • Hagamos uso de esas armas espirituales que Jesucristo ha dejado a nuestro alcance para que esta Cuaresma sea tiempo de gracia y salvación. Acudamos a la oración y a los sacramentos con más frecuencia y confianza a lo largo de este tiempo, especialmente al sacramento de la penitencia y el de la Eucaristía. Así se nos aplican los méritos que Cristo obtuvo para nosotros como sacerdote y víctima en el sacrificio de la Cruz.