Widgetized Section

Go to Admin » Appearance » Widgets » and move Gabfire Widget: Social into that MastheadOverlay zone

1 octubre 2018 • He visto con pena el sectarismo progresivo que caracteriza la reciente producción de Ángel Viñas

Miguel Platón

Las gallinas del capitán Pollard

Supongo que habrán parado la rotativa donde se esté imprimiendo el Guinness de 2019, para incluir un nuevo record, atribuible al profesor Ángel Viñas. El hombre lleva años presumiendo de que no atiende polémicas con otros autores. A menudo, ni siquiera cita sus nombres cuando se ocupa de alguna discrepancia. Pero el caso es que a este modesto autor no sólo le ha leído y citado su nombre, sino que ha admitido varias de las correcciones que le hice en mi último libro: “Así comenzó la Guerra Civil. Del 17 al 20 de julio de 1936. Un golpe frustrado” (Editorial Actas, Madrid 2018).

En “La conspiración del General Franco”, Viñas había confundido la graduación de dos protagonistas del comienzo de la guerra: el general Manuel Romerales (le hacía de División, cuando era de Brigada) y el coronel Saénz de Buruaga, a quien dejaba de teniente coronel. Lo peor, sin embargo, era que aseguraba la ejecución, en 1941, del general de División Agustín Gómez Morato, que en julio de 1936 era el Jefe de las Fuerzas Militares de Marruecos. Este militar, en realidad, no fue ni siquiera condenado a muerte, fue puesto de inmediato en libertad tras recibir una pena menor y murió en Valencia once años después.

Ángel Viñas acepta las correcciones, guarda un prudente silencio sobre varias docenas de errores de otros autores -algunos de ellos amigos suyos- y se desquita reprochando a este autor que otorgue a Hugh Pollard, uno de los pasajeros ingleses del famoso avión Dragon Rapide el grado de comandante, cuando según afirma era capitán. No voy a discutirlo, ni siquiera a investigarlo. Tras su aceptación de mi crítica incluso le aceptaría pulpo como animal de compañía.

Lo más notable, sin embargo, es que dedica la mayor parte de tres posts seguidos a una cuestión menor, como es la actividad de una de las pasajeras del Rapide, Dorothy Watson, amiga de la familia Pollard. El capitán la describió como “poultry girl”, que literalmente significa una chica dedicada al cuidado de aves de corral, por lo general gallinas. Así lo tradujo Viñas, pero el término no era literal, sino metafórico y esa presunta dedicación era incoherente con la condición de Miss Watson. Mi buen amigo Tom Burns Marañón, hijo de padre inglés y madre española, licenciado por la Universidad de Oxford, me aclaró en su momento que en realidad Pollard se refería a Watson como una “polluela”, una chica inocente.

Viñas insiste en describir a Dorothy Watson como persona que se ocupaba del corral de los Pollard en su residencia campestre y hasta añade que también se ocupaba del reparto de pollos. La situación es doblemente cómica, primero por el error de traducción y segundo por la importancia que concede a la metedura de pata. Basta con tener en cuenta algunas consideraciones. La primera es una foto del otoño de 1936 en la que aparecen Pollard, su hija Diana y Miss Watson en una partida de caza, junto al automóvil del primero. Dorothy está vestida de punta en blanco. ¿Alguién puede suponer que en la Inglaterra imperial, una sociedad clasista como pocas, las cuidadoras de gallinas acompañaban a los propietarios cuando salían a cazar? Watson, además, residía en Londres. ¿Iba a desplazarse hasta el condado de Sussex para ocuparse de los pollos de los Pollard? Por otra parte, ¿dónde consta que los Pollard tuviesen gallinas? ¿Y quién se ocupó de las aves durante los veinte días que los tres británicos pasaron en el Rapide, las Canarias y el barco que los devolvió a Inglaterra? ¿Una cuidadora de gallinas que embarca en un avión de lujo para una misión que requería transmitir una imagen de elegancia social?

En fin, no le encuentro sentido a que un catedrático como Ángel Viñas se ocupe de semejante cuestión y además para insistir en el disparate. El caso es que este autor tiene un antiguo afecto por Viñas, desde que a mediados de los años 70 del siglo pasado, todavía en vida de Franco, publicó “La Alemania nazi y el 18 de julio”. No sólo lo leí, sino que escribí una crítica muy positiva. Me pareció que era un libro excelente y un enfoque nuevo y necesario de la historia, con abundante utilización de documentos alemanes.

Viñas pudo efectuar esa investigación gracias a su destino como Agregado Comercial en la embajada de España en la República Federal Alemana, situada en Bonn. Esa condición suya de alto funcionario de la Dictadura parece haberle atormentado desde entonces, lo que tiene poco sentido. La inmensa mayoría de los funcionarios, en todos los ámbitos, se dedicaron a servir en la Administración del Estado con su mejor voluntad y eficacia, sin participación en medidas dictatoriales. Estoy seguro de que Viñas trabajó en Alemania al servicio de los intereses económicos de España, en beneficio de la sociedad española de la época.

Algunos seguimos otros caminos. Mientras Viñas disfrutaba de sueldo diplomático en Bonn, este autor recibía una multa por infracción muy grave de la Ley de Prensa (el título del trabajo era “España tiene necesidad imperativa de la democracia”), era detenido dos veces y recibía una denuncia del Ministro de Información de turno, con amenaza de impedirle trabajar como periodista (tuve que ir a declarar ante un Juez de “Etica Periodística” por criticar el cierre temporal de un periódico). Pero no todos están hechos para el combate en la trinchera. La gran mayoría, como Viñas, ni siquiera se acercaron al frente. Únicamente cabe pedir que se respete el curriculum de cada cual. Desde entonces y pase lo que pase, el profesor Viñas siempre ha estado y estará muy a mi derecha. Su antifranquismo sobrevenido no resulta creíble, no pasa de oportunista. Sólo es auténtico el antifranquismo anterior a 1975. Y resultaba legítimo únicamente si era democrático, no si proponía una dictadura totalitaria alternativa o practicaba el terrorismo.

He visto con pena el sectarismo progresivo que caracteriza la reciente producción de Ángel Viñas, que ha sustituido la historia de “La Alemania nazi y el 18 de julio” por la pseudohistoria panfletaria de “El primer asesinato de Franco”. Ahora nos anuncia que se ocupa de una nueva Epre, con vistas a una futura publicación. Uno se pasa la mayor parte de los días sepultado por docenas de evidencias primarias de época, así que no terminaba de comprender qué se propone ahora el profesor Viñas. Por fortuna un espía paraguayo, buen amigo, ha descubierto el objetivo y me ha adelantado el título de la probable nueva obra del profesor, que va a remover no sólo la historiografía española, sino la mundial. Su próximo libro se llamará “Franco mató a Kennedy”.