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8 marzo 2019 • No recuerdo tanto interés por parte de instituciones y empresas hacia las huelgas generales de trabajadores

Gabriel García

8 de marzo. Día de la conspiración patriarcal

Con la excusa del 8 de marzo aumenta la propaganda de los ideólogos de género que desde hace tiempo, para ser más exactos desde la irrupción de los llamados populismos, bombardea los dispositivos de una cada vez mayor conectada sociedad tecnológica. Los receptores, bajo la aparente legitimidad que otorgan los grandes medios de quienes reciben su suministro de información, asumen cada vez con mayor naturalidad esa teoría del patriarcado que oprime a las mujeres desde tiempos inmemoriales y que reacciona a los avances en igualdad manifestándose bajo la encarnación de violadores y novios ultra posesivos. No, esto no es una distopía ni cualquier otro subgénero de la ciencia ficción; por desgracia, es la sociedad donde vivimos y la agenda política del liberalcapitalismo, por más que individuas histéricas como Adriana Lasta e Irene Montero lo disfracen de reivindicaciones sociales y progresistas.

Las milongas sobre el patriarcado opresor, la masculinidad tóxica y la liberación femenina no son siquiera comparables a una propaganda mediocre contra el enemigo de turno señalado por todos los modelos políticos habidos y por haber; por poner un ejemplo conocido, el tan ridiculizado contubernio judeomasónico denunciado por el franquismo. Es evidente que, al margen de las interpretaciones más o menos serias que puedan concederse a su intervención en los cambios sociales, la masonería existe y ha influido en el mundo desde las revoluciones liberales del siglo XVIII; en cambio, el patriarcado sí es una teoría conspiranoica sin pies ni cabeza que convierte los detalles, como es el caso de una masiva presencia femenina en los hogares o la propiedad legal de la riqueza, como pilar de la desigualdad humana en vez de apuntar a la propiedad de los medios de producción en el sistema económico.

Según esta teoría del patriarcado, Ana Patricia Botín es una oprimida por el simple hecho de ser mujer y tan sólo disfruta de poder por haber nacido en una familia pudiente; en cambio, el minero que a diario arriesga su vida bajo la amenaza de quedar sepultado es un opresor de la esposa que queda en casa y de sus hijas. Y decimos Ana Patricia Botín como podríamos decir la reina emérita Sofía de Grecia, también representante española en el conocido grupo de poder Club Bilderberg. Otro ejemplo de la inexistencia del patriarcado está en que, encontrándose las instituciones y toda la propaganda de los medios a su servicio, no dejamos de ser bombardeados con la ideología feminista por medio de las series de televisión y películas de las mismas plataformas televisivas que supuestamente están a su servicio, y lo mismo cabe decir con los centros educativos. Por no hablar de espectáculos grotescos como las últimas entregas de premios cinematográficos, tanto en España como en el extranjero.

Hasta hace poco tiempo, el 8 de marzo no dejaba de ser otra efeméride del montón donde los representantes políticos pronunciaban unas bonitas palabras de cara a la galería. Pero el año pasado ya fue promovido por unas instituciones que crearon una necesidad social, véase si no cómo las instituciones políticas (incluso la monarquía) y las grandes empresas, incluyendo las televisiones de mayor audiencia, contribuyeron a las movilizaciones feministas. Incluso algún representante de la Iglesia Católica mostró su apoyo a la reivindicación, algo incomprensible teniendo en cuenta que la ideología de género tiene entre sus objetivos la erradicación de toda institución que defienda principios antagónicos a los suyos, como es el caso de la Iglesia que durante tanto tiempo fue un bastión de sabiduría intelectual frente a la podredumbre del mundo moderno.

Todo esto es la mejor prueba para demostrar que para el 8 de marzo no se llama a ninguna huelga contra el sistema capitalista, como algunos quieren creer, sino a un cierre patronal. No recuerdo tanto interés por parte de instituciones y empresas hacia las huelgas generales de trabajadores, ni siquiera a una tan reciente y polémica como la lucha de los taxistas contra la competencia desleal de las empresas de vehículos con conductor; al contrario, en el mejor de los casos se limitaban a decir que compartían sus reivindicaciones, pero nunca a divulgarlas y mucho menos a llamar a la gente a ser partícipes.

Asúmelo, feminista: el patriarcado no existe; tus aliados y tú estáis perdiendo el tiempo señalando al objetivo equivocado. El enemigo de todos, independientemente de su sexo, nacionalidad o culto, es el mundialismo que busca convertir a todo los seres humanos en consumidores desarraigados. Y los defensores de toda esa basura de los géneros infinitos, el lenguaje inclusivo o las cuotas sois muy conscientes del amo al que servís. Sólo hay que ver cómo defendisteis a ultranza la campaña electoral de Hillary Clinton a lo ancho y largo de todo el mundo, bajo la excusa de que sería la primera mujer en presidir los Estados Unidos de América, pero no se os vio emplear el mismo discurso con Marine Le Pen en Francia; al contrario, no dudasteis en poneros de parte de un liberal del mismo pelaje que el Albert Rivera del que tanto despotricáis. Por ello, propongo a las feministas que dejen de utilizar el sacrificio de las trabajadoras de Nueva York del 8 de marzo de 1857 y opten por otra fecha más apropiada para sus aquelarres.