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9 noviembre 2019 • Rito Romano Tradicional

Marcial Flavius - presbyter

22º Domingo después de Pentecostés: 10-noviembre-2019

Rito Romano Tradicional

Evangelio

Mt 22, 15-21:

Entonces los Fariseos se retiraron a tratar entre sí , cómo podrían sorprenderle en lo que hablase. Y para esto le enviaron sus discípulos con algunos herodianos, que le dijeron: Maestro, sabemos que
eres veraz, y que enseñas el camino de Dios conforme a la pura verdad, sin respeto á nadie, porque no miras a la calidad de las personas. Esto supuesto, dinos que te parece de esto: ¿es o no es lícito pagar tributo al César?

A lo cual Jesús , conociendo su malicia respondió: ¿Por qué me tentáis, hipócritas? Enseñadme la moneda con que se paga el tributo. Y ellos le mostraron un denario. Y Jesús les dijo: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? Respóndenle: del César. Entonces les replicó: pues dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios. Con cuya respuesta quedaron admirados, y dejándole, se fueron.

Antonio_Arias: «La moneda del César» (Museo del Prado)

Reflexión

La cuestión que le plantean a Jesús los fariseos y herodianos y que leemos en el Evangelio de este Domingo, nos muestra cómo dos tendencias político-religiosas que contendían entre sí se habían unido para comprometer a Cristo.

Si de la respuesta de Jesús se hubiera podido deducir que el emperador de Roma ejercía legítimamente su soberanía sobre los judíos, los fariseos le hubiesen tachado de traidor a su nación y a la Ley. Si lo negaba, los herodianos, partidarios de aquella parodia de monarca que ocupaba el poder en nombre de Roma, le habrían acusado de sedicioso

Jesús pide que le presenten una moneda: la imagen y la inscripción son del César, por tanto el denario que las ostenta pertenece al César. Además, aquellos que se benefician de él, que lo utilizan en sus relaciones cotidianas y en las transacciones, demuestran que actúan bajo la autoridad y la protección de César, y reconocen su soberanía. Y, si el César lo reclama en forma de impuesto, deben dárselo: Dad al César lo que es del César.

Sin embargo, agregó: Dad a Dios lo que es Dios.

A los judíos que rechazaban al emperador, Jesús les enseña a respetar y obedecer a los constituidos en autoridad. A los romanos que se creían investidos de un poder ilimitado, les manifiesta que dicho poder tiene sus límites y no puede violentar las leyes de la recta conciencia y de la fe impuestas por Dios. Buscando la aplicación perenne de esta doctrina no podemos ver una invitación a la separación de la potestad civil y eclesiástica sino la palabra justa y exacta que evita la anarquía y el individualismo exagerado de los que rechazan toda autoridad e intervención del Estado al mismo tiempo que impide absolutizar la soberanía del mismo por encima de todo límite moral, como ocurre en las democracias modernas.

I. «Dad al César lo que es del César»

¿Qué es lo que debe dar un cristiano a su patria terrena y a sus gobernantes?

  • Ante todo la oración:

«Ruego, pues, lo primero de todo, que se hagan súplicas, oraciones, peticiones, acciones de gracias, por toda la humanidad, por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos llevar una vida tranquila y sosegada, con toda piedad y respeto. Esto es bueno y agradable a los ojos de Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1Tim 2, 1-4).

  • Después amor:

Además de otros títulos como la justicia legal, la caridad y la gratitud, el principal fundamento teológico del patriotismo es la virtud de la piedad. Siguiendo a Sto.Tomás de Aquino, la piedad es una virtud especial, derivada de la justicia. Puede definirse como un hábito sobrenatural que nos inclina a tributar a los padres, a la patria y a todos los que se relacionan con ellos el honor y servicio debidos (II-II, 101,3). Por lo tanto, el objeto material de esta virtud lo constituyen todos los actos de honor, reverencia, servicio, ayuda material o espiritual, etc. que se tributan a los padres, a la patria y a todos los consanguíneos.

Debemos, por tanto, alegrarnos con los triunfos de nuestra patria, lamentarnos de sus desventuras y cooperar a su prosperidad y grandeza. Pero recordemos que el amor verdadero siempre va acompañado del sacrificio

  • El cristiano debe sacrificarse por su patria.

El sacrificio de la obediencia a las leyes. San Pablo indica la causa al decirnos que toda autoridad viene de Dios y quien resiste al poder legítimo, a Dios resiste:

«Que todos se sometan a las autoridades constituidas, pues no hay autoridad que no provenga de Dios y las que hay han sido constituidas por Dios. De modo que quien se opone a la autoridad resiste a la disposición de Dios; y los que le resisten atraen la condena sobre sí….» (Cfr. Rom 13, 1-7).

El sacrificio del dinero: pagando fielmente los impuestos justos, dispuestos incluso a soportar cargas extraordinarias necesarias para el bienestar social y la independencia moral de la patria.

El sacrificio del tiempo y del talento para la reforma y el mejoramiento interior de la sociedad y de los individuos.

Hasta el sacrificio de la vida nos puede exigir la patria en algunas ocasiones.

II. «Dad a Dios lo que es de Dios»

Pero no es la patria terrena el fin único y principal. El fin último de nuestra vida sobre la tierra es conocer, amar y servir a Dios aquí para después verle gozar de Él en el cielo. Nadie puede impedir y coartar nuestra libertad para ir a Dios y conseguir plenamente la felicidad.

Es el ejemplo que nos dan los mártires. Ellos nos enseñan que el poder del Estado tiene sus límites. Que la religión está por encima de la política; la vida eterna es superior a la terrenal y la conciencia moral tiene sus libertades inviolables que no pueden ser ahogadas por ninguna ley humana.

El César no debe arrogarse lo que pertenece a Dios, y si lo intentara el verdadero cristiano debe oponerse a ello –incluso hasta la muerte- antes que ceder a sus exigencias.

*

Todo en nuestra vida es del Señor, y nada puede quedar al margen de Él, menos aún nuestra vida social. Pidamos a Nuestra Señora que nos alcance la gracia de vivir siempre y en todo lugar como verdaderos hijos de Dios.