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22 marzo 2018 • El carácter sacrificial de la Misa fue netamente marcado por la presencia del altar

Angel David Martín Rubio

Judíos y judaizantes

La proximidad de la Semana Santa alienta la celebración de una serie de parodias del “SÉDER” o cena pascual judía” en las que es difícil distinguir lo que hay de ceremonia religiosa o de simple escenificación folklórica, algo así como hacen los promotores de cenas al estilo medieval o de las jornadas de gastronomía que se celebran en ciudades de antigua prosapia romana.

Ahora bien, para un católico es preocupante la voluntad, que se manifiesta en estos actos, de exhumar las formas hebraicas del rito de la Pascua, como si la Última Cena y el sacrificio redentor de Jesucristo no las hubiesen superado definitivamente. Especialmente distorsionadas resultan bajo estos planteamientos las palabras de Jesús: “Haced esto en memoria mía”. En realidad, son palabras (inseparables de su contexto antecedente: Esto es mi Cuerpo… Éste es el Cáliz de mi Sangre) que expresan la radical novedad de lo que estaba sucediendo en esa Última Cena con respecto a las cenas ordinarias, por muy pascuales que sean.

Jesús trasmitió a los Apóstoles el poder necesario para hacer lo que Él hizo en aquella ocasión. De este modo, la tradición cristiana percibió en este recuerdo de la entrega por separado de su cuerpo y su sangre un signo eficaz del sacrificio que pocas horas después habría de consumarse en la Cruz. La idea de que la celebración de la Misa hunde sus raíces en la cena pascual judía no pasa de ser una hipótesis que lleva a pensar que Cristo asumió el rito de la pascua antigua puesto que instituyó la Eucaristía durante la cena pascual. Así se atenúa el vínculo que la misa tiene con la Cruz, en beneficio de la cena.

El hecho de que Jesús, verosímilmente, instituyera la Eucaristía en el contexto de una cena pascual judía no significa que la estructura de la Misa reproduzca esa escena. Tal es uno de los principios rectores de la reforma liturgica del 69; por eso, por poner solo un ejemplo, suprimieron el Ofertorio de la Misa y lo reemplazaron por unas oraciones inspiradas en la plegaria judía de bendición de la mesa. Pero la idea no pasa de ser una hipótesis interesada. De hecho, en seguida los primeros cristianos comprendieron la necesidad de separar la Misa del ágape, manifestando bien la diferencia esencial entre el sacrificio y la comida. Y, desde el principio, el carácter sacrificial de la Misa fue netamente marcado, por la presencia del altar que no se utiliza en ninguna comida ni cena.

Tampoco conviene olvidar que los cristianos, no tenemos “el mismo Dios” que los actualmente denominados “judíos” (que no creen en Jesucristo) pues ellos rechazan que Jesucristo sea el Hijo de Dios verdadero. Los cristianos tampoco tenemos el mismo “monoteísmo” que los judíos porque ellos afirman que Dios es uno en naturaleza y uno también en cuanto a la persona, el monoteísmo cristiano, en cambio, lo confiesa uno en naturaleza y trino en personas. El actual judaísmo talmúdico, no guarda continuidad con el Antiguo Testamento y somos los bautizados los descendientes de Abraham y en nosotros (por Cristo) se han cumplido las promesas.

Cabría añadir, además, que la “cena pascual” tal y como se celebra ahora es una reelaboración de los herederos de los fariseos, aquellos rabinos talmudistas y cabalistas que se inventaron una religión judía totalmente nueva y de la que han eliminado sistemáticamente todo lo que apuntaba demasiado claramente al punto focal de toda la Escritura: Nuestro Señor Jesucristo, Hijo de David. Lo mismo que han hecho con las Escrituras, con la versión masorética, han hecho con el rito, imitados en esto por gentes como los citados reformistas del posconcilio y sus fanáticos seguidores.

Para un católico es preocupante la voluntad, que se manifiesta en actos reiteradamente celebrados, de exhumar las formas hebraicas del rito de la Pascua, como si la Última Cena y el sacrificio redentor de Jesucristo no las hubiesen superado definitivamente. El culto y la liturgia nunca son una reproducción arqueológica de hechos y costumbres del pasado. Por eso, resultan distorsionantes ciertas pretensiones litúrgicas, que tienden a minar el significado de la Eucaristía, reproduciendo una cena judía. No en vano San Pablo tuvo que argüir a San Pedro por judaizante…

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