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23 marzo 2018 • Fray Santiago Cantera y el Valle son perseguidos por una izquierda ahíta de farfolla ideológica y sectarismo

Juan Oltra

Resistencia

Aún palpita entre mis recuerdos la primera visita que hice, siendo niño, a la Basílica del Valle de los Caídos. Siempre he tendido a hiperbolizar inconscientemente el tamaño e importancia de las cosas y, por eso mismo, la segunda vez que fui – ya algunos años más tarde, apenas rozando la quincena – esperaba encontrarme con formas y figuras mucho más matizadas; despojadas del áurea de grandiosidad con que mi mente acostumbra a revestir a las cosas y personas que admiro.

Sin embargo, algo insólito sucedió en aquella segunda ocasión: todo cuanto observaba se me presentaba más inmenso e imponente todavía. Inmensidad que se renueva ante mis ojos cada vez que regreso y, antes de entrar, contemplo la Santa Cruz rodeada del tetramorfos, coronando el lugar. No tengo en absoluto conocimientos artísticos, pero una natural intuición estética hace que me sienta un poco más próximo a Dios.

Y en complicidad con esa inefable belleza, encontré a un hombre con quien una conversación basta para comprobar que está repleto del Espíritu Santo. Un hombre de acendrado patriotismo y gran conocedor de la verdadera esencia de lo hispánico. Un hombre de formación desbordante y verbo limpio; ejemplo de la mejor Resistencia Católica: Santiago Cantera Montenegro.

En una sociedad rectamente constituida, Santiago Cantera sería una segura referencia espiritual e intelectual y recibiría continuos aplausos, aunque él no los busque ni buscase. Su voz sería escuchada y respetada por la auctoritas de su sabiduría.

Hoy, por contra, Santiago Cantera y el Valle son perseguidos por una izquierda ahíta de farfolla ideológica y sectarismo, que profiere purrelas mazorrales, supurantes de odio, ante el silencio cómplice de una derecha que no tardaría en sumarse gustosa al acoso si de ello obtuviese rédito electoral. En la era envilecida del nihilismo, inútil será toda distinción entre izquierda y derecha, pues son una y la misma cosa: epifenómenos putrescentes del mismo proceso revolucionario y destructor.

Por mucho que intenten argumentar su bilis terminal contra Santiago Cantera, la causa profunda de sus diatribas no es sino el eterno odio que desde sus albores le juró a la Iglesia la modernidad. Odio que, en la fase débil posmoderna, se presenta subrepticiamente bajo formas más sofisticadas. Esta vez bajo la de “memoria histórica” y demás ripios variados.

Pero mientras todos – a izquierda y derecha – tratan de reabrir heridas y se ensañan contra la Historia, esencia y Tradición de España; en el Valle se le ruega constantemente al Señor que “los caídos asociados a la muerte redentora de Cristo descansen eternamente y su recuerdo fomente la paz entre los españoles”.

Aunque se lo comuniqué al padre Santiago Cantera de forma personal, reitero mi apoyo (aunque sé que es poco valioso) a la defensa de ese lugar que tanto bien le hace a nuestra Patria. Que Santa María nos proteja a todos, especialmente a los monjes del Valle, en esta resistencia contra el signo de los tiempos.