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16 abril 2018 • Hasta ahora, las posiciones eurofóbicas no habían calado en la sociedad española

Manuel Parra Celaya

Europa contra Europa

Mapa de Europa (Mercator)

La sombra de Don Opas no ha cesado nunca de proyectarse en la historia, no solo de España, sino de Europa. El caso es que, en el seno de las civilizadas y modernas naciones del Viejo Continente, incluidas las comunitarias, por supuesto, se conspira contra el proyecto común de unidad, para hacer imposible el bello sueño de la Patria de las patrias. Una Europa conspira contra otra Europa.

Así lo están demostrando quienes, ayer en Holanda y en Suiza, hoy en Alemania, mueven sus mejores hilos y llevan a cabo sus mejores artimañas para proteger y validar a los dirigentes nacionalistas catalanes fugados de la justicia española; esos tales cuestionan la legitimidad de nuestras leyes y jueces, del mismo modo que lo hacían, no ha mucho tiempo, favoreciendo de tapadillo a los asesinos etarras, estos representantes del nacionalismo racista de otro lugar de España.

No son conscientes -o sí- de que un pequeño triunfo de un nacionalismo disgregador en algunas de las naciones de Europa provocaría la aparición de una serie de incendios secesionistas, porque, cual más cual menos, todas las construcciones históricas unitarias albergan resabios particularistas e insolidarios en alguno de sus territorios, como se demostró en el conflicto de los Balcanes. Vendría a ser como la extensión de una peligrosa epidemia, con un virus redivivo que invitaría a sectores de población a replegarse a los estrechos límites de su aldea.

No son conscientes -o sí- de que la única política eficaz para evitar la propagación de esa epidemia es la firmeza en acrecentar el eón de Roma frente al eón de Babel; y, para seguir con otra cita orsiana, la firmeza en no dejarse arrastrar por los torrentes, que debe conjugarse con la sabiduría y el cariño de no secar fuentes, aunque, en el caso español, el Estado de las Autonomías no haya servido ni para lo uno ni para lo otro.

No son conscientes -o sí- de que todos los nacionalismos, absolutamente todos, responden en el fondo a un mismo patrón: una Pequeña Aldea que lleva su narcisismo a recelar de sus vecinas y se enroca en una supuesta prehistoria. En el fondo, subyace el miedo cerval a la pesadilla de la Aldea Global, sin advertir la paradoja de que los únicos frenos para que esta no se convierta en fatal realidad son los Estados nacionales y la integración de estos en una Europa unida, fiel y constante en sus raíces y afianzada en sí misma.

Los nacionalismos se refugian, pues, en un pasado mítico, fragmentando con ello las realidades estatales del presente e imposibilitando la tarea unitaria del futuro; favorecen así los designios globalizadores del Nuevo Orden, que persigue laminar, no solo los grandes proyectos, sino incluso los que de estrechas miras nacionalistas. Posiblemente, son esos designios los que auspician, como estrategia, la existencia de los separatismos y, para ello, como calculada estrategia, especulan con los resortes sentimentales más primitivos, casi vegetales por su arraigo a la tierra, de los pueblos.

Las maniobras de los Don Opas holandeses, suizos y alemanes van mucho más allá de representar una continuación de la inquina a España, esa España que -no se olvide- fue europea por decisión y no por imperativo de la naturaleza como el resto de las naciones.

No son, pues, conscientes -o sí- de que los verdaderos enemigos de la unidad europea no somos los españoles que defendemos la unidad nacional frente a los separatismos, sino estos, autores de un golpe de Estado en toda regla aquí y elementos disolventes de cualquier proyecto unitario, nacional y europeo, y ahora prófugos en sus refugios y paraísos jurídicos.

Hasta ahora, las posiciones eurofóbicas no habían calado en la sociedad española, y todos íbamos, alegre y confiadamente, hacia una supresión de fronteras y una entente de las leyes, como sinónimos de ciudadanía común, de libertad, de justicia, de hermandad. No sería nada extraño que, ante la situación presente, muchos españoles empezaran a cuestionarse algunas cosas…

Como medida preventiva, debemos transmitir el mensaje del abismo existente entre la Europa oficial, trufada de don Opas, y la Europa real, la del ciudadano de cualquier nación que no toleraría ni por asomo que unos alucinados pretendieran romper en pedazos su territorio, dividir a la sociedad y enfrentar familias.

Quizás va siendo hora de desobedecer a la Europa oficial, de rechazar a los don Opas, para que prevalezca la Europa real, la que está llamada a unirse y abrazarse frente a las quimeras de las Pequeñas Aldeas insolidarias y frente al peligro de la Aldea Global, profundamente antieuropea.

Una respuesta para Europa contra Europa