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5 mayo 2018 • "Cuanto pidiereis al Padre, os lo dará en mi nombre"

Marcial Flavius - presbyter

V Domingo después de Pascua: 6-mayo-2018

Rito Romano Tradicional

Evangelio

Jn 16, 23-30: En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: En verdad, en verdad os digo: Cuanto pidiereis al Padre, os lo dará en mi nombre. Hasta ahora nada le habéis pedido en mi nombre. Pedidle y recibiréis, para que vuestro gozo sea completo. Estas.cosas os he dicho usando de comparaciones. Llegó el tiempo en que ya no os hablaré con parábolas, sino que abiertamente os anunciaré las cosas del Padre. Entonces le pediréis en mi nombre; y no os digo que rogaré al Padre por vosotros, pues el mismo Padre os ama, porque vosotros me habéis amado y habéis creído que yo salí de Dios. Salí del Padre y vine al mundo; otra vez dejo el mundo y voy al Padre.

Dícenle los discípulos: Ahora sí que hablas claro, y no dices ningún enigma. Ahora conocemos que sabes todo, y no es preciso que nadie te pregunte: en esto creemos que has salido de Dios.

Ultima Cena

Reflexión

La Iglesia continúa cantando a Cristo resucitado, y nos exhorta en esta semana de Rogativas, a unirnos a su oración. Libres del pecado por virtud de su preciosa sangre, es menester escuchemos y pongamos por obra la ley perfecta de la libertad contenida en su Evangelio (Ep.). Para eso, pidamos a Dios, por los méritos de Jesús (Ev.), a Dios de quien todo bien procede (Or.), que nos de a participar, por su gracia, de la vida nueva de Jesús.

La oración es tan necesaria al hombre y al cristiano como lo es el agua al pez. “El que ora se salva, el que no ora se condena”, dice San Alfonso María de Ligorio y con él lo repiten a coro todos los santos Padres y Doctores. Tal es la necesidad, tal la eficacia de la oración cuando reúne las cuatro condiciones de atención, humildad, confianza y perseverancia.

Y se comprende fácilmente que así sea; pues el hombre nada puede por sí solo y abandonado a sus propias fuerzas en orden a conseguir la vida eterna. Dios, por otra parte, ha empeñado su palabra. Dios es fiel, y su palabra de vida eterna no falla, no puede fallar, antes pasará el cielo y la tierra. Lo cual es para infundir confianza, y más sabiendo que “el Padre nos ama, porque hemos amado a Jesús”.

Pero la oración es infalible y consigue sus deseados efectos cuando pedimos bienes espirituales para nosotros mismos, no tanto cuando los pedimos para otros, pudiendo ellos oponer impedimento. Ni tampoco se logran siempre de Dios los bienes temporales que pedimos, porque, como quiera que “no sabemos orar cual conviene”, a veces, y sin percatarnos de ello, pedimos cosas contra nuestra salvación (San Agustín), pedimos lo que nos parece un alimento, y es un veneno; pedimos aniñados, lo que creemos ser una preciosa joya, porque reluce, y es un carbón ardiendo; y Dios, precisamente, porque nos quiere, no nos lo da, como no pone una madre en manos de su niño un arma blanca, ni un arma de fuego, por más que el niño se empeñe en ello. Otras veces sucede que Dios quiere darnos lo que le pedimos, pero tarda, para que reconozcamos nuestra nada y adquiramos mayor mérito en la demanda; y si Dios no nos da lo que le pedimos, nos da otras cosas que no le pedimos y que son de mayor precio (Homilía de Maitines).

Estos días vamos a empezar las grandes Rogativas, son días de Letanías, o sea, de oración más intensa y fervorosa (Letanía, en griego, quiere decir oración). Escribamos estos tres días que vienen cartas a nuestro Padre celestial para que Jesús las lleve el día de su Ascensión, como universal medianero que es de todos los hombres. Muchos afectos, muchas peticiones le podemos poner en esas cartas que nuestro Padre las leerá con sumo agrado, al pensar que les vienen de sus hijos carísimos que tiene acá en la tierra, cuanto más si las peticiones van en nombre de Jesús, como lo hace siempre la Iglesia en todas las oraciones de su sagrada liturgia, pues nada le pide sino Per Dóminum nostrum Jesum Christum Fílium suum

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