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7 noviembre 2018 • El bombardeo de Cabra es un ejemplo más del importante trabajo de numerosos historiadores

Angel David Martín Rubio

Hablando de genocidios: 80 aniversario del bombardeo de Cabra

Hace hoy ochenta años, a primera hora de la mañana del 7 de noviembre de 1938 la aviación a las órdenes del gobierno republicano bombardeó la cordobesa ciudad de Cabra causando ciento once muertos y casi doscientos heridos. Dos años antes, el mismo día, centenares de presos habían sido asesinado en las inmediaciones de Paracuellos del Jarama, comenzando así la mayor matanza de la Guerra Civil: alrededor de cuatro mil víctimas en menos de un mes. Aunque la publicística ha dedicado más atención a las víctimas de retaguardia, son recurrentes los argumentos propagandísticos relacionados con algunos de los bombardeos ocurridos en el contexto de las operaciones bélicas. Por no referirnos a un caso sobradamente conocido, preferimos recordar el documentado artículo de Lucas Molina Franco (Mitos y falacias de los bombardeos del Maestrazgo por aviones “Stuka” (mayo de 1938), in: Aportes, 90 (2016) 217-250) en el que se clarifican las falsedades que la prensa, escrita y audiovisual, ha vertido sobre los sucesos que ocurridos en Castellón en mayo de 1938.

Si bien durante la Primera Guerra Mundial ambos bandos habían bombardeado ciudades de la retaguardia enemiga, fue durante la Guerra Civil Española cuando se generalizó esta práctica, prevista en las doctrinas que sobre el poder aéreo se desarrollaron en Europa y en Estados Unidos en la época de entreguerras. En este último sentido es importante la distinción entre bombardeo táctico y estratégico. En el bombardeo táctico las fuerzas aéreas intentan derrotar al enemigo en una batalla en particular (en muchas ocasiones cooperando con otros elementos de las fuerzas armadas) mientras que en el bombardeo estratégico el objetivo es derrotar al enemigo en la guerra, realizando para ello una campaña de envergadura que mine poco a poco los recursos del adversario (ya sea su capacidad industrial, la moral de sus ciudadanos en retaguardia o cualquier otro procedimiento).

Los llamados “republicanos” fueron los primeros en bombardear ciudades, de forma que antes de finalizar el mes de julio de 1936 ya habían sufrido estas agresiones Zaragoza, Córdoba, Sevilla y otras localidades, según se reconoce en sus propios partes oficiales de guerra. Ahora bien, mientras que el gobierno del Frente Popular inició una activa campaña propagandística denunciado los bombardeos sufridos, los servicios de información en zona nacional solo acertaron a responder tardíamente con unos folletos que registran menos bombardeos y muertos causados por el enemigo que los que hubo realmente (Cfr. Patricio HIDALGO DUQUE, Los bombardeos aéreos republicanos sobre la retaguardia nacional durante la Guerra Civil española: Aproximación al caso de Córdoba, in: BULLÓN DE MENDOZA, Alfonso; TOGORES SÁNCHEZ, Luis Eugenio (coords.), La República y la Guerra Civil setenta años después, vol. 2, Madrid: Actas, 2008, 1163-1179).

Aquel 7 de noviembre de 1938 la línea principal del frente se encontraba en el Ebro, muy lejos de la provincia de Córdoba. Una de las bombas cayó en el mercado de abastos de Cabra donde se hallaban reunidos los campesinos del entorno… Entre los muertos, población civil, mujeres y niños… La guerra estaba perdida pero había tiempo de seguir prolongando el sufrimiento y de provocar más destrucciones, incluso en lugares que el Ejército Popular ni siquiera soñó con pisar.

El Gobierno del socialista Negrín tenía un importante número de “artistas” a sueldo; recordemos que algunos de ellos estaban en nómina como comisarios políticos en el ejército mientras que la España nacional vivía volcada en el esfuerzo de guerra. Tal vez por eso, excepto algunas referencias en la prensa española y en algunas publicaciones afines del extranjero se habló muy poco de este bombardeo; no hubo quien utilizara uno de sus cartelones para inmortalizar la tragedia y en los libros de historia apenas se dedican unas líneas a lo ocurrido, a veces con importantes deformaciones. Y es que las vidas de Cabra parecen pesar mucho menos que las de otros lugares cuando se pasan por el filtro de la propaganda roja o de la memoria histórica.

