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5 octubre 2019 • Rito Romano Tradicional

Marcial Flavius - presbyter

17º Domingo después de Pentecostés: 6-octubre-2019

Evangelio

Mt 22, 34-46:

En aquel tiempo: se llegaron a Jesús los Fariseos, y le preguntó uno de ellos que era doctor de la Ley, para tentarle: Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios, de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de todo tu entendimiento. Este es el mayor, y el primer mandamiento. El segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos pende toda la Ley y los Profetas. – Y reunidos los Fariseos, les preguntó Jesús: ¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo? Dícenle: De David. Les replicó: Pues ¿cómo David, en espíritu, le llama Señor, diciendo: Dijo el Señor a mi Señor, siéntate a mi derecha, hasta que ponga tus enemigos por peana de tus pies? Pues si David le llama Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo? Y ninguno le pudo responder palabra; ni nadie desde aquel día se atrevió a hacerle más preguntas.

Reflexión

– Y le preguntó uno de ellos, doctor tentándole: Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?
Los teólogos judíos distinguían los preceptos humanos de los divinos, y dividían estos últimos en número de 613 en grandes y pequeños. El escriba deseaba saber cuál era el primero entre todos los mandamientos.

La cuestión presentaba dificultad para un judío, aunque conociese bien la Ley, y no sólo por semejante acumulación de preceptos sino porque, poseyendo nociones imperfectas acerca de Dios y de sus divinos atributos, muchos daban excesiva importancia a los sacrificios, a la rígida observancia del sábado y a las purificaciones exteriores, mientras descuidaban el cultivo de las virtudes interiores.

En la respuesta de Jesús se habla de amar a Dios con el corazón, el alma, la mente y las fuerzas: “Siendo el lenguaje humano demasiado débil para explicar la obligación que tenemos de amar a Dios, el Espíritu Santo ha acumulado todo cuanto hay de más fuerte, para dar a entender al hombre que todo su ser ha de estar enderezado a amar a Dios”.

– El segundo, semejante a éste, es: amarás al prójimo como a ti mismo
Pero se declara, además, que no es igual al primero, porque si bien el fin último es el mismo en los dos, el objeto inmediato en el amor de Dios sobrepasa infinitamente al objeto inmediato en el amor al prójimo. Pero se asemeja al primero, porque así como Dios ha de ser amado sobre todas las cosas creadas por causa de su perfección infinita, de la misma manera nuestro prójimo ha de ser amado sobre toda otra cosa, porque en sus dones naturales y más aún en los sobrenaturales, es la imagen de Dios

*

Amad al Señor con todo el corazón, guardad fielmente sus preceptos y haced todas las cosas por amor suyo; y de manera muy especial, las cosas que manifiestan nuestro amor al prójimo. Esa será la llave de oro que nos abrirá el cielo, haciéndonos ver y gozar de Dios, el objeto de nuestro amor, para toda la eternidad.