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4 noviembre 2019 • Cualquier parecido con el decoro universitario que reclamaba Laín Entralgo es pura coincidencia con la realidad de la Enseñanza

Manuel Parra Celaya

Esperpentos universitarios

Imagen de Pexels en Pixabay

No se nos ocurra, por Dios, resucitar para nuestras lecturas los polvorientos ensayos de un Scheler, de un Ortega o de Heidegger sobre la misión y reforma de las Universidades europeas; y mucho menos echar mano del Políptico Universitario de Laín Entralgo, a riesgo de echarnos a llorar y caer en depresión.

Y no solo porque el paso del tiempo, las lógicas transformaciones sociales o el Plan Bolonia hayan convertido en piezas de museo aquellas reflexiones, sino porque aquí, en la España de nuestros pecados, cualquier parecido con el decoro universitario que reclamaba el último autor citado es pura coincidencia con la realidad de la Enseñanza Superior de nuestros días.

Las informaciones periodísticas – las que escapan a la sutil censura- nos informan cada día de un nuevo escándalo de plagio en las Tesis de algunos políticos, de forma que un servidor ya no se atreve a hacer constar en su currículum el título de Doctor por temor a que alguien se lo tome a chufla, dado lo devaluado de esta acreditación. Efectivamente, los diplomas de Doctorado o de Máster han ido de paseo al Callejón del Gato…

Por otra parte, don Pedro Laín asignaba a la Universidad los siguientes fines, a saber: histórico (conservación y transmisión de conocimientos); docente o profesional (suficiencias técnicas); formativo (algo más que técnicos y sabedores…); de investigación (acrecentar el causal de verdades y técnicas que los hombres poseen) y perfectivo (creación de alguna ilusión intelectual en la sociedad periuniversitaria). Pues bien, ahora, en Cataluña en concreto, cabría sustituir todas esas menudencias por un fin mucho más importante: titular en agitación secesionista, tras un elaborado y concienzudo recorrido de grado, másteres y titulaciones técnicas para mantener avivado el odio a España y a lo español.

Así parece desprenderse de las noticias que recogen la extraña avenencia en los claustros profesorales en apoyo del procés y del rechazo a la sentencia del Supremo, cuya unanimidad ya ha sido puesta en tela de juicio por numerosos profesores, que han manifestado su disenso, unos soto voce y otros, más valientes, en declaraciones públicas, como esos 800, dignos de emular a los 300 de Leónidas; la parte de la prensa que se ha dignado a poner negro sobre blanco a sus protestas ha sido mínima.

Esos mismos claustros unánimes han tenido la virtud de resucitar aquella vieja leyenda de los exámenes patrióticos, pero en versión más real y actualizada, siempre al servicio del separatismo y de sus gerifaltes; han institucionalizado una doble vía para acceder al aprobado: mantienen la habitual, la del esfuerzo, con evaluaciones periódicas, notas y exámenes, y otra para los fieles, que, por una serie de trabajos y sin asistencia a las clases, puedan superar las materias de estudio. Esta segunda vía, como es natural, va destinada a quienes justifiquen que han participado en manifestaciones, protestas y alborotos callejeros y, por esta razón, no puedan, claro, seguir el curso con normalidad; leí por encima (para evitar las náuseas) la siguiente perla de uno de los agraciados, estudiante de Historia: No tenemos que aprender historia, porque la estamos haciendo.

No estoy informado acerca de si, en dichos trabajos sustitutorios -y en la evaluación terminal condescendiente- se darán más puntos sobre la nota si se incluyen expresiones encomiásticas, tales como visca la república catalana, gloria a Torra, Puigdemont mártir y otras de parecido jaez, pero no me extrañaría; propongo que esta inclusión represente, por lo menos, un aumento en la calificación, así de simple aprobado a notable…Además, estudian el modo legal de devolver el importe de las matrículas a aquellos alumnos detenidos por participar en la quema de Barcelona y otras niñerías.

Confiados en estos coladeros, los también esperpénticos sindicatos estudiantiles separatistas han decretado, además, huelga indefinida, y sus piquetes informativos bloquean las aulas, cierran las vallas y demás accesos a los campus. Pero en este punto les han salido respondones los estudiantes normales, aquellos que son capaces de clavar los codos para estudiar y no aceptan el aprobado político; en varias facultades y Escuelas Técnicas estos han roto los cercos y obstáculos chulescos, han derribado barricadas y se han sentado en las aulas, a la espera de que los amedrentados profesores cumplan con su obligación y asomen sus caras asustadas, precedidos, eso sí, por un bedel marchoso. La Secundaria también está minada, y los chavales de la ESO y del Bachillerato están en días de holganza…

No quisiera el día de mañana tener que encontrarme en manos de un médico, depender de un abogado o confiar mis instalaciones caseras,  que provenga de la pasta de estos estudiantes fervorosos del procés separatista y adalides callejeros en la protesta por los golpistas presos, ya que habrán obtenido sus acreditaciones universitarias mediante los sistemas diseñados especialmente para ellos por los esperpénticos rectores y claustros de lazis.

Ni tampoco aventurarme a aumentar mi acervo cultural en clases para personas mayores con doctores que se han limitado al corta y pega en sus Tesis; bastante tenemos con que algunos de ellos gobiernen.