Widgetized Section

Go to Admin » Appearance » Widgets » and move Gabfire Widget: Social into that MastheadOverlay zone

20 octubre 2019 • Peor es el olor que llega a nuestras almas

Manuel Parra Celaya

La duda permanente

¿Es toda España la que duda de sí misma? Si es así, estamos como en los peores momentos de nuestra historia. Y ello, independientemente de que, como dicen los políticos, el Estado de Derecho es fuerte y garantiza el cumplimiento de la legalidad; otras veces, en esa historia mencionada, se ha demostrado que las leyes -todas ellas- son papel mojado cuando se impone la irracionalidad, el apasionamiento o los intereses sectarios.

En Cataluña, llevamos cuatro días seguidos de violentas algaradas callejeras, con barricadas y llamas, cortes de las vías de comunicación, toma de un aeropuerto internacional y, hoy, convocatoria de una huelga general. No puede extrañarnos que, tras más de cuarenta años de propagandismo y adoctrinamiento de las gentes, auspiciados, sostenidos y dirigidos por las propias instituciones autonómicas, estemos ahora en esta situación tras la sentencia del Supremo; las masas llevan su frustración, sus espejismos y su agresividad a nuestras ciudades y pueblos…

Pero ¿es posible que ocurra algo parecido -en menor escala de momento- en Bilbao, en Oviedo, en Madrid o en Granada? Una ola de extraña empatía hacia los separatistas de Cataluña (o mejor diríamos en Cataluña, porque, entre ellos, los hay argentinos, extremeños y magrebíes) se ha producido al compás del tsunami democrático, tan democrático como se puede ver en las fotos de los periódicos y en las pantallas de televisión. De nada sirven las imágenes de vecinos y transeúntes amedrentados, la constancia de turistas que huyen del caos y amaneceres con restos calcinados de vehículos y mobiliario urbano.

¿Quién ha levantado esa ola de empatía en los cuatro puntos cardinales de España? ¿Qué vientos la han provocado? Podríamos simplificar diciendo que el dudoso mérito se atribuye a esa extrema izquierda, o a la izquierda posmoderna captada en Institutos y Universidades por desaprensivos profesores, o quizás a la propia izquierda constitucional, tan diletante siempre en su apreciación del patriotismo.

No obstante, opto por generalizar la acusación y lanzarla contra la irresponsabilidad de un Régimen entero, el vigente, sometido al Sistema en el que se integra complaciente. Alguien podrá sobresaltarse ante estas palabras y preguntar cómo se puede culpar a un Régimen entero que leva la friolera de cuarenta y un años de ejercicio. Me explicaré, abusando de la paciencia del lector, sobre todo del lector que no se ha sobresaltado en demasía cuando ha visto las noticias en su pantalla, cómodamente sentado en un sofá.

Un Régimen que empezó contradiciéndose a sí mismo, al incluir el espurio término de nacionalidades junto a la afirmación rotunda de que España es indivisible, patria común de los españoles y cuya unidad fundamenta la existencia de la Constitución; un Régimen cuyos sucesivos gobiernos han cerrado los ojos ante las programaciones bien calculadas de los separatistas y de sus desafueros; un Régimen que no ha cesado de otorgar dádivas a los enemigos de la unidad española para comprar mayorías electorales y satisfacer así los intereses de partido; un Régimen que, en paralelo, escondía vergonzantemente cualquier forma de patriotismo, la sacaba de los programas escolares, la tildaba frecuentemente de resabios del franquismo y, en cambio, abría el currículum de aula a las ideologías que le imponía su Sistema mentor.

Un Régimen que, todo lo más, quiso oponer a los nacionalismos insolidarios que iban surgiendo en todas o casi todas las autonomías, un semeje de patriotismo, al que apellidó constitucional, de factura frankfurtiana e importación aznarista, con lo que consiguió levantar carcajadas homéricas en aquellos lugares donde había arraigado la mala semilla secesionista y sonrisas escépticas donde castellanismos, andalucismos, galleguismos y todas las formas posibles de ismos locales iban suplantando cualquier noción de españolidad.

Así, estamos viendo que las estrellas solitarias se superponen a cualquier pendón o enseña autonómica, que se levantan voces en contra de la integridad nacional en la Puerta del Sol madrileña, en las Asturias de Pelayo o junto al Albaicín, y no digamos en el recio Bilbao, inspirador acaso de la kale borroca de los CDR catalanes. Efectivamente, en cualquier lugar de España se duda de ella… España, constante borrador inseguro.

Cuando los catalanes nos levantamos en cada amanecida de este otoño, lo peor es la peste, el olor a chamusquina que nos llega a los sentidos, procedente de los destrozos e incendios de la última noche. Pero peor es el olor que llega a nuestras almas: de indiferencia, de inutilidad, de podredumbre, de partidismo…