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26 abril 2018 • Una política que deja de serlo para convertirse en la religión secularizada del bienestar

Desde Mi Campanario

Un diálogo sobre la constitución y el estado de bienestar

JAIME MORA: Ahora que tantos se definen como “constitucionalistas”, incluso con la buena voluntad de hacer frente al secesionismo en Cataluña, me reafirmo en el criterio de que en 1978 hubiese votado lo que dictaba la razón entonces y el tiempo se ha encargado de confirmar: NO a esta CONSTITUCIÓN.

DOMINICUS: Que la Constitución es mala ya lo sabíamos. Pero algunos le reprochan haber acabado con el “Estado del bienestar” que, en realidad, es el paradigma de la «primacía de la economía sobre la política. Me preocupa que los disidentes permanezcan bajo la órbita del «consenso socialdemócrata». ¿Cuál es la alternativa de esa disidencia?

HISTORICUS: No deberíamos confundir el «Estado del bienestar» con el «Estado social de derecho». Aunque puedan tener manifestaciones comunes no son lo mismo, ni en su fundamentación ni en sus efectos. Porque con esto pasa algo parecido a lo que ocurre con los derechos humanos: ¿cuáles son y en qué se fundamentan? ¿Quién determina qué es bienestar? Para algunos es bienestar el aborto libre y gratuito y la escuela laicista, por poner solamente dos ejemplos

DOMINICUS: No sé, a mí me parece que nuestra amada Constitución no distingue uno de otro.

HISTORICUS: En todo caso su filosofía es la del «Estado de bienestar» sin más fundamentación que lo que digan las urnas en cada momento. Además la praxis ha favorecido esa interpretación porque el Tribunal Constitucional se ha limitado a avalar las sucesivas demandas presentadas por los Gobiernos: divorcio, aborto, uniones pseudomatrimoniales…

JAIME MORA: Cierto, Historicus, “Estado de bienestar” es un concepto socialdemócrata y burgués, que presupone el progresivo destejimiento de la realidad comunitaria tradicional. ¡Pero me gusta recordarle a los progres que Franco creó el ahora llamado “Estado de Bienestar”!

HISTORICUS: Vale para polemizar con ellos, pero es más exacto decir que creó el «Estado social de derecho».

DOMINICUS: Eso está claro. Las ideologías se apropian del sentido y alcance del bienestar. Pero me preocupa que el Estado haga del bienestar su política. Una política que deja de serlo para convertirse en religión: la religión secular del bienestar…

HISTORICUS: Ese peligro que dices cierto, pero no existe cuando el Estado reconoce que hay realidades por encima de él y a las que él está sometido. En el caso que yo hablo esos límites los marca el Derecho natural y la Doctrina Católica

DOMINICUS: No quisiera meterme más de lo debido con el Régimen del 18 de julio. Pero si damos por hecho que las bases de lo que tenemos hoy están allí, ¿no deberíamos reprocharle a ese régimen parte de la responsabilidad de lo que sufrimos hoy?

HISTORICUS: Me parece que esa pregunta no nos lleva a ninguna parte. Porque sería reprocharle al Régimen no haber sido coherente en la práctica con lo que proclamaba en sus principios. Sería como entrar en la discusión sobre si cumplió o no cumplió sus propios postulados. Creo que aquí nos movemos más en el terreno de los principios.

DOMINICUS: Es que ese riesgo ya está presente en la misma aparición del Estado, que se afirma y crece desde la Edad Media y durante el Renacimiento a costa de la Iglesia, y a imitación de la Iglesia. Dicho de otro modo: el Estado no se hace revolucionario, sino que es revolucionario en su esencia. Reconozco que todas estas ideas se las debo a Dalmacio Negro.

HISTORICUS: Supongo que te refieres al Estado Moderno no a la comunidad política que es anterior (cronológicamente) a la Iglesia.

DOMINICUS: Sí, Historicus, pero mi problema con la expresión «Estado Moderno» es que me parece una redundancia…

HISTORICUS: pero como hay que utilizar palabras para entenderse, por eso es necesario en todo diálogo precisar los conceptos. Si «Estado» no es un universal habrá que buscar otra palabra. Desde luego, yo estoy hablando de una organización de la comunidad política que se reconozca, al menos, heredera de la pre-revolucionaria… Y que, por cierto, no existe en ningún lugar del mundo.

DOMINICUS: El Estado es una consecuencia del cristianismo, y creo que representa esa pendiente de la modernidad, que no es sólo la secularización ni el laicismo, sino más concretamente, la «politización del cristianismo». Y el Estado es el encargado de crear el Reino de Dios en la Tierra. «Y será la Tierra Paraíso» dice uno de los himnos de la Internacional socialista. «De los altares olvidados, han hecho los demonios su morada» dice Jünger.

HISTORICUS: ¿La «politización del cristianismo»? ¿Es que el cristianismo no tiene una dimensión política?

DOMINICUS: ¿No te parece? ¿Acaso las ideologías no quieren construir su utopía a imitación del Reino de Dios? Por eso son satánicas…

HISTORICUS: Sí en eso estamos de acuerdo. Y, en ese sentido, no vivimos, precisamente, en el crepúsculo de las ideologías sino en su apoteosis.

DOMINICUS: Podemos recordar «Señor del Mundo», la distopía de Benson. Allí aparece alguien que parece que consigue, con algo así como un Estado del bienestar, ese Reino de Dios que la Iglesia promete… Y entonces todos los partidos deciden acabar con sus diferencias, y se unen en un Partido único… el «consenso socialdemócrata» que ya tenemos hoy, vamos…

HISTORICUS: Por ese lado estamos de acuerdo. Más que una novela es una interpretación del Apocalipsis y el Apocalipsis fue profecía cuando se escribió, ahora es historia.

Por eso, siendo cada vez más remota la posibilidad de reconstruir una comunidad política de acuerdo con los postulados pre-modernos, habrá que optar por la crítica acerada de lo existente (“Estado de bienestar” incluido) y por la defensa numantina de los elementos que quedan en medio de las ruinas del orden desaparecido, de acuerdo con la consigna apocalíptica de conservar lo que se tiene (Ap 3, 3. 11). Sin esta prudencia política el mismo tradicionalismo puede convertirse en ideología o agonizar durante siglos en el sueño de una restauración que nunca llega.

Publicado en Afán, Producciones Armada

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