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3 julio 2018 • Que no se nos borre la sonrisa ni el ánimo

Manuel Parra Celaya

Diálogos para besugos

Echamos mano de nuestra memoria infantil -no necesariamente histórica– de unas viñetas de un antiguo tebeo para empezar con buen pie estas líneas: que no se nos borre la sonrisa ni el ánimo, por favor.

Esta misma semana han comenzado los prometidos diálogos con quienes se niegan a ser españoles: Pedro Sánchez recibió en su Moncloa a Íñigo Urzullu y Pablo Iglesias -¿ministro plenipotenciario in péctore?- se trasladó a Barcelona para entrevistarse con Quim Torra, en la seguridad de que él no sería incluido en la nómino de las bestias ni de las hienas, según la clasificación etnológica del president. La sincronía entre ambas reuniones es, más que fuente de sospechas, una evidencia.

Por encima de la letra que nos transmiten los medios sobre lo tratado, se escucha la misma e inequívoca música: tanto el secesionista vasco como el catalán hicieron gala de su talante democrático y, según contó el Sr. Iglesias, este último manifestó explícitamente que no preveía una nueva vía unilateral…por ahora. Más pragmático, el peneuvista llevó al presidente del Gobierno español una serie de propuestas condicionantes, entre ellas, la conveniencia de una convención constituyente o algo así, que consagrara la plurinacionalidad de España, ese vocablo tan curioso y amenazante que forma parte de la jerga de Pedro Sánchez: curioso, porque, desde un punto de vista jurídico-político, no hay por donde cogerlo; amenazante, porque encierra, en román paladino, una siniestra forma de confederalismo, donde los Estados Libres Asociados respectivos (Euskadi, Cataluña y quienes lo desearan) podrían romper en cuanto lo quisieran el pacto con una Corona cada vez más debilitada.

Otro tema-estrella de ambos encuentros fue el de los presos: etarras convictos de allí y preventivos de acá; la primera exigencia no es otra que la del acercamiento a cárceles autonómicas, es decir, en casa propia, haciendo mangas y capirotes de tribunales, jueces y leyes. En este punto, el coro de plañideras no cesa de invocar motivos humanitarios y familiares; hasta el mismo acróbata Joan Manuel Serrat asevera que la puesta en libertad de los presos sería un gesto de responsabilidad política; se ve que nuestro cantautor quiere dejar de ser la bête noir de los separatistas…

Así está el panorama. Ahora pintas copas -las de inauguración del diálogo con brindis incluidos-, pero en el trasfondo de las conversaciones se espera que, a renglón seguido, pinten oros: de este modo lo afirmaba el titular de la avispada Vanguardia de Barcelona el mismo día de las reuniones mencionadas: La financiación es la prioridad para un pacto en Cataluña.

Me imagino que la llegada del calor, la proximidad de algunas vacaciones y la perspectiva del merecido descanso veraniego para muchos españoles proporcionarán un suficiente y cómodo biombo para ocultar o minimizar muchas reuniones como las ya iniciadas y sus correspondientes preacuerdos.

La estrategia pasa ahora por desmovilizar al pueblo español, ese que, alarmado e indignado con razón, salió a balcones y calles cuando vio que estaba en juego la propia supervivencia de su patria.

El objetivo es que aquí no se haga ruido ni se mueva nadie (fíjense en que hasta se han suprimido las manifestaciones de pensionistas); e, incluso, entre bastidores, los políticos elevan sus plegarias a los dioses de la corrección política para que el  Mundial de fútbol no dé pie a manifestaciones festivas con bandera nacional enarbolada, cuya exhibición es tan peligrosa y el júbilo futbolístico, a veces, lo carga el diablo. [*]

No participa de estas inquietudes, por supuesto, el PP, entusiasmado con la carrera de sus prohombres (y promujeres, que no se diga) para ocupar la silla de Rajoy.

Tengamos claro que lo hemos denominado festiva e infantilmente diálogos para besugos va a inaugurar un tiempo convulso, en el caso de que los patriotas españoles no vuelvan a encerrar su renacido patriotismo en el baúl de los recuerdos. En todo caso, confiemos en que, de producirse las previsiones apuntadas, no sea necesario que pinten ni bastos ni espadas.


[*] NOTA DEL EDITOR: Escrito este artículo hace unos días, parece que los dioses de la corrección política han escuchado las plegarias.