Hasta hace pocos años, pocos sabían lo ocurrido en Cabra aquel 7 de noviembre. Por citar solamente un ejemplo, en la conocida obra de Hugh Thomas (La Guerra Civil Española, Barcelona: De Bolsillo, 2003) el ataque a la ciudad andaluza no merece ni una línea. Inocencio F. Arias ha dado testimonio en sus memorias de como siendo él «nacido en Andalucía y criado en Andalucía he tenido conocimiento de los hechos de Cabra en una visita a esta ciudad en 2012». El panorama ha cambiado sustancialmente desde que un de noviembre de 2008 tuvo lugar en la localidad cordobesa una Jornada organizada por la Asociación Cultural Foro Erasmo en colaboración con el entonces incipiente Foro Historia en Libertad. Más tarde, Julio R. Fernández García publicó un artículo que situaba los hechos en su contexto militar (Los bombardeos de Baena y Cabra de otoño de 1938, in: Ares, 26 (2012) 20-25) y Antonio M. Arrabal Maíz dio a conocer el resultado de una investigación cuyos primeros resultados había adelantado en las citadas jornadas de Cabra en 2008. Se trata de un libro que sigue siendo la monografía de referencia y que estimamos imprescindible para la historia de la Guerra Civil desde el aire (El bombardeo de Cabra. El Guernica de la Subbética, Málaga: Sarriá, 2013). El 26 de octubre de 2013, Julio R. Fernández hizo nuevas aportaciones a partir del archivo municipal de Cabra y de otros documentos facilitados por Patricio Hidalgo Luque y por Otelo Fuentes Gómez en una conferencia cuyo resumen apareció en una publicación mensual de Baena (Los bombardeos de Baena y Cabra en el año 1938, in: Cancionero, 2013). En estos días, con motivo de la efeméride, están apareciendo numerosos artículos en los más diversos medios de comunicación y el propio Ayuntamiento de Cabra ha encabezado una serie de actos, entre ellos la colocación de un azulejo conmemorativo. La tensión provocada por el intento de profanación de la tumba de Franco y por las ofensivas político-culturales promovidas desde la llamada “memoria histórica” no es ajena a estos pronunciamientos en los que coincide el deseo de una verdadera reconciliación nacional a partir del recuerdo a los muertos ahora silenciados.

El bombardeo de Cabra es un ejemplo más del importante trabajo a nivel individual de numerosos historiadores que han dinamitado los soportes intelectuales de la propaganda difundida desde la historiografía estatal y los medios de comunicación afins. Y algo parecido ocurre con las cada vez más frecuentes movilizaciones de familiares de las víctimas causadas por la izquierda que, reaccionando frente a la amnesia que se les prescribió durante años, empiezan a interesarse por conocer en qué cunetas se dio sepultura a sus cadáveres, qué circunstancias les condujeron a ese final y quiénes son los responsables de sucesos de aquella naturaleza ahora exaltados a la categoría de héroes por quienes se identifican con ellos y con las ideologías totalitarias por ellos sostenidas.

Ahora bien no es suficiente con mostrar la inanidad del argumentario propio de los presupuestos de la memoria histórica y de su aparato pseudojurídico. La ofensiva utiliza recursos gubernamentales, legales y administrativos y es en ese mismo terreno donde una comunidad como la española tiene que responder a un ataque que guarda estrecha relación con los que viene recibiendo en otros terrenos como en el de su propia unidad política y cohesión social. Es decir que esta ofensiva solamente será reversible cuando aquellos que la sufren comiencen a respaldar a las opciones políticas que estén dispuestas a neutralizarla y abandonen a quienes asumen las aspiraciones de la izquierda consolidando así su proyecto social.

No es casualidad que una iniciativa con el nombre de Historia en Libertad diera sus primeros pasos vinculada al recuerdo y a la historia de dos bombardeos: el de Cáceres y el de Cabra. Han pasado 80 años, pero quizás hoy como nunca se impone el deber de conocer el pasado para evitar que los partidos del sistema que han ocupado y ocupan el gobierno, o sus respectivas marcas blancas, lo sigan utilizando para controlar el presente y destruir el futuro.