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7 abril 2018 • "La paz esté con vosotros"

Marcial Flavius - presbyter

I Domingo después de Pascua: 8-abril-2018

Rito Romano Tradicional

Evangelio

Jn 20, 19-31: En la tarde de aquel día, el primero de la semana, y estando los discípulos con las puertas cerradas por miedo a los judíos, llegó Jesús, se puso en medio y les dijo: «¡La paz esté con vosotros!».Y les enseñó las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.Él repitió: «¡La paz esté con vosotros! Como el Padre me envió a mí, así os envío yo a vosotros».Después sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retengáis, les serán retenidos».

Tomás, uno de los doce, a quien llamaban «el Mellizo», no estaba con ellos cuando llegó Jesús.Los otros discípulos le dijeron: «Hemos visto al Señor». Él les dijo: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creo».

Ocho días después, estaban nuevamente allí dentro los discípulos, y Tomás con ellos. Jesús llegó, estando cerradas las puertas, se puso en medio y les dijo: «¡La paz esté con vosotros!».Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo aquí y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente».Tomás contestó: «¡Señor mío y Dios mío!».Jesús dijo: «Has creído porque has visto. Dichosos los que creen sin haber visto».

Otros muchos milagros hizo Jesús en presencia de sus discípulos, que no están escritos en este libro.Éstos han sido escritos para que creáis que Jesús es el mesías, el hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.

Liturgia

Este Domingo se llama de Quasimodo por las primeras palabras de la Antífona de Entrada, o In Albis, porque los neófitos acababan de dejar sus blancas túnicas. La Iglesia compara a sus hijos con los niños recién nacidos y esa leche que les da de beber (Introito) es la fe en Jesús que les hará triunfar sobre el mundo.

Ant. ad introitum 1 Petri 2, 2
Quasi modo géniti infántes, allelúja: rationábile, sine dolo lac concupíscite, allelúja, allelúja, allelúja. Ps. 80, 2. Exsultáte Deo, adjutóri nostro: jubiláte Deo Jacob. V. Glória Patri…

Antífona de Entrada.
Como niños recién nacidos, aleluya, ansiad la leche espiritual, y sin mezcla. Aleluya, aleluya, aleluya. Ps. Regocijaos alabando a Dios, nuestro protector: cantad al Dios de Jacob. V. Gloria al Padre.

Esa fe tiene por fundamento el testimonio del Padre, que en el Bautismo de Cristo (agua) le había ya proclamado hijo suyo; del Hijo, que en la cruz (sangre), se mostró verdaderamente Hijo del Padre; y del Espíritu Santo (fuego), el cual atestigua por la Resurrección de Jesús la divinidad del Salvador (Ep.). También nos muestra el Evangelio como Cristo, que se apareció dos veces en el Cenáculo, después de confundir la incredulidad de Tomás, alabó a los que, sin haber visto, creen en Él

Reflexión

Santo Tomas1. En este Domingo Octava de Pascua, la Liturgia es una prolongación de la que hemos celebrado el pasado Domingo de Resurrección pero con una particular referencia al Sacramento del Bautismo.

Durante los primeros siglos de la Iglesia, ocho días después de Pascua, los nuevos cristianos dejaban la blanca vestidura que habían recibido al bautizarse el Domingo anterior. Esa túnica era un símbolo del hombre nuevo, libre de pecado e hijo de Dios, que había renacido en el Bautismo. Aún se conserva un vestigio de aquella costumbre en el lienzo blanco que se pone sobre la cabeza de los niños en nuestros bautismos.

2. También nosotros por nuestra incorporación, en el Bautismo, a Cristo resucitado hemos sido limpiados de nuestros pecados y elevados a la categoría de hijos de Dios. Y en este día la Iglesia nos invita a renovar la gracia de nuestro bautismo resucitando con Cristo a una vida nueva

«Si no os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos». Esta invitación salió de los mismos labios de Jesús y, Él mismo, en relación con el Bautismo, hablaba a Nicodemo de un nuevo nacimiento. Un nacimiento que tiene su principio espiritual en la fe y su causa ritual en el Bautismo.

3. Quien recibe el Bautismo está obligado a profesar la fe y a guardar la ley de Jesucristo y de su Iglesia. El Evangelio de la Misa tiene un gran valor para confirmarnos y robustecernos en nuestra fe.

Tomás dudo de Jesús. Jesús se compadeció de la poca fe del apóstol, y le permitió no sólo que lo viera, como los demás discípulos, sino que lo tocara. Nos enseña así que es mejor no tener necesidad de ver y tocar para creer y que es mejor una fe que no exige prueba alguna de Dios sino que confía absolutamente en sus palabras y persevera aun en medio de las circunstancias más adversas.

Una fe tan robusta es sin duda fruto de la gracia divina, pero nuestro deber es prepararnos a ella, pidiéndola en la oración y ejercitándonos progresivamente en ella.

Hagamos un breve examen: en mis circunstancias concretas cuál es el estado de mi fe. Y una petición: «Señor, auméntanos la fe». Nuestro modelo, la fe de María Santísima.