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27 noviembre 2019 • ¡Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos!

Marcial Flavius - presbyter

Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa: 27-noviembre-2019

Evangelio

Jn 2, 1-11

A los tres días había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino, y la madre de Jesús le dice: «No tienen vino». Jesús le dice: «Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora». Su madre dice a los sirvientes: «Haced lo que él os diga». Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dice: «Llenad las tinajas de agua». Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dice: «Sacad ahora y llevadlo al mayordomo». Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llama al esposo y le dice: «Todo el mundo pone primero el vino bueno y, cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora». Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él.

París: Capilla de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa

Reflexión

Celebramos hoy la fiesta litúrgica de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa que tiene su origen en las apariciones de la Virgen María a santa Catalina Labouré, joven de veinticuatro años que acababa de empezar el noviciado en la casa madre de las Hijas de la Caridad en la calle Rue du Bac de París, y que se iniciaron el 19 de julio de 1830

El mensaje de la Virgen invitaba a venir al pie de aquel altar: «Aquí, las gracias serán derramadas sobre todas las personas que las pidan con confianza y piedad. Se derramarán sobre grandes y pequeños».

Durante una segunda aparición, el 27 de noviembre del mismo año, santa Catalina ve a la Virgen y alrededor de Ella un halo, sobre el que aparece escrito: «Oh, María, sin pecado concebida, rogad por nosotros, que recurrimos a Vos». Y un deseo de Santa María: «haz grabar una medalla según este modelo. Las personas que la lleven recibirán grandes gracias; las gracias serán muy abundantes para todos aquellos que tengan confianza».

Las primeras medallas son difundidas en mayo de 1832 y los frutos no se hacen esperar. A partir de ese momento, se atribuyen a la Medalla Milagrosa -así llamada por la devoción popular- numerosas conversiones y curaciones.

La vida de Catalina después de las apariciones es discreta y escondida. Vive cuarenta y seis años en un asilo-hospital en las afueras de París, encargándose siempre de humildes menesteres. Muere el 31 de diciembre de 1876, a los setenta años. Pío XII la canonizó en 1947 y su fiesta se celebra mañana, 28 de noviembre.

II. La invitación urgente de Nuestra Madre en sus apariciones de 1830 ha sido acogida por millones de personas que, desde entonces, acuden a los pies de las imágenes de La Milagrosa ubicadas en tantas capillas y santuarios de todo el mundo.

El discípulo de Cristo tiene algo que le es propio: tiene a Maria como Madre suya: «Desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa». Desde el Calvario, para ser buen cristiano, es preciso tener un gran amor a María. La obra de Jesús se puede resumir en dos realidades: nos ha dado la filiación divina, haciéndonos hijos de Dios y nos ha hecho hijos de santa María

La Virgen Milagrosa nos pide poner en práctica las tres actitudes de una verdadera devoción a María: conocimiento, amor e imitación.

  • Conocimiento porque nada es querido si antes no es conocido y lo que no se conoce, no se ama.
  • Amor, que es el corazón de toda devoción
  • Imitación de todas las virtudes, especialmente las teologales: su fe, esperanza y caridad.

En este día nos unimos especialmente a las diversas comunidades de las Hijas de la Caridad y a los seglares que colaboran con ellas en sus obras apostólicas y caritativas o desarrollan su actividad en las Conferencias de San Vicente y hacemos nuestra aquella jaculatoria que nos vino del Cielo y que tantas gracias alcanza: «¡Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos!»