Widgetized Section

Go to Admin » Appearance » Widgets » and move Gabfire Widget: Social into that MastheadOverlay zone

1 diciembre 2018 • Rito Romano Tradicional

Marcial Flavius - presbyter

1 Domingo de Adviento: 2-diciembre-2018

Evangelio

Lc 21, 25-33: En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Y habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y se abatirán las gentes en la tierra, por la confusión del rugido del mar y de las olas; quedando los hombres yertos por el temor y expectación de lo que sobrevendrá a todo el universo; porque las virtudes de los cielos se conmoverán, y entonces verán al Hijo del hombre que vendrá sobre una nube con gran poder y majestad.

Cuando comenzaren, pues, a cumplirse estas cosas, mirad y levantad vuestras cabezas, porque cerca está vuestra redención.

Y les dijo una semejanza: Mirad la higuera y todos los árboles: Cuando ya producen de sí el fruto, entendéis que está cerca el estío.

Así también vosotros, cuando viereis hacerse estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios.

En verdad os digo que no pasará esta generación hasta que todas estas cosas sean hechas. El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán.

Políptico del Juicio Final (Rogier van der Weyden)

Reflexión

La Iglesia cumple su misión de santificarnos principalmente por su Liturgia: culto público, sacramentos, tiempos litúrgicos… son los medios de que se sirve para unirnos cada vez más a Cristo.

Cada tiempo litúrgico representa una nueva fase de la vida de Nuestro Señor y nos trae consigo gracias especiales. A lo largo del año celebramos los principales misterios de la vida del Salvador, no simplemente para recordarlos, sino para renovarnos por la aplicación de las gracias particulares que nos proporciona cada uno de ellos. El sentido y el espíritu de estas celebraciones nos lo inculca la misma Iglesia; tenemos que dejarnos guiar por ella para obtener toda la eficacia sobrenatural del misterio cristiano.

Las cuatro semanas que preceden a la fiesta de Navidad se llaman Adviento, que quiere decir advenimiento o venida.

Los textos que utiliza la Iglesia durante las cuatro semanas del Tiempo del Adviento nos descubren claramente la intención de hacernos compartir el pensamiento y el espíritu de los Patriarcas y Profetas de Israel que deseaban el advenimiento del Mesías. Así, el profeta Jeremías (33, 14-16) anuncia que Dios suscitará un descendiente de David, que hará justicia y derecho en la tierra, que salvará a Judá y que traerá la paz a Jerusalén. Está hablando del Mesías que ha de venir, y que nació en Belén.

Las promesas proféticas alentaron la esperanza de los que vivieron antes de la primera venida histórica de Cristo, de ahí también la continua evocación durante el Adviento de San Juan Bautista, cuya predicación preparaba al pueblo para recibir al Mesías exhortando a penitencia. Pero la revelación nos habla de otras dos venidas de Dios a nosotros:

1. Viene a las almas de los fieles siempre que la gracia santificante entra en nosotros o se aumenta después de recibida: «el que me ama guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos y haremos morada en él» (Jn 14, 24).

2. Y vendrá con Juez de vivos y muertos en el último día, al final de los tiempos. Como hemos leído en el Santo Evangelio de este domingo: «y entonces verán al Hijo del hombre que vendrá sobre una nube con gran poder y majestad» (Lc 21, 27).

Las palabras de Jesús anunciándonos su venida final para la liberación definitiva, fundamentan la esperanza de los que vivimos hoy y nos invitan a vivir vigilantes, como exhorta continuamente San Pablo en sus Epístolas: «a fin de confirmar irreprensibles vuestros corazones en santidad, delante de Dios y Padre nuestro, en la Parusía de nuestro Señor Jesús con todos sus santos» (1Tes 3, 13).

Podemos pues, vivir el tiempo de Adviento, desde esta virtud teologal de la esperanza que nos hace posible, fiados en las promesas de Dios, saber que algún día podremos alcanzar la felicidad eterna. Si en el mundo y en la Iglesia de nuestros días tantas veces falta la esperanza, ello se debe a tres motivos concretos, provenientes, en última instancia, de la falta de fe:

1.- La desesperación de los que navegan a la deriva separados en sus vidas de Dios.

2.- La excesiva confianza del hombre en sus propias fuerzas como si el progreso humano o el dominio sobre la tierra pudiera satisfacer todos sus anhelos y deseos, incluso los más trascendentes.

3.- El apego desmedido a las cosas de la tierra. Satisfechos con el presente y con el disfrute de los que poseemos, no sienten la necesidad de la redención que Cristo ha alcanzado y cuyo fruto nos ofrece.

A quienes piensan así, va dirigida la advertencia de Cristo: «Tened cuidado. No se os embote la mente con el vicio, la bebida y la preocupación del dinero y se os eche encima de repente aquel día porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra» (Lc 21, 34). En cambio, la consideración de esta a última venida de Jesucristo en gloria, la esperanza en la definitiva venida de Jesucristo:

− Es muy útil para alejarnos del pecado (Eclo 7, 40) y llamarnos a la práctica de la piedad, al considerar que tendemos que dar un día a Dios una cuenta rigurosa de todos nuestros pensamientos, palabras, obras y deseos.

− Nos estimula a perseverar en la práctica del bien con la esperanza del día en que seremos ensalzados eternamente con los honores divinos de la gloria celestial.

− Nos mueve eficazmente a poner los medios para conseguirlo: acudir a los sacramentos, cuidar la oración, la mortificación…

Santa María, Esperanza nuestra, nos ayudará a vivir en este tiempo de Adviento. Ella esperó el nacimiento de su Hijo. Junto a Ella nos será más fácil vivir vigilantes y disponer nuestra alma para el encuentro definitivo con el Señor.