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21 julio 2018 • Las armas y bagajes han sido devueltos por el presidente del Gobierno al adversario

Manuel Parra Celaya

Malos augurios

Disculpen ustedes si peco de pesimista, pero mucho me temo que los catalanes que nos sentimos profundamente españoles vamos a tener un segundo otoño caliente. Y ello, a pesar de los diálogos y conversaciones, con mensaje optimista en los telediarios, entre Pedro Sánchez y Quim Torra. O, mejor, a causa de ello.

Ya se ha encargado el president de ponérselo claro al Gobierno español: vendrán las fechas claves del 11 de septiembre y del 1 de octubre; la hoja de ruta del procés no ha experimentado variación alguna y el objetivo irrenunciable es la autodeterminación (léase independencia) de Cataluña, en forma de república. Si parece un pato, camina como un pato, tiene tipo de pato, plumas de pato y habla como un pato, indudablemente es un pato, como dice el aserto popular.

Cualquier medida que se adopte desde el Estado, sea legal o política -según la curiosa y nueva división de poderes de la Sra. Isabel Celáa- será considerada como un agravio más, es decir, añadirá más gasolina al incendio.

El gobierno socialista recibe, impertérrito, los claros mensajes; no se ha apagado la sonrisa de don Pedro ni han cesado sus gestos; ya están en las cárceles de control autonómico de Puig de les Basses y de Lledoners todos los presos preventivos (presos políticos para la grey separatista, incluidos obispos), presuntos protagonistas de un sonado y televisado golpe de Estado contra la unidad de España y el ordenamiento constitucional. Los flamantes centros penitenciarios van a ser -ya lo son- santuarios de fervorosas peregrinaciones y rampas de lanzamiento para la segunda oleada que se anuncia por boca del Sr. Torra.

Dicen que algunos barones de la vieja guardia del PSOE están desenvainando las espadas; todo puede ser, pero ya sabemos que, en política, todo es mudable y lábil, y más en este momento en el que reina por doquier la posverdad. Uno confía más en el militante de base que en los pesos pesados, pero, dado que Sánchez no tiene previsto ni por asomo la convocatoria de elecciones, poco o nada tendrá que opinar la muchachada del partido ahora en el poder.

Entretanto, como decía en mi anterior artículo, la oposición ha iniciado sus vacaciones, y hete aquí que se divierte practicando por su cuenta el viejo juego ibérico, ese que retrató Goya, al parecer, en su terrible y triste cuadro Duelo a garrotazos, en el que dos paisanos se sacuden inmisericordes mientras se hunden en el suelo fangoso. Por su parte, Rivera no perdió ocasión de hacerse la foto de portada el Día del orgullo gay madrileño; la única que parece aguantar el tipo es Inés Arrimadas, con una defensa casi numantina de las razones por las que resultó la candidata más votada en las últimas elecciones autonómicas, aquellas que Rajoy tuvo la infeliz idea de convocar corriendo y deprisa, en contra de su costumbre, como si le quemara el 155 en las manos.

Como añadidos anecdóticos, la alcaldesa de Barcelona ha sido conminada -como si le hiciera falta- por la Generalidad a no invitar al rey a los posibles actos conmemorativos del primer aniversario del atentado terrorista en las Ramblas, que, como todos recordarán, fue utilizado por los separatistas para abroncar a don Felipe y al entonces presidente del gobierno español; aquella bronca vino a ser el pistoletazo de salida para lo que después tuvimos que aguantar. A todo esto -y en toda España- el populismo de extrema izquierda ya ha tomado partido, por si alguno lo dudaba, con el secesionismo, que se está extendiendo por toda España como una pandemia; me informan que Aragón, por boca del Sr. Lambán, quiere definirse como nacionalidad histórica, cuyos derechos son anteriores a la constitución española y no prescriben por falta de uso, ejercicio o reclamación. Apliquemos, de nuevo, el refrán del pato…

Con estos datos, ya podemos los catalanes y el resto de españoles sujetarnos los machos de cara al próximo otoño, con el recuerdo de que, en el anterior, se suscitó una vigorosa reacción de patriotismo, acá y allende del Ebro, para demostrar que los ciudadanos no contaminados por el virus nacionalista no estaban dispuestos a plegarse al ucase del separatismo; que este verano no nos sirva de adormidera, ya que las maniobras políticas pueden haber hecho mella en la ciudadanía, que no sabe ahora si sacar la bandera nacional al balcón o a la calle puede ser considerado como provocación o. incluso, caer dentro del ámbito de lo penal.

Las armas y bagajes han sido devueltos por el presidente del Gobierno al adversario; en consecuencia, este se ha crecido y exige cobrar la deuda y los réditos de su apoyo a aquella moción de censura que encumbró a la guapeza del Sr. Pedro Sánchez. El ejemplo cunde…

Confío y espero, sin embargo, que no todas las Instituciones flaqueen, y que, como se decía en las antiguas arengas, cada uno cumpla con su deber; que la ingenuidad -llamémosla piadosamente así- del Ejecutivo no se traslade ni al Judicial ni al arbitraje último de la Corona. Y, sobre todo, que, a pesar de los intentos de narcotización del personal, sea el pueblo español el que, como otras veces en la historia, ponga los cimientos para resolver la situación, con su presencia, su grito de afirmación nacional y su negativa a que España esté en almoneda.